miércoles, 31 de julio de 2013

LAS CASAS NORUEGAS DE MADERA CON TECHO DE PASTO


LAS CASAS NORUEGAS DE MADERA CON TECHO DE PASTO

En 1999 tuve la ocasión de recorrer Escandinavia con mi mujer y mis dos hijos adolescentes, subiendo por la costa atlántica hasta Cabo Norte, las tierras más septentrionales del mundo, y bajando por la costa báltica. Mi intención era ver la arquitectura nórdica de madera y entender cómo se acondicionaban y se protegían de las bajas temperaturas exteriores. De todo lo que vi, la tipología que mayor impresión me causo fue la de las casas de madera noruegas con techo vegetal de pasto. Esta tipología de casa es muy parecida a las que pueden verse en los otros países escandinavos, como Dinamarca, Suecia o Finlandia, pero en estas casas su techo vegetal le da un carácter especial. 


Fig. 1. Casas noruegas de techo de pasto confundidas con el entorno.
A pesar de su latitud, el clima de Noruega, que es continental subártico, frío y húmedo, es mucho más templado que en otras latitudes similares, como Alaska o Siberia, gracias a los efectos moderadores de las aguas cálidas de la deriva noratlántica de la corriente del Golfo de Méjico, que fluye a lo largo de la costa del país. Indudablemente la región es fría durante la mayor parte del tiempo, incluido el verano meteorológico, ya que las temperaturas se mantienen muy por debajo de cero ininterrumpidamente durante días o semanas, con una humedad absoluta muy alta que ayuda a incrementar la inconfortabilidad. Es decir, un clima con largos y duros inviernos pero con veranos suaves, que se convierten en fríos cuando superamos el Círculo Polar por falta de radiación solar.



Nuestro viaje comenzó en Oslo, aunque pasamos esa primera noche en Sandvika, un pueblo de los alrededores. No estaba muy lejos, pero para ir a Oslo teníamos que coger un tren que salía del centro del pueblo y que tardaba más de media hora en hacer el recorrido. Como eran más de las nueve de la noche y suponiendo que estaría todo cerrado en Oslo, preferimos quedarnos en Sandvika y tomar nuestro primer baño de cultura nórdica en este pequeño pueblo. Decidimos buscar algún sitio para cenar y lo único que encontramos abierto fue un supermercado, que permanecía abierto hasta muy tarde, según los hábitos noruegos. A partir de entonces fue un gesto repetido, no sólo porque comimos muchas veces de supermercado, sino porque siempre eran de la misma cadena, RIMI.


Oslo, situado al sur de Noruega, está a 59,92º de latitud. En esa latitud la altura máxima que alcanza el sol al mediodía del solsticio de verano, cuando todos los escandinavos celebran el día más largo del año y el sol de medianoche, es de poco más de 53º, frente a los más de 70º que en esos días tendríamos en la península. Eso provoca que los rayos solares, más inclinados y sesgados, tengan que atravesar mucha masa atmosférica, perdiendo energía en el camino y llegando a la tierra con poquísima intensidad. Por eso, como he dicho, sus veranos no son calurosos. Yo recuerdo que en ese viaje tenía que ir vestido parte del día con ropa invernal, aunque fuera verano.


Fig. 2. Rayos sesgados del verano sobre las tierras boreales.
En invierno, al mediodía del solsticio, la altura solar es de algo más de 6º, casi un rayo horizontal, como si estuviera amaneciendo permanentemente, incapaz de calentar o iluminar. En el Cabo Norte, al otro extremo del país, a 71º de latitud, en junio, en el solsticio, la altura de culminación sólo alcanza los 42º, pero en julio ya baja a 38º y en agosto, cuando en España pasamos un calor asfixiante por la gran cantidad de radiación que recibimos, allí se alcanzan sólo 29º, poco más de la altura solar en España, pero en el solsticio de invierno. Por supuesto, en el solsticio de invierno no llega amanecer y soportan 24 horas de oscuridad.



Fig. 3. Los rayos solares no dan sobre las tierras por encima del Círculo Polar cuando llega el invierno boreal.
Los círculos polares están situados a 66º 33’ y, como consecuencia de la inclinación del eje de rotación de la tierra con relación a su plano de desplazamiento en torno al sol, la eclíptica, se fijan como los puntos donde los rayos solares son tangentes a la superficie de la tierra en los solsticios. Como el ángulo de inclinación es de 23º 27’, su complementario, 66º 33’, fija la posición del círculo polar. Las tierras que se encuentran en la zona ártica son aquellas en las que se dará el día o la noche de 24 horas al menos una jornada al año.


Por eso en invierno no pueden aprovechar la radiación solar para calentarse y casi ni siquiera para iluminarse, mientras que sus veranos son más bien frescos o incluso fríos. Ante este dilema energético, la sabia arquitectura popular propuso allí aislar bien las casas, cerrarlas al exterior casi sin huecos, innecesarios por otro lado ya que no hay luz que aprovechar, calentarlas con un combustible sostenible como la biomasa, y emplear materiales constructivos adecuados para hacer un uso ajustado de esa biomasa y convertir su uso en plenamente adecuado.


Noruega es un país de historia propia reciente. Ha estado siempre en manos de suecos o daneses y sólo es independiente desde 1905. Tuvieron su época de mayor gloria en el periodo vikingo, en el que desde su territorio llegaban atemorizantes a casi todos los puntos de Europa. Por el Atlántico bordeando todo el continente, o navegando los grandes ríos europeos hasta el Caspio y el Mar Negro, incluso fue llamativa su presencia en la antigua Bizancio. También fueron capaces de llegar hasta América, a la que llamaron Vinland, y de poblar todas las islas del norte de Europa. En Oslo se conservan los tres únicos barcos vikingos que existen. Uno de ellos en muy buen estado porque se supone que fue el barco mortuorio de una princesa del siglo IX. Se le denomina el barco de Oseberg, mide 22 m de largo y estaba pensado para emplear a 30 remeros. En su interior se encontraron carros, trineos y un sinfín de objetos.


Al atardecer de uno de los días siguientes llegamos a Trondheim, que es una pequeña y ordenada ciudad, la tercera del país. Se organiza sobre una trama ortogonal, fruto de la urbanización que siguió a un incendio muy destructivo, ya que todas las casas eran de madera. A la orilla del río que atraviesa la ciudad, el Nidelva, vimos un conjunto de casas sobre palafitos sobre el mar, lo que no deja  de sorprenderme nunca. Hay que pensar que la estructura palafítica acuática, frecuente también en climas tropicales, no está justificada por el clima, sino por criterios comercial, ya que eran grandes almacenes que se abastecían desde el agua. En la plaza principal de la ciudad estaba la estatua del rey vikingo Olav I, fundador de la ciudad, protegiendo de los incendios con su mirada las nuevas casas de madera que conforman sus calles. Su cabeza estaba tocada por un casco sin cuernos, porque los cascos vikingos no llevaban cuernos, eran los cascos de los bretones los que los llevaban. En el puerto había una pequeña lonja de pescado que encontramos cerrada, pero que a la mañana siguiente pudimos visitar y ver lo que vendían, entre otras cosas gambas por litros, uno de los recursos de su monótona e insípida gastronomía.

Al final de la tarde llegamos a Mo-i-Rana, una ciudad industrial, en la que la trama parece responder más a un deseo de funcionalismo que a una concepción propiamente urbana. Los edificios se situaban sin hacer ciudad, simplemente colocados los unos cerca de los otros. Ya nos habíamos dado cuenta de que a pesar de ser ciudades con pocos habitantes, abultan mucho ya que los edificios se separan los unos de los otros ocupando ese territorio deshabitado del que disponen. Es esa la  esencia de la soledad propia de todos los escandinavos, encerrados en sus casas durante meses, sin luz y sin vecinos con los que hablar.

Fig. 4. Casa de madera con un solo hueco.
Recorrer Noruega es complicado. Ocupa las partes occidental y septentrional de la península Escandinava. Tiene una costa de origen glaciar muy recortada creando fiordos, con un territorio muy montañoso. Las carreteras son malísimas, no sólo por el trazado enrevesado al que obligan los fiordos, sino por el firme, que está siempre destrozado por las heladas, y por lo estrecho de la calzada que obliga a parar en ocasiones para dejar que pasen otros vehículos. Pero lo peor eran los noruegos, que conducen muy lentamente y muy mal en general. Era muy habitual que pasáramos horas circulando a cincuenta kilómetros por hora tras un potentísimo Volvo, sin poder adelantarlo.


Casi un tercio del país se encuentra al norte del Círculo Polar ártico, lo que quiere decir que al menos tiene un día al año sin que salga el sol. Su línea de costa es, en proporción con su área, mayor que la de cualquier otro gran país del mundo. Todos estos factores geográficos han tenido gran importancia en el desarrollo histórico y económico del país, más vinculado al mar que a la tierra, que por otro lado está limitada por la pequeña porción de tierra apta para el cultivo. Sin embargo, el mar ha influido en su desarrollo cultural, comercial y social, y ha tenido gran influencia en el contacto de los vikingos noruegos con otros pueblos.


La cercanía de los noruegos con la naturaleza está muy presente en su arquitectura tradicional, contribuyendo a sus peculiares características nacionales. Me refiero concretamente a la madera, que forma parte  de la cultura noruega. El hecho de que siempre haya estado al alcance de todos en cualquier lugar y para cualquier economía, en este clima las casas de piedra fueran simplemente un símbolo absurdo de riqueza, ya que requerían mucho esfuerzo para su construcción y mucho combustible para hacerlas habitables. Sin embargo, tanto las gentes del mar como los granjeros eran también carpinteros y construían sus propios barcos y casas.


Fig. 5. En la base del glaciar Svartisen.
A lo largo del recorrido alcanzamos a ver el glaciar de Svartisen; era la primera vez que veía de cerca un glaciar. El espectáculo era grandioso, de esas imágenes que te proporciona raramente la naturaleza y que te dejan el espíritu en vilo y la respiración en suspenso. Yo ya lo había sentido en otras ocasiones, ante las cataratas de Iguazú, donde se juntaba la imagen con el sonido y el aroma de la jungla, y en las dunas del desierto del Sahara, donde se mezcla la imagen con el silencio y el tacto de la arena. Aquí la sensación era la de ver a un gigantesco ser de otro tiempo, un dinosaurio de hielo, que se resiste a morir, y que se mueve con la lentitud de su edad y la tranquilidad del tiempo. No se ve su cabeza ni su cuerpo pero se siente que todas sus partes están vivas. Aprecias cómo se mueve lentamente, como se autodestruye convirtiéndose en agua y desgajando parte de su cuerpo para que nuevas masas nazcan arriba en la montaña, dándole nueva vida. A veces esa muerte, necesaria para dar vida a otros, es dolorosa, y el glaciar chilla y cruje con violencia, sin ocultar su dolor. Tuvimos ocasión de apreciar ese grito y verle llorar agua sobre el lago. Pero todo ello era para que la vida pudiera seguir su curso. Al recordarlo pienso también en la madera, su otro gran vínculo con la naturaleza, que también debe morir, descomponiéndose en nutrientes, alimentando a seres minúsculos y a la propia tierra, para que otros árboles puedan crecer y repetir el ciclo vital.


Fig. 6. Casa clásica de madera.
Aunque las construcciones noruegas responden perfectamente al dibujo infantil de una casa, si sabemos mirlas podemos encontrar en sus pequeños detalles tantos encantos como en un glaciar. Hay pocas diferencias tipológicas entre ellas, pero aunque podamos encontrar algunas que nos permitan clasificarlas todas tienen la compacidad como elemento común. Hay que pensar que los edificios pierden calor por su piel, y que cuanta menos superficie de piel necesiten menos energía perderán. Ésta es una de las bases del aislamiento, que su forma ayude a conservar el calor. La formas compactas, o con bajo factor de forma, son las más adecuadas. El factor de forma es el cociente entre la superficie exterior y el volumen interior habitable. La forma geométrica que tiene el factor de forma más bajo es la esfera, y por tanto las formas de planta cuadrada, que son las más asimilables a una esfera son las más compactas y eficientes energéticamente.

Fig. 7. Las formas de estas construcciones son siempre muy compactas.
A pesar de esa compacidad común a todas las viviendas, el número de plantas e, incluso la estructura interna, son variables. Aunque la cabaña de una sola habitación es el tipo más habitual, hay plantas compuestas de entradas con vestíbulo, pequeñas despensas o almacenes, cocinas independientes, dormitorios y estancias multiusos. Incluso hay muchas variaciones de esta planta más compleja, desde la vivienda de dos habitaciones simétricas con una segunda estancia a modo de sala, hasta las  casas más grandes con doble fila de habitaciones que se prolongan a lo ancho de la casa sin particiones longitudinales, o las de planta cuadrada dividida en cuatro salas. Existen incluso composiciones singulares de tres plantas,  en las que la planta baja se usa como establo y almacén, y las plantas superiores para los dormitorios y el resto de las estancias. Todo ello me hace pensar que las distribuciones interiores no son determinantes en el comportamiento bioclimático de las casa.

Fig. 8. Construcción de dos plantas.
Cuando hay un eje longitudinal, se suele sitúa en dirección este-oeste para orientar al sur los dormitorios y las estancias. En esta fachada es donde suelen estar las ventanas, si las hay, de modo que el sol invernal entre en los espacios interiores y aporte bienestar psicológico más que autentico calor.


Estas viviendas representan el edificio principal de las granjas. En  cuanto a la distribución geográfica, se pueden ver diferencias tipológicas en cuatro zonas, Gudbransdalen, Telemark, Trnødelag y Vestlandet.


Gudbransdale se encuentra al sur de Noruega. Es un valle de clima continental con inviernos fríos y nevados, y veranos templados y secos. La orientación divide los asentamientos en granjas que miran al suroeste, la más soleada, al norte del valle, y las que miran al noreste, en el lado opuesto del valle. Las plantas tipo en esta zona son sencillas y las casas normalmente tienen un hogar abierto en el centro de la habitación principal sin chimenea exterior. Las paredes de madera se trataban por el exterior con brea y aceites orgánicos, y duraban hasta doscientos años. El modelo predominante de asentamiento agrario es el de doble pario, donde las construcciones anejas a la granja se organizaban alrededor de los dos patios, uno para actividades humanas y el otro para los animales; entre medias se suelo colocar el establo. Los asentamientos sólo ocupaban las zonas llanas del valle y constituían entidades cerradas.


Telemark consta de un pequeño borde costero al sur de Noruega y multitud de ríos y valles que alcanzan las montañas del interior; sus condiciones climáticas varían de acuerdo a la geografía. Las granjas se construían sobre lugares abruptos y los edificios se agrupaban a menudo en dos filas a lo largo de una calle, quedando hacia el sol en la zona más elevada los destinados a viviendas. La construcción principal consistía en una zona de estar (stue) que podía tener tres habitaciones, dos pequeñas habitaciones al final del edificio utilizadas como entrada y dormitorio, y la tercera, la principal, la zona de estar de usos múltiples. Además, había construcciones aisladas, como establos, graneros y edificios pequeños para diversas labores de la granja.

Trnødelag se sitúa en el centro del país y tiene una amplia línea costera. Está dominada en su totalidad por un clima húmedo de inviernos relativamente templados. Las diferencias en el paisaje hacen que en los valles septentrionales las agrupaciones sean casas de campo organizadas en filas como en Telemark o como el modelo de doble patio de Gudbransdalen, sin embargo la granja más común es del tipo patio cerrado. El edificio más importante de la granja es el que alberga la zona de estar y los dormitorios, y es una evolución de la casa aislada de una habitación, a la de tres o incluso a la de seis u ocho alineadas. En las zonas costeras la localización y el diseño de las casas estaba en función del viento procedente del mar. Los almacenes se situaban en la zona más expuesta y se agrupaban en el muelle del puerto, mientras que las tiendas y viviendas se alejaban de la costa dando la espalda al viento, y protegiéndose con una trama espesa de árboles.

Finalmente Vestlandet comprende la costa oeste expuesta a las tormentas del Atlántico, con fuertes vientos y lluvias, pero con temperaturas más templadas y estables. Las comunidades tenían una economía mixta basada en la granja y la pesca, lo que muchas veces les suponía un desplazamiento estacional. Había dos estructuras básicas, las casas alargada y el agrupamiento de casas. Pese a que los edificios de estructura autoportante se conocían, el más característico es la fila de edificaciones de faldones continuos, que podían albergar varias funciones. En algunos casos los edificios se comunicaban con un corredor cubierto, con un almacén encima bajo cubierta orientado al sur. Cuando el terreno lo permitía, el edificio se colocaba para que la longitud no excediera de los 15 m en dirección a los vientos predominantes.  
Fig. 9. Campesina delante de su casa con techo de pasto.
Aunque pudo haber influencias foráneas importantes, el uso de la madera se mantuvo. Por ejemplo, el muelle Bryggen en Bergen, que está constituido por una fila de estrechas construcciones de madera alineadas a lo largo del muelle,  procede de los mercaderes de la Liga Hanseática alemana que originalmente tenía allí su base. Lo mismo pasó cuando en el siglo XVII el rey de Dinamarca fundó varias ciudades en Noruega. Dos de ellas, Kongsberg y Røros, se establecieron como apoyo a la explotación minera, con edificios de estilo barroco. Sin embargo, con la llegada del siglo XX, los arquitectos noruegos empezaron a inspirarse en la tradición popular en un intento de crear una arquitectura con carácter nacional.

Fig. 10. Casas de madera sobre palafitos en la orilla del río Nidelva.

Los noruegos desarrollaron perfectamente la técnica de construcción con troncos o lafting. Todas estas casas tradicionales de troncos de madera representan el uso de un material constructivo sostenible, ya que no se agota si se cultiva y explota coherentemente. Por otra parte es un producto local, es decir, responde a la segunda premisa de la sostenibilidad, el recurso del entorno inmediato. No se puede decir que se trate de un material estrictamente aislante, sin embargo, entre los materiales utilizados tradicionalmente en construcción es el que mejor se comporta cuando hay que protegerse del frío. Una madera frondosa y densa, de unos 750 kg/m3, tiene una conductividad  de 0,29 W/m·K, que podría llegar, en el mejor de los casos a 0,20 W/m·K, si se tratase de madera de una conífera. La resistencia de un muro de troncos de un espesor medio de 20 cm daría lugar a una transmitancia térmica entre 0,85 y 1,60 W/m2·K. Hoy en día, cuando nos exigen valores por debajo 0,50 W/m2·K no daríamos por buenos estos valores, pero hace años eran mucho más de lo que se podía esperar.  El granito tiene una conductividad diez veces mayor y la tierra es cinco veces peor, y aunque los espesores de los muros con estos materiales suelen ser mayores que los que se emplean con madera, la transmitancia térmica aún sería mucho mayor, entre  2,6 W/m2·K para la piedra y 2,2 W/m2·K para la tierra.


En algunas de las construcciones de mayor nivel, cuando los propietarios manejaban bien los útiles de carpintería o lo podían encargar a otros carpinteros, las casas tenían también un recubrimiento interior de tabla de madera, lo que generaba una cámara de aire aislante, aumentaba el espesor de la madera y reducía el riesgo de infiltraciones de aire frío; eran soluciones muchos más aislantes. Exteriormente se conserva el arbolado perenne del entorno y se crean, a modo de apoyo, nuevos cortavientos para evitar las infiltraciones y pérdidas de calor causadas por el viento frío.


Fig. 11. Interior recubierto con otra hoja de madera para mejorar el aspecto, la hermeticidad y el aislamiento.
El mayor problema que tenían las soluciones con troncos es la falta de hermeticidad y el riesgo de que el aire frío se colara entre las uniones. Por eso, la selección, el corte y el desbroce superficial de los troncos eran muy importantes. Para asegurar que los troncos encajaran bien los unos con los otros, en ocasiones, se cortaba uno de ellos por su parte inferior en forma de media luna para que encajara con el que tendría debajo. En otros casos se daban cortes rectos a los dos troncos para que el encaje fuera mejor. Fuera cual fuera la solución del corte, entre los troncos se colocaba una capa de musgo, muy abundante en la zona, para que sellara las uniones y redujera el efecto de las desigualdades de las superficies. También se confiaba en que el apilamiento de los maderos de la pared los fuera comprimiendo y las grietas se cerraran a medida que el peso de la cubierta se transmitiera a los troncos. Como es lógico, las uniones de los troncos en las esquinas o los remates al llegar a los huecos, eran muy importes y había que resolverlas muy bien; en caso contrario entraría agua y aire frío. El método más simple y seguro de unir los troncos en las esquinas es el cajeado de sus dos extremos, ya que la caja permite al tronco unirse más fuertemente al inferior cuando se seca. Es un método de conexión elástica para el que necesitaban que la madera estuviera aún verde. Para proteger la madera de la humedad y de los insectos, como he comentado, se aplicaban una serie de tratamientos superficiales usados en la construcción de barcos como ceras, brea o mezclas de resinas.
Fig. 12. Distintas formas de acoplar los troncos, con musgo entre ellos como sellante. A la izquierda con un corte curvo en la parte inferior del tronco, y a la derecha con un corte recto por arriba y por abajo.



Fig. 13. Detalle del encuentro entre troncos.
La cimentación debía asegurar que el agua no llegara al primer nivel de madera, y que la humedad y el hielo del suelo pudiera pudrirla. Con ese cometido, las casas tenían una cámara de aire ligeramente ventilada bajo el primer suelo que evitara un exceso de humedad y la condensación bajo el forjado de tablas.  


Fig. 14. En esta construcción se ve el arranque de piedra de la cimentación. También se ve la capa de corteza de abedul sobresaliendo de la cubierta.
Las cubiertas no podían realizarse del mismo modo que los muros, en primer lugar por el gran peso que supondría colocar los troncos en el tejado, y en segundo lugar porque no se conseguiría el efecto de compresión de unos sobre otros que finalmente permite asegurar la hermeticidad entre piezas. Para resolver el problema del peso optaron por un techo de tabla cortada o de troncos serrados de menor sección. Esta solución como es lógico no asegura ni hermeticidad, ni impermeabilidad, ni aislamiento. Para ir resolviendo estos problemas recurrieron a un material local para aportar la impermeabilidad: la corteza de los abedules. El abedul es el árbol más abundante en esta zona, y su corteza, completamente impermeable, se desprende de una forma muy sencilla del tronco. Es el árbol que usaban los finlandeses para sus saunas primitivas;  se puede ver a Max von Sydow construyendo una en la Suecia medieval en El manantial de la doncella, la película de Ingman Bergman. Al ir separando la corteza se van obtenido láminas impermeables que se colocan solapadamente como si se tratara de tejas o pizarras; habían resuelto el primero problema. El segundo parecía más serio, el aislamiento térmico, ya que en el entorno no hay materiales aislantes naturales, como podrían ser el corcho, la turba o el picón volcánico, propios de otros lugares; sin embargo disponen de enormes praderas. 
Fig. 15. Detalle de una cubierta de pasto.
La obtención de su solución aislante me parece uno de los ejemplos más admirables que he podido encontrar en la arquitectura popular a lo largo del tiempo, porque es el resultado de una gran imaginación y, al mismo tiempo, de entender dónde está el problema y cómo se puede resolver. Hoy en día entendemos que la solución está en el aire ocluido. Todos nuestros aislantes consisten en un material ligero lleno de aire ocluido, que es quien aísla. Sin embargo, esto, al igual que el factor de forma y las formas compactas, son conceptos abstractos. Tal vez pudieran encontrar la solución viendo la similitud con el efecto protector de un ropaje de piel y pelo de animal. No lo sé, pero lo cierto es que dieron con una solución magnífica. Arrancaron tepes del terreno y los colocaron sobre las láminas de abedul con la vegetación hacia abajo. Evidentemente esa vegetación se secaría en pocos días, pero eso era exactamente lo que querían conseguir. Cuando las hojitas que formas el pasto se secan crean una maraña vegetal llena de aire, igual que cuando hoy en día colocamos una manta de lana de vidrio o lana de roca. De haber dejado así la cubierta las primeras lluvias la habrían destruido. Había que protegerla y lo hicieron arrancado una nueva capa de pasto y colocado ese tepe con la vegetación hacia arriba; eso es lo que vemos y lo que nos podría dar la sensación que es lo que aísla, cuando no es así, aísla la capa invisible que está debajo. Esa última capa crea un recubrimiento continuo, según van creciendo las plantas, que también asegura la hermeticidad de la solución. El hecho de que está solución también les proteja del teórico calor del verano no creo que les preocupe demasiado. Su transmitancia térmica será variable, en función de que esté húmeda o seca, pero seguro que ronda en torno a  0,6 W/m2·K. 


Fig. 16. Detalle de un alero, donde se puede apreciar la impermeabilización con corteza de abedul y el tronco que sujeta la cubierta vegetal.

 
Fig. 17. Ejemplos de techos de pasto
 
La chimenea, que siempre se situaba lo más centrada posible para repartir bien el calor, normalmente disponía de tres aperturas; la superior para permitir la salida de humo, la central para poder calentar el agua y la inferior que era el propio horno. La bóveda del hogar se construía de modo que permitiese a las llamas pasar entre los ladrillos.

Fig. 18. Chimenea para cocinar y para calentarse

Para abastecer a estas chimeneas se utiliza un combustible sostenible, como es la biomasa primaria. Quemaban madera de la limpieza de los bosques, de restos de los trabajos de carpintería o de los árboles que talaban. La madera es un combustible sostenible porque no se agota si se hace un uso razonable, al tiempo que se considera no contaminante, ya que se entiende que el CO2 que genera su combustión es menor que el absorbido en la producción de biomasa durante su vida vegetativa. El único inconveniente es que se gaste de una forma desaforada sin dar posibilidad al desarrollo de nuevas plantaciones. Es decir, debían quemar poca madera para que eso no ocurriera. El aislamiento de su envolvente indudablemente ayuda, pero tal vez no fuera suficiente. Debían buscar una nueva estrategia y la encontraron otra vez en la madera. El acabado interior de madera tiene una baja difusividad térmica (a), concepto que mide la velocidad de calentamiento de un material.  La madera, por tanto, es de lento calentamiento, lo que hace que el calor quede en su superficie sin calentar las capas interiores. Eso permite que la energía proporcionada por la chimenea al ambiente, caliente casi exclusivamente el aire, sin que las paredes absorban calor, lo contrario que ocurre con paredes de piedra o de tierra. Por ese motivo el consumo de combustible es muy reducido.

Fig. 19. Acabados de madera del interior de las cabañas.
Personalmente tuve una experiencia con este tema que me dejo perfectamente claro la importancia de la difusividad térmica de los materiales de acabado, en este caso de la madera. En el viaje al que me estoy refiriendo, ya cerca de Cabo Norte, nos alojamos en Repvag en una cabañita nórdica individual de troncos. Fuera hacía frío, y cuando entramos vimos que para calentar la cabaña sólo había una pequeña estufa de infrarrojos de no más de 500 W de potencia. Pensando en el frío que íbamos a pasar por la noche encendimos la estufa y decidimos salir a cenar y a esperar que se caldeara ligeramente el interior; nuestra experiencia nos decía que una estufa de ese tipo no calienta bien una habitación. Nos fuimos a cenar la poca variada y poco sabrosa comida noruega, siempre en base al salmón, y regresamos una o dos horas después. Cuando abrimos la puerta de la vivienda pensamos que la cabaña había estado a punto de arder, porque el calor interior era brutal y las paredes no se podían tocar porque abrasaban. La causa había sido la difusividad térmica de la madera que había dejado toda la energía de la estufa en el aire y en la piel superficial de madera. Una estufa de 500 W produce 1000 Wh (3600 kJ) en dos horas. Si lo aplicamos exclusivamente al aire, que serían unos 100 m3, debido al calor especifico del aire, 1 kJ/kg·K, y a su densidad, más o menos 1,2 kg/m3, provoca un aumento de la temperatura de ¡¡30 ºC!! No era de extrañar la sorpresa y el susto que nos llevamos. Si esa estufa se hubiera encendido en una casa de piedra, de cerámica, de hormigón o de tierra, las paredes habrían absorbido la mayor parte de la energía y la temperatura del aire se habría templado ligerísimamente. Alguien pensará, ¡pues usemos acabados de madera en todas las casas en España y las podremos calentar sólo con pequeñas estufas! Pero es que en España podemos utilizar otras fuentes de energía muchos más baratas, como la del sol, que es gratis. También hay que pensar que después del invierno vienen nuestros duros veranos. El calor que entre en verano en una casa de madera, si fuera el caso de Noruega, que no lo es, también subirá la temperatura interior de una forma extrema, mientras que si son construcciones de los otros materiales, las paredes se encargarán de absorber el calor y evitar que el aire se caliente. Cada clima tiene sus propios materiales bioclimáticos.


Al atravesar el Círculo Polar parece que el tiempo cambia y las temperaturas bajan notablemente; parece que esa línea más o menos arbitraria sobre el mapa supiera de climas. También parece el límite de la zona de los renos. A partir de allí empezamos a ver muchos por la carretera, algunos en estado salvaje, pero la mayoría controlados; nos dimos cuenta porque llevaban cencerro. Los lapones viven de los renos y aprovechan de ellos todo, son los cerdos del norte. La piel, la carne, la leche, las astas, los huesos. Aunque vivan en estado libre están marcados; hay más de 16 000 marcas distintivas hechas en las orejas con diferentes tipos de muescas.

Fig. 20. Mi familia en la medianoche de Cabo Norte

El Cabo Norte se encuentra en una isla a la que se accede a través de un túnel submarino de 7 km de longitud, antiguo, estrecho y claustrofóbico, como todos por los que hay que pasar circulando por Noruega para llegar allí. Es una isla casi sin vegetación, algo de pasto y poco más, ya que el fuerte viento no permite que nada sobresalga del suelo. Toda la isla está recorrida por torrenteras que abastecen uno tras otro los pequeños lagos que, comunicándose al desbordarse, pueblan la isla. La estación de observación está en un borde, sobre una meseta tan plana que parece artificial.


La temperatura era bastante baja para lo que acostumbramos en esas fechas de verano, 5 ºC, pero lo que provocaba una sensación térmica realmente gélida era el fuerte viento que reinaba en el promontorio, en torno a los 10 m/s. La sensación térmica era de bajo cero y permanecer unos segundos quieto era una martirio. En ese momento ya era medianoche, y en el extremo del cabo, aunque el día estaba nublado y lluvioso, y no se podía ver claramente el sol y el atardecer, los rayos que se veían entre las nubes de borrasca creaban un espectáculo impresionante, con un océano Glaciar Ártico amenazador que se curvaba peligrosamente por los extremos, como si quisiera desbordarse e inundar el resto del globo. Cuando salimos de allí, a más de las 12:00 de la noche, incluso cuando llegamos a nuestra cabaña a la 1:30, aún no había anochecido, era el sol de medianoche; ese día sí se pondría el sol unas pocas horas, pero la luz del crepúsculo nos acompañaría durante todo el día.


Actualmente se sigue construyendo con madera. Los noruegos han mantenido y mejorado su técnica constructiva, haciendo sus casas más habitables gracias a su mejor aislamiento. Siguen empleando la madera de forma sostenible y eso les permitirá tener un recurso natural de forma inagotable.

8 comentarios:

  1. Gracias por toda la información que dejas en este blog, no es común encontrar tanta descripción de la vida en estos países en español.

    Saludos

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  2. gracias por articulo .....hermoso...www,alediaz.cl

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  3. Muchas gracias, muy interesante.
    Dan muchas ganas de recorrer esos lugares con tu exposición del tema. He pasado hasta frío!!!

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  4. De verdad, muy interesante. Ahora estoy buscando un alquiler de galpon en un área rural. Importante esta información.

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  5. Noruega y España tienen muchas similitudes, unaInmobiliaria en Altea te ofrece por ejemplo los sitios más emblemáticos y lujosos de la zona. Algo que es una muestra más de un país desarrollado.

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