LA ARQUITECTURA TROPICAL DE LAS TIERRAS VIETNAMITAS
Vietnam ha pasado de ser uno de los países más pobres y destrozados del mundo a ser una tierra que se desarrolla a un ritmo sostenible sin perder sus esencias. Es posible que dentro de unos años Ciudad Ho Chi Minh se parezca a Shanghái, pero hoy dista mucho de ello. Junto a sus ciudades, sigue habiendo un Vietnam rural que conserva la cultura de sus múltiples etnias de una forma natural. Creencias, ritos ropas y, sobre todo, construcciones, que pareciéndose mucho tienen diferencias que las hace interesantísimas.
Vietnam ha pasado de ser uno de los países más pobres y destrozados del mundo a ser una tierra que se desarrolla a un ritmo sostenible sin perder sus esencias. Es posible que dentro de unos años Ciudad Ho Chi Minh se parezca a Shanghái, pero hoy dista mucho de ello. Junto a sus ciudades, sigue habiendo un Vietnam rural que conserva la cultura de sus múltiples etnias de una forma natural. Creencias, ritos ropas y, sobre todo, construcciones, que pareciéndose mucho tienen diferencias que las hace interesantísimas.
Mi
vuelo a Hanói hizo escala en Doha, capital de Catar, y en Bangkok antes de
llegar a su destino. Vietnam está muy lejos de Madrid y el viaje se hace muy
largo y pesado. Sólo recuerdo otro parecido volviendo de Pekín en un avión
lleno de nuevos padres con sus hijas recién adoptadas, todas llorando al
unísono.
Doha
tiene, hasta que construyan la que será la terminal más importante de Oriente Próximo,
un aeropuerto horroroso, con un desplazamiento a lo largo de sus interminables
pistas en un autobús que va parando en todas las terminales. Tienes que estar
muy atento y saber exactamente a dónde vas, algo complejo cuando se trata de
una conexión, para no equivocarte. La terminal estaba abarrotada de gente y las
colas para los aseos eran kilométricas. La gente se sentaba en los suelos a la
espera de las conexiones con otros vuelos. Salvo que sea mi destino final en
otra ocasión, algo que no descarto, intentaré evitar hacer escala en Catar.
Vietnam
es un país que ha sufrido interminables invasiones y guerras con chinos,
japoneses, franceses y norteamericanos. Dejaron mucho dolor, sobre todo en la
última guerra en la que murieron tres millones de vietnamitas, pero también ha
dejado un legado cultural y un patrimonio que ha forjado su ecléctica cultura.
También dejaron uno de los países más pobres del mundo, pero como decía, desde
hace unas décadas la economía ha crecido de una forma notable.
Han
sido los chinos y los franceses los más influyentes como se puede ver en sus
alfabetos. Los vietnamitas no tuvieron lenguaje escrito hasta el siglo XI, en
el que se incorporó una variación de los símbolos chinos, algo más complejos y
rebuscados por lo que puede apreciar en algún grabado antiguo. Pero en el siglo
XVII, un grupo de monjes lo cambiaron por el alfabeto latino, lo que en mi
opinión fue muy acertado; lo mismo haría Ataturc en el Imperio Otomano sustituyendo
los caracteres árabes. El único problema es que la fonética de su idioma no se puede
reproducir con los símbolos latinos y por ello necesitan todo tipo de acentos
por encima y por debajo de las letras, en ocasiones superpuestos. De este modo
son capaces de reproducir su compleja fonética. También se nota la influencia
francesa en el pan. Aunque tienen que importar todo el trigo que consumen, se
ven vendedores de pan por las calles llevando sus productos en bicicletas, sobre
burros o en cestas sobre los hombros. Consumen arroz por encima de todo, pero
puedes encontrar pan de trigo en muchos sitios.
Fig. 1. Vendedora
ambulante de pan
Las
temperaturas en esta zona norte del país siempre están en torno a los 34 ó 35
ºC, no excesivamente elevada, pero la humedad relativa raramente baja del
75%. El resultado es una sensación de calor de unos 38 ó 39 ºC. Se trata de un
clásico clima tropical cálido húmedo, donde las temperaturas son altas pero sin
llegar a los valores extremos de los climas cálido secos, con una humedad tal
elevada y continua que genera una sensación de calor más elevada. Las
temperaturas nocturnas generalmente no bajan, por lo que no hay posibilidad de compensar
el calor del día realizando construcciones masivas que almacenaran el frescor
de la noche. Sin embargo, en la montaña las temperaturas sí bajan algo por la
noche y por eso utilizan tierra en sus muros de fachada.
La dificultad para alcanzar el confort en esas condiciones es que el cuerpo humano difícilmente pierde calor por convención hacia el aire, ya que durante casi todo el día las diferencias de calor entre el aire y el cuerpo no serán mayores de 2 ó 3 ºC. Por eso la única forma de perder el calor que genera en exceso el cuerpo es mediante la evaporación del sudor. Se suda copiosamente pero no se puede evaporar bien ya que la humedad relativa es muy elevada. Eso provoca que el cuerpo, al seguir sintiendo la necesidad de perder calor, sude aún más, y aún más, y aún más. Permanentemente estaba empapado en sudor y con una necesidad imperiosa de recuperar los liquidos y sales que perdía constantemente. Una forma de reducir esa producción innecesaria de sudor es evaporando el que producimos y el procedimiento ideal es ponernos cerca de una corriente de aire, natural o forzada. Por eso era muy normal encontrar ventiladores en todas partes, incluso en las habitaciones de los hoteles, aunque ya tuvieran aire acondicionado. Era fácil suponer que su arquitectura vernácula cuidaría ese aspecto y fomentaría la ventilación. En el recorrido entre el aeropuerto y la ciudad pude ver como las construcciones actuales cuidan esa ventilación con múltiples detalles que luego apreciaría durante todo el viaje.
En el norte del país hay una influencia arquitectónica de la región de Huanan, al sur de China. En concreto, los edificios en Hanói son muy estrechos, tanto que no puede dar a la calle más que una habitación, con un frente a veces incluso de sólo un par de metros. Por el contrario son muy profundas. Esta tipología se impuso en la dinastía Le entre los siglos XV y XVIII. Hoy en día tienen muchas plantas de altura y la gente las llama “casas cohete”, sobre todo cuando están exentas y su aspecto es de una gran inestabilidad. Esas fachadas estrechas se pueden ver en muchas partes del mundo y siempre tienen que ver con impuestos municipales. La combinación entre estrechez y profundidad no es buena para la ventilación cruzada, ya que el aire no puede ir de un extremo al otro de la vivienda; originalmente aunque eran así intercalaban patios por los que sí se podía ventilar.
Fig. 2. Vista aérea
de las estrechas y profundas “casa cohete” de Hanói.
En
las cubiertas de gran parte de los estrechos edificios actuales hay extractores
eólicos de aire. Estos aparatos funcionan moviéndose con el viento de tal modo
que crean una corriente ascendente en giro en el interior del edificio. Con
ello reproducen lo que ocurre en el interior de un tornado o un huracán, mejor decir
tifón dada la parte del mundo en la que estaba. Hasta aquí algo normal que se
puede ver en cualquier parte del mundo. La novedad radica en una pirámide de
vidrio situada debajo del extractor. En esa pirámide se produce efecto
invernadero, y puedo asegurar que muy intenso, que aumenta una barbaridad la
temperatura del aire ocluido dentro ayudando a la extracción. Si con un sistema
convencional se puede mover una gran cantidad de aire, con éste probablemente
se mueva tres o cuatro veces más. Además, gracias al sol, funciona incluso cuando
no hay viento.
Vietnam es el país de las motos, o de las “hondas” como
dicen ellos. Se intercalan con bicicletas y algunos coches cubriendo la
totalidad de la calzada. No son grandes motos de potentes cilindradas sino
pequeñas motos urbanas, en sintonía con las vietnamitas que las conducían, que
son pequeñas y ligeras; no parece que ninguna pueda pesar más de 40 kg. Ya
me habían hablado de la dificultad de cruzar sus calles, pero habiendo estado
en El Cairo, donde tres millones de taxis recorren a pitidos la ciudad sin
parar en ningún semáforo, Hanói no podía ser peor. Y efectivamente no lo era.
Enseguida se aprende a cruzar. Hay que hacerlo muy despacio, sobre todo a una
velocidad constante, para darles tiempo a que te sorteen. Resulta hasta
divertido.
Fig. 4. Imágenes del
intenso tráfico de motos en las ciudades vietnamitas. Aunque parezca caótico entras
en sintonía inmediatamente con él.
Lo
único que comparten las calles de El Cairo y de Hanói es el ruido de la
cláxones que no dejan de sonar avisando de la presencia de los vehículos, día y
noche.
El
problema que les genera este tipo de circulación es la contaminación. Al cabo
de unos minutos entre este tráfico percibes la opresión en los pulmones de los
contaminantes. Los asiáticos, que de por sí son muy sensibles a las alergias,
debían llevar tapada la boca y la nariz con una máscara. Deberían plantearse
resolver ese problema y una solución fácil sería el empleo de motos eléctricas,
más baratas, sencillas y desarrolladas que los coches eléctricos.
Cuando
cae la tarde la gente sale a comer a la calle. Cocinan allí mismo, en el suelo,
y comiendo sentados en unos pequeños taburetes de no más de 20 cm de altura. Es
curioso cómo han sustituido el hábito de colocarse en cuclillas por el de
sentarse casi también encuclillas. Es gracioso ver esas mesitas de juguete y
esas sillitas en los establecimientos que ellos llaman cafés, manteniendo el
nombre de la época francesa, aunque ahora sean casas de comidas.
La
comida en Vietnam es exquisita. En el primer restaurante al que entré a cenar
pedí la tradicional sopa Pho. Aunque ellos la toman de desayuno, como pude
apreciar en los bufés de los hoteles, te la pueden servir en cualquier momento.
También probé por primera vez los rollitos vietnamitas. Digo por primera vez
porque en España había probado un sucedáneo. Me acompañaron en muchas comidas
desde ese momento.
También
disfruté mucho de la fruta. Siempre lo hago en países tropicales donde puedo
probar una gran variedad de especies que no abundan en occidente. Por supuesto
cocos y fruta de la pasión, pero también la fruta del árbol del pan, la fruta
dragón o sus gigantescos pomelos.
En
Hanói se puede visitar el mausoleo de Ho Chi Minh, incluida momia, pero lo que
más me interesó fue la casa en la que vivía y trabajaba el que fuera presidente
del país. Se trata de una casa sencilla, sobre palafitos, realizada al estilo
de las construcciones populares de la etnia Tay. En Vietnam hay 54 etnias
diferentes, manteniendo cada una de ellas sus propias construcciones populares.
A pesar de los años pasados desde su construcción, es para mí el ejemplo de lo
que se debe hacer también hoy en día: estudiar cómo se comporta la construcción
autóctona y adaptarla a los nuevos usos. Como decía, era una casa muy sencilla
de cuatro habitaciones, todas ellas dando a dos orientaciones, protegidas del
sol y sin obstáculos en las fachadas para asegurar la ventilación y las vistas
del maravilloso entorno que la rodea.
Desde Hanói, viajando hacia el norte, se llega a la bahía
de Ha Long, un enclave único que por derecho propio puede formar parte de la
media docena de los parajes más maravillosos del mundo. Se trata de un paisaje
kárstico que ha dado lugar a miles de islas, perforadas de grutas, altas como
pináculos encrespados e inaccesibles, cubiertos de una ligera vegetación, que
se pierden en el horizonte creando múltiples planos como si de telones de un
gran teatro se tratara. Viajar entre esas islas es un auténtico placer y ver
cómo la gente se ha adaptado a vivir en ellas aún lo es más.
Ha Long, que quiere decir “donde el dragón se hundió” ya
que las islas podrían ser los restos de la cresta y la cola de un dragón
hundido en sus aguas que no deja vivir sobre las islas y obliga a la gente a
vivir sobre el agua.
En
una ensenada natural formada por un conjunto de islas, con la intención de
protegerse de los tifones, se encuentra un poblado de casas hincadas en el
agua. Originalmente formaban parte de un puerto natural donde los barcos
fondeaban para dejar sus mercancías. Con el paso del tiempo se fue asentado
como un pueblo dotándose de economía propia. Hoy en día se dedican a la pesca
y, sobre todo, al cultivo de ostras perlíferas. A pesar de lo aisladas que se
encuentran las casas, disponen de electricidad para cubrir sus necesidades, eso
sí, mediante generadores de gasolina que contaminan aún más de lo que lo están
estas aguas remansadas. Esa electricidad es imprescindible para mantener un
nivel de vida razonable y dotar a las construcciones de las posibilidades que
hoy en día queremos tener. Era muy bonito ver en el aula de la escuela como
unos niños de unos cinco o seis años usaban sus ordenadores para jugar on-line.
El niño jugaba a Age
of Empires y la pareja de niñas
se dedicaba a un juego en el tenían que matar a Bin Laden.
Es
una pena que no cuiden más esas aguas a las que llegan a diario centenares de
visitantes, antes de que entren en colapso ecológico y su economía se venga
abajo. Tendrían que plantearse la colocación de generadores fotovoltaicos que
resolvería su dependencia energética y servirían para dar un paso adelante en
la limpieza de esas aguas.
Dentro
de las viviendas la vida parece plácida, casi contemplativa. Pero distan mucho
de ser ermitaños. En algunas casas se veían antenas de televisión, ordenadores,
equipos de música, pero hubo una imagen que me resulto esclarecedora. Visitando
una de viviendas pude ver a través de la puerta de una de las habitaciones,
como una adolescente estaba enfrascada en su móvil conectada probablemente con
cualquier otra parte del mundo. La globalización alcanza todos los lugares y no
está reñida con la arquitectura tradicional.
Las
construcciones actuales no son exactamente como las primitivas, al menos en los
materiales. Las originales probablemente fueron de bambú, incluso en los
suelos, empleándolo como elemento de flotación. Actualmente flotan gracias a
grandes bidones de plástico, sus paredes son de madera pintada de color azul
eléctrico y los techos de piezas metálicas, aunque con falsos techos de bambú,
probablemente para generar una ventilación entre las dos capas. Alguna tiene en
la cubierta hoja de palma, pero esto tampoco parece muy natural, ya que no se aprecian
palmas en las islas y sin embargo sí se pueden ver plantas de bambú.
En
estas viviendas se ve también el diferente poder adquisitivo de la gente. Hay
algunas construcciones realmente humildes, mientras que en otras se ve que han
colocado cubiertas más sofisticadas con ventilación e iluminación.
Fig. 10. A pesar de
su gran similitud, algunas de las construcciones son más humildes que otras. La
de la derecha es una de esas, mientras que la de la izquierda ha mejorado su
cubierta por una con luz cenital y ventilación. No obstante, aunque sean
humildes no olvidan uno de sus grandes acompañantes, el bonsái, como se puede
ver en la foto.
Pero
a pesar de esa transformación transmitida por la modernidad, siguen
desplazándose en sus canoas tradicionales y recogiendo el agua de lluvia que
cae sobre la cubierta. Sin perder ninguno
de los logros actuales, deberían utilizar recursos energéticos más limpios para
no afectar a la sostenibilidad de la zona.
La
etnia predominante en Vietnam es la etnia Viet, también denominada Kihn, de
origen mogol, que representa el 70% de la población. En este caso tal vez no se
puede hablar de diferencias puramente étnicas con otros grupos de población,
sino más bien culturales y sociales. De hecho viet quiere decir “centro”,
haciendo referencia a la gente que vivía en las grandes poblaciones. Se
extienden por la totalidad del territorio. En esta zona norte, la que los
franceses llamaban Tonkín hay ejemplos de sus construcciones. En la comunidad
de Tho Loc se construyó en 1906 un gran conjunto que fue ampliándose con el
paso del tiempo.
El
conjunto consta de varios bloques. En el bloque principal hay una sala central
donde estaba el cabeza de familia, se recibe a los invitados y se coloca el
altar dedicado a los ancestros. También incluye una pequeña sala dedicada a
aula, añadida en 1933, y dos dormitorios. Del conjunto, el edificio principal
está orientado a sur, como en tantas partes del hemisferio norte. Junto a este
edificio, cerrado un espacio central, otras dos edificaciones laterales
dedicadas a cocina, la de la derecha, y a otros usos la de la izquierda. Un
ingenioso sistema de canalones conectados entre sí permite la recogida de agua
de lluvia que cae sobre la cubierta y su traslado a un aljibe colocado en la
parte de atrás del conjunto.
Las
cubiertas de las casas vietnamitas son muy diferentes dependiendo de la parte
país y del recurso local; en este caso eran pequeñas tejas cerámicas que se ven
directamente desde el interior. El frente de la casa estaba protegido por un
porche, que llevaba delante unos paneles verticales de palma que actúan de
protección solar y para dar intimidad cuando los portalones están abiertos. Los
edificios en sí también llevan grandes portalones de madera que se abren
completamente permitiendo una ventilación total; incluso cuando están cerrados
una gran zona abierta bajo la estructura de la fachada permite ventilar la
habitación.
En
este caso el suelo era directamente tierra. En otros lugares la casa se eleva
del suelo con pilotes para evitar la entrada de agua de lluvia, formando unos
suelos mucho más ligeros. No cabe duda de que si el clima lo permite, el suelo
de tierra apisonada es más sencillo de ejecutar y más eficiente para absorber
calor. El conjunto era de una sola planta para no superar en altura a la casa
comunal de la población, algo muy habitual en todas las etnias, y para
protegerse de los fuertes vientos de los tifones.
Algo
más al sur de Hanói pero aún en Tonkín aparecen los poblados de la etnia Yao;
esta etnia se extiende fundamentalmente por China, pero también hay poblados en
Laos y Vietnam, donde habitan 470 000 personas. Uno de los poblados ocupados
por los Yao es Khe Mu. Allí las construcciones son mucho más sencillas que las
Viet con un espacio único, aunque diferenciado, ya que según la importancia del
miembro de la familia se reservaban unos u otros lugares en la sala. No falta
tampoco el espacio para el altar de los ancestros donde los Yao veneran tres
generaciones de ancestros.
En
este caso la cubierta es de bambú cortado en sentido longitudinal y colocado
como canal y cobija, aunque ellos prefieren referirlo como el ying y el yang;
lo cambian cada cinco o seis años. El suelo es en parte de tierra batida y en
parte de trenzado de bambú. Esta zona, que es donde se colocan las camas, está
levantada del suelo mediante pilotes de un árbol local muy resistente, el tho.
Ese mismo material del suelo se utiliza
para las fachadas, para permitir y asegurar la ventilación, ya que en estas
casas a diferencias de la de los Viet no hay grandes huecos.
Fig. 17. Las
cubiertas son de bambú, utilizado como canal y cobija, el ying y el yang.
La
construcción de la cubierta es muy importante y le corresponde al jefe de
familia. Una vez finalizada la tarea la golpea tres veces con un cuchillo
preguntando “¿es ya de noche?”, a lo que responden si se ve perfectamente
cubierto desde dentro “sí, ya es de noche”.
Aún
en la zona norte, pero en las zonas de montaña, hay poblados de la etnia de los
Hmong, que representan el 10% de la población de Vietnam; se les considera muy
próximos a los Viet, como si fueran sus primos. Uno de esos pueblos de montaña
es De Cho Chua en la provincia de Yen Bai. Allí el clima no es tan caluroso y
no precisan de tanta ventilación como en otras zonas. Las casas están
construidas completamente de madera. Como es una región de montaña, la madera es
de conífera, del fokienia
hodgiinsii, un pino localmente llamado
pomu. La planta de la casa es rectangular sin separaciones físicas,
sólo un simbólico pilar central separa la zona del dormitorio del resto. En él
radica el genius loci, el espíritu protector del hogar. Pero no es el único
genio de la casa, en el fuego del hogar también radica otro genio que se enoja
si alguien escupe a las llamas o golpea el trípode donde se colocan las
cacerolas; afortunadamente los vietnamitas no han adoptado la costumbre de los
chinos de escupir porque enfadarían permanentemente a ese genio. Los genios locales tienen mucho que ver con
el bioclimatismo. Antes de construir un edificio bioclimático hay que encontrar
al genio local, es decir, las cualidades del sitio, de su suelo, de su
naturaleza, de su clima, de sus materiales, para aprovecharlo integrándolo en
el diseño.
Fig. 19. Las paredes
interiores son de tablas de madera colocadas de forma que no dejen escapar el
calor de la chimenea. A la derecha se ve el palo central de la estructura donde
reside el genius loci.
El
animismo, con la veneración a los antepasados y a los espíritus que habitan en
los objetos cotidianos de la casa, se extiende por todo Vietnam e influye en el
diseño del edificio. Si el respeto a los ancestros proviene de los chinos y de
las filosofías de Confucio, la presencia de los genios es propia del sureste
asiático; de nuevo eclecticismo.
Los
muros de la casa son de grandes tablas de madera unidas a hueso sin espacio
entre ellas para evitar las infiltraciones del aire del invierno. No es una
tabla muy gruesa, ya que no es necesario dado que las temperaturas no bajan demasiado.
La cubierta la forman grandes tejas también de la misma madera, de 0,3 a 0,4
metros de ancho por 1,20 metros de largo. El suelo tampoco está elevado ni es
permeable como en las tierras bajas, aquí es directamente de tierra. Dado que
la cabaña no es muy grande, la zona del almacenaje para el arroz y el maíz la
sitúan en altura en pequeñas entreplantas; así evitan la pudrición y que los
animales puedan acceder a ella.
Fig. 20. Imagen del
interior de la vivienda y del parche protegido de sol y vientos.
En
un punto central de la casa está el hogar, en el que cocinan y con el que se
calientan usando como combustible la misma madera empleada en la construcción.
Dado que las tablas del techo a pesar de su tamaño no crean una estructura
hermética continua, no tienen chimenea y dejan que el humo salga entre las
tejas.
Son
evidentes las diferencias con las casas de los Viet o de los Yao. Los motivos
hay que encontrarlos en el clima de montaña, más fresco y menos estable, y en
los materiales de construcción de la zona, en este caso madera de conífera.
Los Hmong preparan sus propias herramientas de hierro para arar los campos. Machacan el mineral con un mazo accionado por el contrapeso relleno con el agua de una corriente de agua. Uno muy parecido lo había visto en las sierras de Taramundi en Asturias; la creatividad humana no conoce fronteras. Luego lo llevan a un horno circular de arcilla que va dejando que la colada salga por uno de sus extremos.
Los Hmong preparan sus propias herramientas de hierro para arar los campos. Machacan el mineral con un mazo accionado por el contrapeso relleno con el agua de una corriente de agua. Uno muy parecido lo había visto en las sierras de Taramundi en Asturias; la creatividad humana no conoce fronteras. Luego lo llevan a un horno circular de arcilla que va dejando que la colada salga por uno de sus extremos.
Fig. 21. Sistema de
machaqueo de minerales accionado por el agua de un río.
Todavía
en el norte del país, en la región de Sapa, ocupando zonas de montaña y cerca
de la frontera China, se encuentra la etnia de los Hani, con poco más de 20 000
personas. Sus casas son de tierra, de tapial, de 45 cm de espesor. Mezclan la
tierra con piedras, para aumentar la resistencia a la compresión, y con fibra
de bambú fresca para soportar las tracciones. El suelo también es de tierra y
no disponen de más huecos que la puerta. Eso corresponde con un clima con diferencias
de temperatura significativas entre el día y la noche, que pueden perfectamente
compensarse con la inercia térmica de la tierra. Interiormente sus cabañas
están compartimentadas en dormitorios diferentes, ya que viven en ellas
familias de hasta tres generaciones. Resulta interesante ver cómo también
tienen una habitación para invitados, algo que ya vi en las casas de los Viet y
que es propio del carácter afable y acogedor de sus gentes.
Fig. 22. Viviendas de
tierra de las aldeas de montaña de la etnia Hani. No hay más huecos que la
puerta para no perder calor en el invierno. En el verano, la masa de las
paredes les da estabilidad térmica y mantiene el frescor nocturno.
La
compartimentación también está justificada porque no necesitan crear la
ventilación continua de las viviendas de las zonas más húmedas y calurosas, y
para aportar más masa en los tabiques interiores. El calor lo proporciona de
nuevo la cocina, situada en el interior de la cabaña. La cubierta es vegetal de
hierba agrupada en gavillas, de 45 cm de espesor, con varias capas de gavillas
de hierba montada sobre una estructura de bambú. Para esta casa de 85 m2 necesitaron
1 500 gavillas, lo que representa un peso de 10 toneladas. Evidentemente una cubierta
tan pesada y gruesa era necesaria para aislarse del frío del invierno. Justo al
lado de las cabañas para la familia construyen el establo, en este caso en
madera y mucho más abierto.
Fig. 23. El interior también se resuelve con tierra, tanto en las particiones, sobre las que apoya la estructura, como en el suelo. De este modo aportan aún más masa térmica.
También
se asientan en la región de Sapa, pero en este caso eligiendo los valles a los
pies de las montañas para fijar sus poblados, los Tay, que no hay que confundir
con los Thai. Es otro grupo numeroso, el segundo grupo más numeroso de Vietnam,
1 600 000 personas. La variación de clima va a dar lugar a una construcción muy
diferente, bambú en lugar de tierra.
El
bambú y la madera que emplean para construir la casa permanece entre 3 y 4
meses en agua fangosa antes de usarla, para hacerla más resistente a los
mosquitos. 6 000 hojas de palmera cubren los 100 m2 de
la cabaña, mucho más ligera que la de los Hani. Por tratarse de la zona
calurosa y húmeda de los valles, las casas cuidan la protección solar y la
ventilación por encima de todo. Las paredes están hechas con un trenzado de
fibra de bambú que permite la autoventilación, pero hay tantos huecos que no
haría falta. El suelo sorprendentemente es también de esa fibra de bambú y da
una sensación de endeblez enorme cuando se camina sobre él; parece que hay que
pisar suavemente y que hay que desplazarse despacio para no dañarlo. Dado que
la casa se levanta sobre pilotes de más de 1,80 m, este suelo permite también la
ventilación desde abajo y evita la pudrición que se produciría sí estuvieran
más cerca del suelo. Los huecos tienen unas grandes contraventanas rígidas
también de bambú que se levantan horizontalmente para ventilar al tiempo que
evitan que entre el sol o la luminosidad sea excesiva. De nuevo, en el lugar
principal de la casa se encuentra el altar de los ancestros.
Fig. 25. Todo está
pensado para asegurar la ventilación. Las fachadas se abren al levantarse una
protección de trenzado de bambú, como se ve en la primera foto. A pesar de ello
los huecos no dejarán pasar el sol gracias a la propia contraventana y al gran
voladizo de hoja de palma. Los suelos también son de trenzado de bambú para que
pueda también haber ventilación desde el suelo, ya que hay una planta baja
creada por los pilotes que levanta la casa, donde guardan el ganado.
Desde Hanói tomé un vuelo hacia la región central, la
llamada Annam; la joven protagonista de la película Indochina era annamita. El
vuelo llegó a Danang y desde allí me desplacé por carretera a Hoi An, la
auténtica joya de la corona, como su propio nombre indica. Hoi An, que es ciudad
patrimonio de la humanidad, conserva su estructura y sus casas de más de 200
años intactas. Todas esas casas responden a una tipología uniforme que hoy en
día se puede estudiar perfectamente.
La
ciudad tiene un encanto único que te atrapa desde el primer momento. Tienes la
sensación de moverte por la misma ciudad que hace cientos de años era un puerto
comercial importante con China y Japón, tanto que los visitantes decidieron permanecer
en la ciudad creando sus propios barrios. Enseguida te sientes bien en ella y
deseas pasearla tranquilamente para disfrutar de su paisaje de sus tiendas y de
su ambiente. Si la ves de día te gusta, pero cuando la ves de noche te gusta
aún más. Por la noche los farolillos que cuelgan atravesando las calles la iluminan
tenuemente y teatralmente, mezclándose con las luces que salen de las tiendas y
con el deslumbrar de uno de los puentes que atraviesan el río Bo. Al río se
arrojan pequeñas lamparillas de papel a modo de ofrendas que se dejan en su
superficie para que se desplacen libremente. Niños y niñas sentados a su orilla
te ofrecen las lamparillas para que las enciendas al tiempo que pides un deseo.
Fig. 27. Casas de una
calle de Hoi An orientadas al sur. Abajo una cubierta doble ventilada
y arriba un conjunto de casas con las cubiertas ligeramente desplazadas
entre sí pero todas ellas con voladizo y muros laterales para asegurar la
protección solar total.
Las
casas de Hoi An recuerdan un poco a las estrechas viviendas de Hanói ya que son
una sucesión de construcción, patio, construcción. El primer bloque, el que da
a la calle, es donde se monta el negocio. En su origen era un negocio artesanal
pero hoy en día son tiendas modernas y restaurantes. La adaptación del modelo
al paso de los tiempos ha permitido que se mantenga viva la tipología y ha
evitado que la ciudad se transforme en un museo subvencionado por organismos
internacionales. Tuve ocasión de entrar en muchas de estas casas y ver cómo
sigue existiendo el patio. Este patio permite ventilar el módulo exterior al
tener huecos a dos fachadas opuestas. Dado que es un negocio y que debe
cerrarse por completo por las noches, en la fachada siguen manteniéndose huecos
fijos de ventilación. El tercer módulo
era el de la vivienda del comerciante. En algunos casos sigue siéndolo, lo pude
ver mientras compraba unas camisetas en uno de los negocios. En otros casos,
reclamado por las necesidades de la tienda, se han convertido en dependencias
comerciales.
Fig. 28. Algunas de
las casas tienen dos plantas con una empinada escalera interior. Sobre la
planta superior vuela una nueva cornisa que asegura la sombra.
Las calles del barrio antiguo son paralelas al río Bo,
que al pasar por Hoi An mantiene la dirección este-oeste. Las casas pasantes,
de calle a calle, se orientan por tanto norte-sur, teniendo siempre una fachada
a norte y otra sur; varias fachadas si se tienen en cuenta las del patio. Esta
correcta orientación permite diseñar de forma eficiente las fachadas. La
estructura del edificio consta de dos muros de carga laterales de fábrica sobre
los que se extiende el forjado de madera. Esos muros sobresalen del frente de
la fachada creando dos alas laterales que, combinadas con el vuelo de la
cubierta, crean un porche. Este conjunto de tres elementos opacos en torno a la
fachada, protege a sus huecos de la radiación solar. El vuelo de la cubierta
los protege del sol alto del mediodía y las alas laterales del sol más bajo y
lateral de unos momentos antes y después.
En ocasiones existe una segunda planta. Esta planta
también vuela y se convierte en la protección de la fachada. El objetivo
bioclimático de estas construcciones es muy sencillo, que no entre el sol y que
ventile bien, ambos están logrados y se han mantenido con el paso del tiempo.
Fig. 29. Casa con
fachada norte, con protecciones solares menores. Tenemos que darnos cuenta de
que en esta latitud el sol también da en la fachada norte.
La orientación oeste también se considera mala en las
construcciones vietnamitas. Para los pragmáticos occidentales lo sería porque
se trata de una fachada muy batida por el sol y muy difícil de proteger. Para
los orientales, que siempre buscan el simbolismo en todos los aspectos de la
vida, porque representa el ocaso del sol, el fin del día y la muerte. Así lo
entiende todo el mundo sin necesidad de explicaciones energéticas.
Las cubiertas son de teja, la que llaman teja china, y en ocasiones tienen una doble hoja, formando una cámara de aire entre ellas y evitando el sobrecalentamiento por el techo.
Fig. 31. Imágenes de
bonsáis o pon-sai delante del palacio
Thai Hoa de la ciudad prohibida en Hue.
Hay una presencia permanente en Vietnam, el bonsái, en este caso por influencia china. Tal vez no deban llamar exactamente bonsáis ya que se cultivan en macetas muy grandes al gusto chino y no en pequeñas bandejas como exige la ortodoxia de su cultivo japonés, pero lo cierto es que estos pequeños árboles se ven por todas partes. Los chinos, quienes los crearon, los llaman pun-sai. Para ellos tienen un carácter muy espiritual, se suponen que radica en ellos el alma de quien los cultiva y es un símbolo de eternidad y la unión entre lo divino y lo humano. Al principio me fijé en ellos en la tumba de Ho Chi Minh, luego los vi en los palacios y los templos, pero finalmente me di cuenta de que estaban en todas partes: flanqueando las puertas de un humilde comercio, en el jardín de una pequeña casa, en el balcón o la terraza de un inmueble, en todas partes. Incluso los vi en los barcos que recorren los ríos y las bahías. Un lugar donde me chocó fue verlos en las casas flotantes de la bahía de Ha Long. Allí recordaban al limonero que cuidaba con adoración Kevin Cosner en Waterworld. Intenté que me explicaran el motivo de esa presencia pero se limitaron a decirme que era por adornar, que les gustaba el aspecto que daban como elementos decorativos. Yo no me lo creí. Si les gusta la decoración podrían haber elegido entre millones de motivos, cada uno distinto. Yo creo que tiene algo más que tiene ver con la esencia del bonsái, con el culto a la naturaleza, con la intención de venerarla igual que lo hacen con el altar de los ancestros.
Fig. 32. Otras
imágenes de bonsáis. Arriba, delante de un comercio de carretera y abajo en una de las barcazas que recorren el río Perfume.
Salvo
excepciones todos estos arbolitos estaban muy mal cuidados, incluso los que supuestamente
adornaban los palacios. Debido a los muchos años que llevo cuidando bonsáis me
daba pena verlos tan descuidados. Tuve que contenerme en muchas ocasiones las
ganas de corregir alguna rama, cortar un brote, arrancar una mala hierba de la
tierra. Seguramente lo habrían interpretado mal. El único lugar donde encontré
bonsáis bien cuidados, incluso plantados en las macetas adecuadas, fue en el
templo budista de Thien Mu, donde no sólo había buenos ejemplares de ficus, el
más abundante, sino de otras especies más complejas de cultivo.
Fig. 33. A la
izquierda un bonsái de gran tamaño en un palacio en Hue y a la derecha el
jardín de bonsáis de la pagoda de Thien Mu.
Desde Hoi An me desplacé por carretera hacia Hue, la
antigua capital imperial. La circulación por carretera es muy lenta. La red de
carreteras no es muy buena, pero sobre todo se trata del respeto escrupuloso de
los límites de velocidad que mantienen. En el recorrido se pueden ver aún
parajes paradisiacos y vírgenes, como el pueblo de pescadores de Lang Co.
Supongo que el turismo no tardará mucho en personarse en estas tierras.
En ese desplazamiento por la carretera pude ver, entre
los arrozales, como los campesinos colocan las tumbas de sus familiares en
medio de las tierras que cultivan. En ocasiones parecen pequeños cementerios de
cinco o seis tumbas, a veces son lujosos mausoleos. Tal vez sea otra forma de
respeto a sus ancestros intentando tenerlos cerca. ¿Qué ocurrirá con los
cadáveres en las zonas húmedas de arrozales o en las tierras con los niveles
freáticos muy altos?
Como decía, Hue fue la capital imperial de Vietnam, con
su palacio y su ciudad púrpura prohibida. No tiene ni de lejos la grandeza de
la de Pekín pero mantiene una escala más humana y próxima a los ciudadanos. Sin
embargo la ciudad es poco interesante, más moderna que Hoi An y sin ninguno de
sus antiguos atributos imperiales. Sus palacios también están diseñados para
que se ventilen, como las construcciones populares, pero a pesar de la gran
necesidad de ventilación que tienen, pude ver delante de alguno de esos
palacios y templos un muro cortavientos situados a una veintena de metros.
Parece que también en oriente existen vientos que traen desgracias.
Lo mejor es que desde Hue se puede coger un barco para
recorrer el río Perfume, nombre que le viene aparentemente por el buen olor que
antaño desprendías las flores que lo flanqueaban. Hoy en día lo que se ve es
jungla, que no puedes evitar que te recuerde a todas las películas que se han
filmado sobre la guerra. En el recorrido te cruzan constantemente con barcazas
que transportan arena y grava para la construcción extraídas del río. También
hay muchos pescadores sobre pequeñas barquitas. El viaje resultó muy relajante,
a pesar de los recuerdos de la guerra, ya que la vista se pierde entre el verde
de una selva infranqueable y el azul oscuro del agua de ese caudaloso río.
Fig. 35. Pescadores
en el río Perfume.
Un poco más al sur de la zona que recorrí con el barco, en
la zona centro meridional del país, se encuentran los poblados de la etnia
Bahnar, uno de los grupos étnicos más interesantes de Vietnam. Actualmente son
más de un cuarto de millón de individuos, aunque es verdad que su población ha
crecido mucho recientemente ya que en 1976 no llegaban a los 80 000. Tienen una
lengua propia y siguen las costumbres religiosas de los animistas, igualmente con
veneración a los ancestros.
Fig. 36. Casa comunal
de la etnia Bahnar de la aldea de Kon Tumr.
Practican la cultura de la tala y quema para obtener
zonas para cultivos y para asentar sus aldeas. Aunque parezca una práctica
reprobable hay que pensar que están en una zona selvática donde no hay zonas
libres y que las zonas afectadas son pequeñas. Para evitar que el fuego se
propague incontroladamente, abren una trinchera de 1,5 a 2,0 metros en torno a
la zona que van a quemar. Una vez realizadas las quemas las denominan buenas o
malas según la calidad del suelo. La realizan sobre zonas boscosas con árboles
entre 10 y 15 años de edad y fundamentalmente planas. Una vez limpios los
terrenos, hacia el mes de abril, en la época seca, se dejan expuestos al sol
durante un mes o mes y medio para que se estabilicen.
Sobre este terreno se siembra y se asienta el pueblo, en una
zona colindante a ríos o riachuelos, ya que los límites de la aldea son siempre
elementos naturales. Allí suelen levantarse 10 grandes cabañas, que acogen a
unas 200 personas, y la casa comunal, la
Hnam rông, la construcción más importante del conjunto.
Fig. 37. Estructura
típica de las aldeas bahnar, con las viviendas todas ellas orientadas al sur y
la casa comunal en un extremo.
Las casas se agrupan las unas al lado de las otras dejando una separación mínima de “un tablero” y máxima de 50 m. Todas tiene la misma orientación y en un borde, normalmente, está la casa comunal. Lo más habitual es que el eje mayor de las casas sea este-oeste de modo que la puerta da a sur.
Las
casas de los Bahnar se levantan sobre pilotes de 1,5 m. Tanto las particiones
como el suelo se hacen con láminas de bambú anudadas entre sí con fibras
vegetales. En el centro está la zona de estar y en los bordes los dormitorios. Cada
casa tiene su propio hogar. Delante de la cabaña hay un porche que sombrea los
huecos. Los materiales que emplean son los del entorno, fundamentalmente el
bambú, pero también emplean troncos de otros árboles. La estructura se sostiene
sobre dos pilares centrales de madera y la cubierta la forman vigas y viguetas
atadas entre sí y con una cobertura de hoja de palma bastante gruesa. La
construcción de las nuevas cabañas siempre se realiza en la estación seca, tras
los trabajos en el campo.
Fig. 38. El interior
de la casa comunal bahnar es de trenzado de bambú para que pueda circular el
aire a través de su estructura.
Como
comentaba, la construcción más importante es la casa comunal. Debe ser la más
alta de la aldea, y a veces sus pilotes tienen 3 ó 4 metros de altura. Esto
unido a que la cubierta puede alcanzar 12, 15 ó 20 de altura, dan al conjunto
un aspecto imponente. La casa comunal se emplea para diversas funciones. En
ella duermen los jóvenes y hombres no casados de la aldea para que se vayan
preparando para fundar una familia, pero también para evitar los frecuentes incestos.
También es el lugar donde se entrenan para poder defender la aldea de
agresiones exteriores y donde se reúnen los miembros de la comunidad para tomar
decisiones colectivas. Finalmente, también se emplea para recibir a los
invitados y alojarlos si permanecen varios días en la aldea.
Fig. 39. Las
diferencias de presión que se alcanzan en el interior de la construcción,
debido a su gran altura, fuerzan la entrada de aire por los huecos que se dejan
en el arranque de la cubierta, como se ve a la derecha.
La
gran altura de la techumbre y el gran volumen de aire que contiene evitan que
la temperatura interior sea elevada, al disipar mejor el calor. Pero el mejor resultado
es el que obtienen de su altura, que provoca un efecto chimenea. El aire tiende
a moverse por diferencia de densidad y esto siempre se produce entre dos puntos
con alturas diferentes. Si la temperatura también es diferente el movimiento
del aire es aún mayor. En este caso las diferencias de temperatura son
pequeñas, en el
exterior están a los característicos 34 ºC y dentro podría bajar a unos
30 ºC. Esto da lugar a una velocidad de
desplazamiento de 0,5 m/s, si la cabaña tuviera sólo 3 m de altura. No es despreciable,
pero en una construcción de 15 m de alto puede aumentar hasta los 1,2 m/s. Pero
hay algo más que favorece la ventilación y es, por un lado, la permeabilidad de
la piel de la construcción, ya que el suelo y las paredes son de caña de bambú
trenzada con un alto grado de diafanidad, y que la cubierta es de palma,
igualmente permeable. Por otra parte, esa cubierta se recalienta al recibir la
radiación del sol hasta alcanzar temperaturas que pueden superar los 45 ºC. Si
fuera así, la velocidad sería de 5,4 m/s, que es como colocarse delante de un
ventilador, lo que reduce la sensación de calor en el interior en más de 6 ºC,
llevándola a confort. En la realidad, yo medí velocidades menores, en torno a
los 2 m/s, porque aunque el aire en la parte inferior entra por grandes huecos,
luego tiene que atravesar la cubierta y no una claraboya, y esa dificultad
reduce algo la velocidad. A pesar de ello es una estructura bioclimáticamente
muy eficiente. Los grandes faldones de la cubierta son ligeramente cóncavos, lo
que les da una mayor sensación de grandeza y altura. Me recuerda el éntasis de
los griegos en sus columnas; sitios tan alejados usando las mismas argucias.
Compartiendo territorio con los Bahnar están las aldeas
de la etnia de los Ede, con una población también significativa de unos 300 000
individuos. Probablemente sean de origen polinésico, algo que se puede intuir viendo
la forma de sus cabañas y la decoración interior, llena de representaciones
animales.
Fig. 40. Las casa
larga de los Ede. Pequeños pilotes permiten que también se ventile desde abajo
y que el agua de lluvia no entre al interior.
Los Ede viven en cabañas muy largas, de más hasta 200 m
de longitud por 6 de ancho, aunque lo normal es que sean de 40, 50 ó 60 m nada
más. Con esas dimensiones no es raro que se les denomine como “las casas
largas”. Las aldeas se conforman con varias de esas casas, todas ellas
orientadas norte-sur, a norte da la entrada de visitantes y a sur la zona
destinada a la vivienda. Eso deja los dos grandes laterales a este y oeste,
energéticamente las orientaciones más desfavorables, pero son casi ciegas y los
huecos que se abren en la parte baja de fachada se protegen por el vuelo y una
contraventana proyectante. Toda la estructura de la fachada y de las
particiones es de fibra de bambú trenzada. La cubierta es vegetal también, pero
en este caso de palma.
Fig. 41. Aunque los
dos grandes laterales están orientados a este y oeste, los grandes vuelos de la
cubierta evitan que pueda entrar el sol del amanecer o del anochecer.
En estas grandes casas viven varias familias juntas,
todas ellas siguiendo la estructura cultural matrilineal típica de los Ede, es
decir, es la línea materna la que se tiene en cuenta y la que se venera entre
los ancestros.
Fig. 42. El altar de
los ancestros en la casa larga de los Ede.
La última etapa en avión de mi viaje fue a la Ciudad Ho
Chi Minh, nombre oficial de la antigua Saigón. A mí esos cambios de nombres
artificiales de las ciudades o de los países, para recordar a alguien o algo,
no me gustan. Con el paso del tiempo tienden a recuperarse los originales, como
ocurrió en la Unión Soviética. Yo prefiero la denominación, aunque no sea
correcta de Saigón.
Saigón es una ciudad joven si se la compara con la
milenaria Hanói y eso se nota en su carácter cosmopolita, llena de modernos y
altos edificios. Es posible que con el tiempo se convierta en otro enclave
comercial como lo son ahora Singapur o Shanghái. Esto nos es óbice para que tenga 6 000 000 de
“hondas”, lo que la convierte en la ciudad con más motos del mundo. Se
encuentra en la antigua Cochinchina, a la que España envió tropas entre 1858
y1862 para ayudar a los franceses en sus afanes coloniales sin recibir nada a
cambio. Recuerdo haber oído muchas veces decir a mi madre que alguien se había
ido a la Cochinchina, o que aquel sitio estaba en la Cochinchina, cuando se
quería referir a un lugar muy, muy, muy lejano.
El clima en Saigón resultó sorprendentemente más
soportable. Aunque las temperaturas no cambiaban mucho y se mantenían
imperturbablemente en los 34 ºC, la humedad relativa era mucho más baja, entre
el 40 y el 60%.
Parecían visitas obligadas los hoteles y lugares donde
durante la guerra se reunían los corresponsales. Uno de ellos es la terraza del
Hotel Continental. Sin embargo me decepcionó mucho porque el hotel ha entrado
en decadencia y era imposible ponerse en situación. Sin embargo, el Hotel Rex
sigue manteniéndose muy vivo. Desde su construcción en la década de los 50 fue
lugar de reunión de la colonia francesa y luego de los corresponsales
americanos, desde donde emitían “las mentiras de las cinco”; huelga explicar
porque se llamaban así. Pasé una agradable velada en su azotea escuchando
música y con la panorámica del Saigón nocturno.
Un
aspecto que me gustó mucho de Vietnam, sobre todo cuando se trasnocha, es que
llevan la hora solar, algo que resulta gratísimo para el control del tiempo y
para equilibrar nuestros biorritmos. Por el contrario, el aspecto que menos me
gustó fue la lluviaAunque llueve durante todo el año, también en esta zona, la época de las lluvias y de las inundaciones, que puede durar un mes, es de septiembre a diciembre. Las vacaciones escolares suelen coincidir con estas épocas en las que es tan difícil desplazarse, más aún en el mundo rural. Es muy normal ver a los niños uniformados desplazarse de un lado para otro a la entrada y salida del colegio.
Un poco hacia el norte, en la costa situada entre Annan y
Cochinchina, en el centro meridional del país, viven los Cham. Son un grupo de
algo más de 160 000 personas con grandes influencias indias, lo que hace que
algunos de los grupos Cham profesen el brahmanismo y otros la religión
islámica. Las casas de los Cham son sencillas en sí, pero complejas en su estructura,
de bloques independientes en torno a un patio abierto y con una fuerte carga
simbólica. Los bloques que forman el conjunto son el sang ton, el sang mayau,
el sang lam, el sang ye y el sang ging o
cocina.
En el sang lam viven
los cabeza de familia y es donde se acoge a los invitados. Su puerta está orientada
a sur. Tradicionalmente sólo los aristócratas y los dignatarios religiosos
podían tener este tipo de casa. Se hace de maderas nobles y se decora
profusamente, hasta representar simbólicamente a un caballo fabuloso. La
cubierta es doble, de forma que se crea una cámara de aire ventilada para evitar
sobrecalentamiento. La hoja interior es de barro y paja, para aportar más
inercia térmica y la exterior, sobre una estructura vegetal, es de tejas; así
el riesgo de incendio es menor.
Fig. 45. El bloque
principal, el sang lam, con una doble
cubierta ventilada. La hoja interior es de tierra y la exterior de teja.
El bloque principal es el sang ton y se sitúa en el centro. Está destinada a personas
señaladas y de más de 50 años. Su puerta está orientada a este, el amanecer del
sol lo que para ellos representa riquezas. Su puerta no puede estar enfrentada
a la del sang mayau, el bloque que está
al otro lado del patio, porque se
generarían disputas entre ellas y afectaría a la paz de la familia. Las paredes
son de tierra, como en el resto de los bloques, pero el suelo es de tierra sólo
en la cocina y de madera en el resto. La fachada, de madera, son paneles
batientes que se pueden dejar completamente abiertos.
La cocina es la primera construcción que hace la familia
y se sitúa en el lado noroeste. En el fuego hay tres piedras organizando el
trípode de la cocina; allí residen los dioses del hogar. La puerta, que
representa la boca, debe estar
enfrentada a la puerta de la sang ye.
Fig. 46. Bloque del sang
ging
o cocina.
El sang ye se sitúa al noreste, que es la
orientación que representa fertilidad y crecimiento, por ese motivo debe
comunicarse con la cocina. Al ser un bloque muy importante tiene una estructura
antropomórfica en la que cada dependencia es una parte del cuerpo. La gran sala
es la cabeza, la sala central el pecho y allí se ponen las camas. La última
habitación es el abdomen, donde se guarda el grano y otros alimentos. La puerta
lateral que da al sang mayau es la
nariz, y la que se enfrenta a la cocina es la boca. La cumbrera representa la
columna vertebral, las vigas son las costillas, los listones son los nudillos y
la vegetación de la cubierta es el pelo. Como se ve, todo muy complicado.
Fig. 47. Estructura del porche para protegerse
de la radiación solar y de los portalones de la fachada utilizados en todos los
bloques.
Las
fachadas principales de todos los bloque se protegen con un porche formado por
el voladizo de la cubierta y, en ocasiones, cuando el sol bajo puede incidir
sobre ellas, por una celosía vertical de madera.
Fig. 48. El agua de color chocolate de los
brazos del delta del Mekong. Arriba una de las casas que se puede ver
en la ribera.
Desde Saigón se puede acceder al inmenso delta del río
Mekong, para navegar por alguno de sus intrincados ramales. El agua es color
chocolate, ya que el río arrastra los lodos que dan fertilidad a las tierras
que lo bañan. En el sinfín de islitas que se forman hay todo tipo de construcciones.
Las que pude ver estaban realizadas aprovechando la totalidad de la palmera de cocos.
Las cubiertas son de la hoja de la palma plegada en torno a un palo que la va
sostenido y que deben reponer cada 4 o 5 años. La estructura estaba hecha con
el tronco de la palmera e incluso el suelo, levantado del suelo como en otras
construcciones que ya había visto para evitar la humedad y la subida del río,
también es de su madera. Por supuesto el resto de la estructura está
completamente abierta para asegurar la ventilación.
También hay casas flotantes
en el Mekong, como en Ha Long, sin embargo aquí no tienen una fijación
definitiva, lo que las permite desanclarse y desplazarse por el río buscando otros
asentamientos, cuando el comercio lo precisa; son por tanto construcciones transportables,
como la yurta de los mongoles, pero por el agua.
Fig. 50. Construcciones sobre el agua en la
ribera del delta del Mekong.
La ventilación me acompaño en todos
los edificios que pude visitar, y en muchos de ellos la ventilación permanente
se establecía a través de un símbolo vietnamita que no logré saber qué
representaba. Tal vez salud o felicidad o fertilidad, no importa, se trata en cualquier
caso de un símbolo que supone confort y bienestar. De nuevo el simbolismo que
ayuda al correcto diseño bioclimático.
Fig. 51. La celosía, símbolo
de la ventilación y el bienestar.
Otros aspectos comunes en
las construcciones vietnamitas son la veneración a los ancestros y la
geomancia. Esa relación con la tierra
los chinos la llaman feng-shui y en occidente geobiología, pero en todos los
casos se trata de lo mismo, de buscar el lugar adecuado y realizar los edificios
en sintonía con la tierra y con el paisaje, evitando zonas patógenas y buscando
las más favorables. La relación con el sol, con el agua, con los vientos son
evidentes, pero a mí lo que más me gusta es algo que defiendo como una parte de
la arquitectura bioclimática, su integración en el entorno. Las construcciones
en Vietnam buscan la armonía con el paisaje, evitando dominarlo, ni con las formas,
ni con los colores, ni con los volúmenes.
Mi viaje de vuelta fue tan
pesado como el de ida, pero el cansancio hace más llevaderos los largos
recorridos. Creo que aprendí mucho de Vietnam, sobre todo que hay que buscar el
genius loci para saber cómo
construir; si no lo buscamos, o no lo encontramos, seguiremos haciendo la misma
arquitectura alejada del lugar que se hace hoy en día.
que chimba de articulo ñero.
ResponderEliminarSe hace un articulo muy agradable de leer y hay varios conceptos interesantes de bioclimatica, agradezco el haber compartido las experiencias del viaje, saludo desde Colombia.
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