viernes, 21 de noviembre de 2014

LAS PALLOZAS DE LOS ANCARES

Aprovechando dos días de fiesta y un fin de semana seguidos, hice un viaje al Bierzo para ver pallozas, una construcción popular que tiene su origen en edificaciones milenarias cargadas de historia, y que gracias a sus cualidades intrínsecas, pero también a las rehabilitaciones y la reutilización actual, se está manteniendo.

Las pallozas se encuentran en la sierra de los Ancares, a caballo entre las comunidades de Castilla y León, y Galicia. Allí todavía hay muchas pallozas desperdigadas por pueblos minúsculos perdidos en la sierra.  Algunas están arregladas, otras son simples ruinas.

El nombre de palloza proviene de la deformación de una palabra gallega pallaza.  Hace referencia al material de la cubierta, paja o palla. También se habla a veces de teitos, techos, aunque este nombre es más aplicable a las casas populares con techo de paja en Asturias. De hecho teito se refiere a cualquier construcción de techo vegetal, de paja básicamente.

Palloza

Aunque parte de esas pallozas están en pueblos de la comunidad de Castilla y León, me resultaba curioso oír cómo esos leoneses, con los que pasé unos días, hablan con un acento profundamente gallego. Eso simboliza el maridaje cultural de las gentes en las tierras fronterizas, frente a otros empeñados en separar.

Camino de varios de los pueblos que quería visitar se encuentra la antigua mina de oro de Las Médulas, parada obligada. Fue la mayor mina de oro del imperio romano a cielo abierto, y ¡bien que hicieron para que fuera a cielo abierto!

Los pueblos ibéricos prerromanos ya extraían el oro de la zona, pero lo hacían discretamente de los ríos y arroyos, filtrando el agua.  Pero en el siglo I los romanos empezaron a extraerlo a gran escala mediante una técnica que denominaron ruina montium. No hace falta saber mucho latín para imaginarse en qué consistía.

Los romanos canalizaban el agua de los riachuelos de montaña y la embalsaban en la parte superior de la explotación. Posteriormente, entre 10000 y 20000 trabajadores horadaban la montaña creando una cuidadosa red de galerías, con tramos completamente verticales de los que salían ramales horizontales que se quedaban a unos pocos metros del exterior de la falda de la montaña; el trabajo de topografía debía ser muy preciso para lograrlo.  Una vez terminado ese trabajo soltaban el agua acumulada en la parte alta por esos canales, de tal modo, que cuando llegaba a las galerías horizontales con la gran presión que le daba la altura, al encontrarse con la salida taponada, reventaba la montaña buscando la salida hacia el exterior. En ese momento se desprendía parte de la ladera cayendo al fondo del valle cargada de pepitas de oro. Aún se pueden ver las marcas de las galerías en los escasos restos de la montaña.

En esta foto de un resto de la montaña aún  se ven las marcas de las galerías que hicieron los mineros

La obra de infraestructura hidráulica fue enorme. Alguna de las canalizaciones para llevar el agua tuvo más de 100 km de longitud y en total superaron los 300 km.

Plinio el Viejo, que fue administrador de la mina, relata que se extraían 20000 libras de oro al año, algo más de 6500 kg. Teniendo en cuanta que la explotación duró 250 años, se puede calcular fácilmente la cantidad de oro que se llevaron los romanos en ese tiempo. Para ello probablemente se removieron 500 millones de m3 de tierras, lo que supuso desfigurar completamente el paisaje.



Algunas imágenes del prodigioso paisaje que dejó la mina

Camino de Las Médulas hay que atravesar un bosque de castaños. Los troncos de estos castaños centenarios, gruesos y retorcidos, crean formas e imágenes de todo tipo, pero siempre dolidas y fantasmales. Sin embargo a mí no me dan la impresión de sufrimiento o penar, sino de magia. Parece que se vayan a transformar en cualquier momento en seres hablantes para conversar con nosotros, y contarnos todo lo que han visto pasar durante años y preguntar por nuestras propias vivencias para acumularlas en su bagaje.  Para mí los castañares son lugares mágicos donde podría ocurrir cualquier cosa sin que nos extrañara demasiado. Todos los años suelo ir al castañar de El Tiemblo, en Ávila, a recoger castañas del suelo y moverme entre estos fantasmas, como contaban Wenceslao Fernández Flórez en su novela y luego José Luis Cuerda en su versión para el cine, El bosque animado.



Castaños mágicos

La actuación de los romanos en Las Médulas fue una increíble obra de ingeniería pero también muy poco sostenible. Hicieron desaparecer por completo la montaña creando un nuevo y extraño paisaje, atractivo paisaje también diría. Como obra de ingeniería es encomiable pero es todo lo contrario a algo ecológicamente admisible. La destrucción del ecosistema, no sólo el paisaje, sino de su biodiversidad, debió ser brutal.

Antes de la explotación romana de la mina la zona estuvo ocupada por comunidades agrarias o mineras que vivían en castros. Los castros eran poblados fortificados constituidos por construcciones de planta circular hechas con muros de piedra, al menos las que duraron hasta la Edad Media, ya que las más primitivas pudieron ser de muros vegetales. Castrum en latín significa fortificación, que es el concepto básico de estos asentamientos. Eran de origen celta y se situaban en el noroeste de la Península Ibérica, en Galicia. Dentro del recinto formado por la muralla vivían varias familias, cada una en su cabaña circular, autónomas en sí mismas pero formando parte de una economía colectivista.




Las pallozas

Cuando por fin pude ver las pallozas comprobé que respondía a todo aquello que había leído previamente para documentarme. Formalmente las pallozas son muy sencillas, ya que son construcciones de planta circular u ovalada, probablemente herederas naturales de aquellos castros celtas. Para entenderlas hay que entender los castros e imaginar cómo evolucionaron.

Avalan la idea de la evolución investigadores como García Beillido, García Mercadal y Torres Balbás. Hay también opiniones un poco diferentes, pero que señalan probablemente el mismo origen, como la del arquitecto inglés Mark Gimson, que decía  que “existen diferencias importantes entre las aldeas de los castros y las de las pallozas. En los castros las cabañas se usaban sólo para vivir, ya que los animales eran propiedad de la tribu y había edificios comunales. Por el contrario las pallozas acogían una familia entera y a sus propiedades, incluidos los animales. Las pallozas son descendientes de los castros y son un ejemplo de la tradición constructiva que evolucionó poco a poco”. El cambio más importante debió ser pasar de una economía colectiva a una individual pero 2000 años de evolución dan mucho de sí.

Palloza en O Cebreiro

Hay pallozas en mucho pueblos. Los asentamientos más importantes están en Campo del Agua, una pedanía de Villafranca, Piornedo, Pereda de Ancares, Balouta, Candín, Lumeras, Sorbeira, Cantejeira, Burbia, Suarbol, Balboa y O Cebreiro.

Las pallozas primitivas tenían una planta circular, que probablemente evolucionó posteriormente a una forma ovalada. Su base es un muro de piedra, de pizarra en la zona oriental de los Ancares o de granito en la occidental, que podía alcanzar el metro de espesor. Son piedras generalmente toscas, asentadas con un mortero de barro y arena obtenida de la misma piedra. Dado su grosor se levanta con dos hojas, la interior y la exterior, y entre medias se rellena con piedra más pequeña. Su altura es reducida, dependiendo de la pendiente, porque casi siempre estaban en pendiente. Podía ir de 0,5 a 2 m de altura. En terrenos planos suelen ser de 2 m. La parte superior del muro se rematan con unos troncos de madera llamados suleira o solera.


Estructura y asentamiento de muros de piedra

La palloza suele ser relativamente grande, entre 7 y 12 metros de diámetro, o de anchura si son ovaladas. Las más habituales tiene entre 300 y 350 m2  de superficie en planta. Para cubrirla necesitaban de una estructura de madera compleja para poder salvar toda esa luz y servir de apoyo a la paja de la cubierta. Cuando se quisieron hacer más grandes fue necesario empezar a hacerlas más alargadas, en primer lugar evolucionaron a la forma ovalada y luego a casi rectangulares, manteniendo en el lado corto la luz máxima que eran capaces de cubrir. A pesar de esa simplificación, la estructura de madera de castaño se fue haciendo más compleja con esos cambios.


En estas fotos se ven las vigas cumés arrancando de la suleira que remata el muro de piedra

El muro de piedra sólo era de cerramiento. La estructura de madera de la cubierta se apoyaba sobre soportes de madera que salían de una piedra plana colocada sobre el terreno, los forcados, y que se adosaba lateralmente al muro para resolver los empujes laterales de la cubierta, por lo que hacía de contrafuerte. De ellos salían los maderos más largos, las tixeiras, que llegaban hasta la parte más alta, donde se ataban y apoyaban entre ellos. Otros más cortos, los esteos, se apoyaban en las texeiras. Y finalmente, en sentido horizontal, las ripias. No se trataba de ripias planas en general, sino de palos donde se colgaban los atados de paja. Las tixeiras o tijeras, una especie de cercha, se unían de lado a lado a modo de tirante inferior mediante una viga horizontal de madera llamada viga madre. Finalmente, uniendo los remates superiores de las tijeras se colocaban los cumés, la viga principal, con una pendiente de unos 45º, para asegurar la salida del agua de lluvia.

En la parte inferior se ve la viga madre que hace de tirante de las tijeras

La paja del teito es de centeno. A ese techo se le llama colmado. Hay que obtenerla sin que se rompa, por lo que la eliminación del grano no se hace en la trilla sino majándola. Con la paja se hacen gavillas. Para ir colocándola en las ripias se moja previamente para que esté elástica. En algunas de las pallozas que vi, la gavilla sobresale del muro para que desagüe y no moje la pared, pero en otras vi que remataba sobre una laja de piedra que era la que hacía de vierteaguas.


En estas dos pallozas se ve el vierteaguas de pizarra sobre el que acomete el colmado

El grosor de esa paja puede ser de unos 40 cm, aunque se habla de espesores de hasta un metro, que yo no llegué a ver. Suponiendo que la paja esté  seca y bien apretada en las gavillas, el teito podría tener una transmitancia térmica entre 0,075 y 0,100 W/m2·K. Esto puede parecer bajísimo pero es que se trataría de 40 cm de un material que se puede considerar un auténtico aislante térmico. La realidad es que la paja estará parcialmente húmeda en invierno y que las gavillas no se habrán ajustado todo lo debido por lo que es posible que finalmente se pierda hermeticidad y capacidad aislante.  Sin embargo el muro de piedra tiene una transmitancia mucho mayor, entre 2,1 y 2,5 W/m2·K.


En estas dos fotos se aprecia el grosor de la paja

Para completar una cubierta de tamaño medio puede hacer falta la plantación de centeno de una hectárea. Cuando recientemente se han rehabilitado algunas ha sido necesario traer el centeno de fuera porque la economía local no producía suficiente. La paja puede durar unos 20 años, aunque cada 2 ó 3 habrá que ir reparándola, reponiéndola parcialmente.


Palloza de cubierta cónica y palloza de cubierta en quilla de barco, con un hórreo delante

Cuando la planta es circular la cubierta suele ser cónica, pero cuando es ovalada o rectangular tiene forma de quilla de barco invertida.

Planta y sección de una palloza circular

Interiormente estaban separadas en dos zonas, una dedicada a los animales y otra a la familia. Esta segunda zona estaba ligeramente más alta que la dedicada a los animales, tal vez para dejar que el calor ascienda hacia ella. Entre ambas un tabique de tablas. Una de las paredes de piedra servía de apoyo al horno. Frente al horno, en el centro de la palloza está la zona vividera, la denominada lareira, del latín lar, hogar, en torno a la que se construyen unas bancadas que servían de mesa o de asiento. En medio del hogar, sobre unas grandes lajas de piedra se hace el fuego de la cocina. Las alcobas se disponen rodeando el horno y el fuego, para caldearse.


Si nos fijamos en el arranque de las puertas, en estas dos pallozas se aprecian las dos alturas interiores diferentes. Las puertas de la izquierda son la del ganado, más bajas y grandes, y las de la derecha son la de la familia, más altas y estrechas

Para evitar que las chispas del fuego pudieran prender la paja de la cubierta, sobre la lareira se colocaba una losa de piedra llamada cainzo, en la que se secaban las castañas.

Más allá de los dos planos de la vivienda y el establo, la palloza puede tener varios niveles. Lo más sencillo es hacer un sobrado sobre la parte alta de la cuadra y almacenar en ella el forraje para los animales, pero también se hacen esos altillos en otras zonas de la palloza para reducir su altura y crear almacenajes o, incluso, dormitorios de invitados. Hacer estos altillos es muy sencillo debido a la gran estructura de madera que utilizan para la cubierta.

Aunque hay estudios que hablan maravillas del hábitat interior de las pallozas, porque eran capaces de mantener entre 10 y 14 ºC dentro frente a 10 ó 20 ºC bajo cero exteriores, sin quitarles valor a esos logros, creo que distaban mucho de ser espacios confortables. Aunque la cubierta sea muy aislante y no haya casi huecos, el gran volumen de la palloza, ligeramente fragmentado por los sobrados, hace muy difícil su calentamiento sólo con el hogar, el horno y los animales. Es normal que no se consiguieran temperaturas mayores. De tener menor tamaño y estar totalmente recubiertas de madera, habrían permitido obtener mayores temperaturas en invierno, pero en verano habrían sido demasiado calurosas.


Estas pallozas ya están acondicionadas con calefacción, como se ve por las chimeneas

Una referencia literaria antigua, del magistrado Eugenio de Salazar, en el siglo XVI, dudando de su habitabilidad, decía de las pallozas que tenían “dos puertas, una a oriente y otra a poniente, ni por una se ve el sol, ni por otra se descubre el cielo … en las dichas casas no hay sala, ni corte, ni retrete, … toda la casa es un solo aposento, como ojo de compromiso, y en él están los hombres, los puercos, los bueyes, todo pro indiviso … están cubiertas con unos cimborrios de paja fina, que cuando lo vi bien pensé que eran los verdugados que salían desterrados de Castilla”. No era una descripción muy positiva.

En lugar de ventanas simples ventanucos en esta palloza

Como se decía en esa descripción, sólo había dos huecos, la puerta de la familia, pequeña, y la de los animales, más grande. A pesar de ello he podido ver huecos hechos en el muro, no sé si originalmente o hechos con el paso el tiempo. Algunos son pequeños ventanucos cerrados con contraventanas, pero otros son ya ventanas casi de proporciones normales.



Palloza en Balboa con huecos convencionales modernizados

A pesar de tener un horno y una chimenea de leña que hacía de cocina, no tenían salida de humos específica. Esto es muy normal en los teitos, porque el humo puede salir entre la paja y al tiempo que lo hace la higieniza y evita la proliferación de insectos, arácnidos y pequeños roedores. De haber sido las ripias de tabla y no de palo no habría sido posible. Lógicamente el interior era muy oscuro y tenebroso, donde lo único que iluminaba era la fogata, que seguramente proyectaba una sombras que recordarían a los castaños del bosque.


Interiores donde se aprecia el uso de ripias en forma de palos toscos y la paja de centeno vista por debajo

Parte del calor interior lo aportaban los animales. El calor metabólico aportado por un animal depende en gran medida de su masa. Para calcular el calor emitido dentro de la palloza por los mamíferos en estado sedentario basta aplicar la ley de Kleiber, 3,4 x m0,75, donde m es la masa del animal; dará el resultado en vatios. Por ejemplo, una vaca de 600 kg emite 412 W, y una oveja de 20 kg, 43 W.

En O Cebreiro, una pedanía de Pedrafita do Cebreiro, prácticamente no hay otras construcciones más que pallozas.  Llueve casi permanentemente, lo que permite que la paja de centeno de las cubiertas se mantenga húmeda y elástica evitando que se fracture y que por ahí entre el agua. Después de un comienzo del otoño primaveral en este año, aquello era ya un otoño invernal, con una aguanieve heladora. Había varios restaurantes, posadas, hospedajes y bares en el pequeño O Cebreiro, pero todos estaban cerrados menos uno, en el que pude entrar para refugiarme del frío, después de pasear entre las pallozas y verlas en su ambiente.

La imagen del exterior era la ideal para ver las pallozas, una bruma que no dejaba ver más allá, una fría llovizna y un viento desgarrador. Todo ello creaba una sensación térmica de varios grados bajo cero, lo que acompañado de una vestimenta inadecuada, más de otoño que invernal, y unido a una cierta soledad, creaba el escenario adecuado.


Pallozas en O Cebreiro bajo la bruma del día

Hoy en día se están rehabilitando las antiguas pallozas e incluso se están construyendo nuevas. Creo que es una tipología a conservar a la que podría dársele nuevos usos, como la de bar o restaurante, como las que vi en Balboa, que han mejorado su habitabilidad incorporando calefacción, pero, porqué no, también recuperando los usos residenciales originales.