LAS CASAS NORUEGAS DE MADERA CON TECHO DE PASTO
En 1999 tuve la
ocasión de recorrer Escandinavia con mi mujer y mis dos hijos adolescentes,
subiendo por la costa atlántica hasta Cabo Norte, las tierras más
septentrionales del mundo, y bajando por la costa báltica. Mi intención era ver
la arquitectura nórdica de madera y entender cómo se acondicionaban y se
protegían de las bajas temperaturas exteriores. De todo lo que vi, la tipología
que mayor impresión me causo fue la de las casas de madera noruegas con techo
vegetal de pasto. Esta tipología de casa es muy parecida a las que pueden verse
en los otros países escandinavos, como Dinamarca, Suecia o Finlandia, pero en estas
casas su techo vegetal le da un carácter especial.
Fig. 1. Casas
noruegas de techo de pasto confundidas con el entorno.
A pesar de su latitud, el clima de
Noruega, que es continental subártico, frío y húmedo, es mucho más templado que en otras latitudes
similares, como Alaska o Siberia, gracias a los efectos moderadores de las
aguas cálidas de la deriva noratlántica de la corriente del Golfo de Méjico,
que fluye a lo largo de la costa del país. Indudablemente la región es fría
durante la mayor parte del tiempo, incluido el verano meteorológico, ya que las
temperaturas se mantienen muy por debajo de cero ininterrumpidamente durante
días o semanas, con una humedad absoluta muy alta que ayuda a incrementar la
inconfortabilidad. Es decir, un clima con largos y duros inviernos pero con
veranos suaves, que se convierten en fríos cuando superamos el Círculo Polar
por falta de radiación solar.
Nuestro
viaje comenzó en Oslo, aunque pasamos esa primera noche en Sandvika, un pueblo
de los alrededores. No estaba muy lejos, pero para ir a Oslo teníamos que coger
un tren que salía del centro del pueblo y que tardaba más de media hora en
hacer el recorrido. Como eran más de las nueve de la noche y suponiendo que
estaría todo cerrado en Oslo, preferimos quedarnos en Sandvika y tomar nuestro
primer baño de cultura nórdica en este pequeño pueblo. Decidimos buscar algún
sitio para cenar y lo único que encontramos abierto fue un supermercado, que
permanecía abierto hasta muy tarde, según los hábitos noruegos. A partir de
entonces fue un gesto repetido, no sólo porque comimos muchas veces de
supermercado, sino porque siempre eran de la misma cadena, RIMI.
Oslo,
situado al sur de Noruega, está a 59,92º de latitud. En esa latitud la altura
máxima que alcanza el sol al mediodía del solsticio de verano, cuando todos los
escandinavos celebran el día más largo del año y el sol de medianoche, es de
poco más de 53º, frente a los más de 70º que en esos días tendríamos en la
península. Eso provoca que los rayos solares, más inclinados y sesgados, tengan
que atravesar mucha masa atmosférica, perdiendo energía en el camino y llegando
a la tierra con poquísima intensidad. Por eso, como he dicho, sus veranos no son
calurosos. Yo recuerdo que en ese viaje tenía que ir vestido parte del día con
ropa invernal, aunque fuera verano.
Fig. 2. Rayos sesgados del verano sobre las tierras
boreales.
En
invierno, al mediodía del solsticio, la altura solar es de algo más de 6º, casi
un rayo horizontal, como si estuviera amaneciendo permanentemente, incapaz de
calentar o iluminar. En el Cabo Norte, al otro extremo del país, a 71º de
latitud, en junio, en el solsticio, la altura de culminación sólo alcanza los
42º, pero en julio ya baja a 38º y en agosto, cuando en España pasamos un calor
asfixiante por la gran cantidad de radiación que recibimos, allí se alcanzan
sólo 29º, poco más de la altura solar en España, pero en el solsticio de
invierno. Por supuesto, en el solsticio de invierno no llega amanecer y soportan
24 horas de oscuridad.
Fig. 3. Los rayos solares no dan sobre las tierras por
encima del Círculo Polar cuando llega el invierno boreal.
Los
círculos polares están situados a 66º 33’ y, como consecuencia de la
inclinación del eje de rotación de la tierra con relación a su plano de
desplazamiento en torno al sol, la eclíptica, se fijan como los puntos donde
los rayos solares son tangentes a la superficie de la tierra en los solsticios.
Como el ángulo de inclinación es de 23º 27’, su complementario, 66º 33’, fija
la posición del círculo polar. Las tierras que se encuentran en la zona ártica
son aquellas en las que se dará el día o la noche de 24 horas al menos una
jornada al año.
Por
eso en invierno no pueden aprovechar la radiación solar para calentarse y casi
ni siquiera para iluminarse, mientras que sus veranos son más bien frescos o
incluso fríos. Ante este dilema energético, la sabia arquitectura popular propuso
allí aislar bien las casas, cerrarlas al exterior casi sin huecos, innecesarios
por otro lado ya que no hay luz que aprovechar, calentarlas con un combustible
sostenible como la biomasa, y emplear materiales constructivos adecuados para
hacer un uso ajustado de esa biomasa y convertir su uso en plenamente adecuado.
Noruega
es un país de historia propia reciente. Ha estado siempre en manos de suecos o
daneses y sólo es independiente desde 1905. Tuvieron su época de mayor gloria en
el periodo vikingo, en el que desde su territorio llegaban atemorizantes a casi
todos los puntos de Europa. Por el Atlántico bordeando todo el continente, o navegando
los grandes ríos europeos hasta el Caspio y el Mar Negro, incluso fue llamativa
su presencia en la antigua Bizancio. También fueron capaces de llegar hasta
América, a la que llamaron Vinland, y de poblar todas las islas del norte de
Europa. En Oslo se conservan los tres únicos barcos vikingos que existen. Uno
de ellos en muy buen estado porque se supone que fue el barco mortuorio de una
princesa del siglo IX. Se le denomina el barco de Oseberg, mide 22 m de largo y
estaba pensado para emplear a 30 remeros. En su interior se encontraron carros,
trineos y un sinfín de objetos.
Al
atardecer de uno de los días siguientes llegamos a Trondheim, que es una
pequeña y ordenada ciudad, la tercera del país. Se organiza sobre una trama
ortogonal, fruto de la urbanización que siguió a un incendio muy destructivo,
ya que todas las casas eran de madera. A la orilla del río que atraviesa la
ciudad, el Nidelva, vimos un conjunto de casas sobre palafitos sobre el mar, lo
que no deja de sorprenderme nunca. Hay
que pensar que la estructura palafítica acuática, frecuente también en climas
tropicales, no está justificada por el clima, sino por criterios comercial, ya
que eran grandes almacenes que se abastecían desde el agua. En la plaza
principal de la ciudad estaba la estatua del rey vikingo Olav I, fundador de la
ciudad, protegiendo de los incendios con su mirada las nuevas casas de madera
que conforman sus calles. Su cabeza estaba tocada por un casco sin cuernos,
porque los cascos vikingos no llevaban cuernos, eran los cascos de los bretones
los que los llevaban. En el puerto había una pequeña lonja de pescado que
encontramos cerrada, pero que a la mañana siguiente pudimos visitar y ver lo
que vendían, entre otras cosas gambas por litros, uno de los recursos de su
monótona e insípida gastronomía.
Al
final de la tarde llegamos a Mo-i-Rana, una ciudad industrial, en la que la
trama parece responder más a un deseo de funcionalismo que a una concepción
propiamente urbana. Los edificios se situaban sin hacer ciudad, simplemente
colocados los unos cerca de los otros. Ya nos habíamos dado cuenta de que a
pesar de ser ciudades con pocos habitantes, abultan mucho ya que los edificios
se separan los unos de los otros ocupando ese territorio deshabitado del que
disponen. Es esa la esencia de la
soledad propia de todos los escandinavos, encerrados en sus casas durante
meses, sin luz y sin vecinos con los que hablar.
Fig. 4. Casa de madera con un solo hueco.
Recorrer Noruega
es complicado. Ocupa las partes occidental y septentrional de la península
Escandinava. Tiene una costa de origen glaciar muy recortada creando fiordos,
con un territorio muy montañoso. Las carreteras son malísimas, no sólo por el
trazado enrevesado al que obligan los fiordos, sino por el firme, que está
siempre destrozado por las heladas, y por lo estrecho de la calzada que obliga
a parar en ocasiones para dejar que pasen otros vehículos. Pero lo peor eran
los noruegos, que conducen muy lentamente y muy mal en general. Era muy
habitual que pasáramos horas circulando a cincuenta kilómetros por hora tras un
potentísimo Volvo, sin poder adelantarlo.
Casi
un tercio del país se encuentra al norte del Círculo Polar ártico, lo que
quiere decir que al menos tiene un día al año sin que salga el sol. Su línea de
costa es, en proporción con su área, mayor que la de cualquier otro gran país
del mundo. Todos estos factores geográficos han tenido gran importancia en el
desarrollo histórico y económico del país, más vinculado al mar que a la tierra,
que por otro lado está limitada por la pequeña porción de tierra apta para el
cultivo. Sin embargo, el mar ha
influido en su desarrollo cultural, comercial y social, y ha tenido gran
influencia en el contacto de los vikingos noruegos con otros pueblos.
La cercanía de los noruegos con la naturaleza está muy presente en su
arquitectura tradicional, contribuyendo a sus peculiares características nacionales. Me refiero concretamente a la
madera, que forma parte de la cultura
noruega. El hecho de que siempre haya estado al alcance de todos en cualquier
lugar y para cualquier economía, en este clima las casas de piedra fueran simplemente
un símbolo absurdo de riqueza, ya que requerían mucho esfuerzo para su
construcción y mucho combustible para hacerlas habitables. Sin embargo, tanto
las gentes del mar como los granjeros eran también carpinteros y construían sus
propios barcos y casas.
Fig. 5. En la base del glaciar Svartisen.
A lo
largo del recorrido alcanzamos a ver el glaciar de Svartisen; era la primera
vez que veía de cerca un glaciar. El espectáculo era grandioso, de esas
imágenes que te proporciona raramente la naturaleza y que te dejan el espíritu
en vilo y la respiración en suspenso. Yo ya lo había sentido en otras
ocasiones, ante las cataratas de Iguazú, donde se juntaba la imagen con el
sonido y el aroma de la jungla, y en las dunas del desierto del Sahara, donde
se mezcla la imagen con el silencio y el tacto de la arena. Aquí la sensación
era la de ver a un gigantesco ser de otro tiempo, un dinosaurio de hielo, que
se resiste a morir, y que se mueve con la lentitud de su edad y la tranquilidad
del tiempo. No se ve su cabeza ni su cuerpo pero se siente que todas sus partes
están vivas. Aprecias cómo se mueve lentamente, como se autodestruye
convirtiéndose en agua y desgajando parte de su cuerpo para que nuevas masas
nazcan arriba en la montaña, dándole nueva vida. A veces esa muerte, necesaria
para dar vida a otros, es dolorosa, y el glaciar chilla y cruje con violencia,
sin ocultar su dolor. Tuvimos ocasión de apreciar ese grito y verle llorar agua
sobre el lago. Pero todo ello era para que la vida pudiera seguir su curso. Al
recordarlo pienso también en la madera, su otro gran vínculo con la naturaleza,
que también debe morir, descomponiéndose en nutrientes, alimentando a seres
minúsculos y a la propia tierra, para que otros árboles puedan crecer y repetir
el ciclo vital.
Fig. 6. Casa clásica de madera.
Aunque
las construcciones noruegas responden perfectamente al dibujo infantil de una
casa, si sabemos mirlas podemos encontrar en sus pequeños detalles tantos
encantos como en un glaciar. Hay pocas diferencias tipológicas entre ellas,
pero aunque podamos encontrar algunas que nos permitan clasificarlas todas tienen
la compacidad como elemento común. Hay que pensar que los edificios pierden
calor por su piel, y que cuanta menos superficie de piel necesiten menos
energía perderán. Ésta es una de las bases del aislamiento, que su forma ayude
a conservar el calor. La formas compactas, o con bajo factor de forma, son las
más adecuadas. El factor de forma es el cociente entre la superficie exterior y
el volumen interior habitable. La forma geométrica que tiene el factor de forma
más bajo es la esfera, y por tanto las formas de planta cuadrada, que son las
más asimilables a una esfera son las más compactas y eficientes
energéticamente.
Fig. 7. Las formas de estas construcciones son siempre muy
compactas.
A pesar
de esa compacidad común a todas las viviendas, el número de plantas e, incluso
la estructura interna, son variables. Aunque la cabaña de una sola habitación es
el tipo más habitual, hay plantas compuestas de entradas con vestíbulo, pequeñas
despensas o almacenes, cocinas independientes, dormitorios y estancias
multiusos. Incluso hay muchas variaciones de esta planta más compleja, desde la
vivienda de dos habitaciones simétricas con una segunda estancia a modo de sala,
hasta las casas más grandes con doble
fila de habitaciones que se prolongan a lo ancho de la casa sin particiones
longitudinales, o las de planta cuadrada dividida en cuatro salas. Existen
incluso composiciones singulares de tres plantas, en las que la planta baja se usa como establo
y almacén, y las plantas superiores para los dormitorios y el resto de las
estancias. Todo ello me hace pensar que las distribuciones interiores no son
determinantes en el comportamiento bioclimático de las casa.
Fig. 8. Construcción de dos plantas.
Cuando
hay un eje longitudinal, se suele sitúa en dirección este-oeste para orientar
al sur los dormitorios y las estancias. En esta fachada es donde suelen estar
las ventanas, si las hay, de modo que el sol invernal entre en los espacios
interiores y aporte bienestar psicológico más que autentico calor.
Estas viviendas representan
el edificio principal de las granjas. En
cuanto a la distribución geográfica, se pueden ver diferencias tipológicas
en cuatro zonas, Gudbransdalen, Telemark, Trnødelag y Vestlandet.
Gudbransdale se encuentra al sur de Noruega. Es un valle de clima
continental con inviernos fríos y nevados, y veranos templados y secos. La
orientación divide los asentamientos en granjas que miran al suroeste, la más
soleada, al norte del valle, y las que miran al noreste, en el lado opuesto del
valle. Las plantas tipo en esta zona son sencillas y las casas normalmente
tienen un hogar abierto en el centro de la habitación principal sin chimenea
exterior. Las paredes de madera se trataban por el exterior con brea y aceites
orgánicos, y duraban hasta doscientos años. El modelo predominante de
asentamiento agrario es el de doble pario, donde las construcciones anejas a la
granja se organizaban alrededor de los dos patios, uno para actividades humanas
y el otro para los animales; entre medias se suelo colocar el establo. Los
asentamientos sólo ocupaban las zonas llanas del valle y constituían entidades
cerradas.
Telemark consta de
un pequeño borde costero al sur de Noruega y multitud de ríos y valles que
alcanzan las montañas del interior; sus condiciones climáticas varían de
acuerdo a la geografía. Las granjas se construían sobre lugares abruptos y los
edificios se agrupaban a menudo en dos filas a lo largo de una calle, quedando
hacia el sol en la zona más elevada los destinados a viviendas. La construcción
principal consistía en una zona de estar (stue) que podía tener tres
habitaciones, dos pequeñas habitaciones al final del edificio utilizadas como
entrada y dormitorio, y la tercera, la principal, la zona de estar de usos
múltiples. Además, había construcciones aisladas, como establos, graneros y
edificios pequeños para diversas labores de la granja.
Trnødelag se sitúa en el centro del país y tiene una
amplia línea costera. Está dominada en su totalidad por un clima húmedo de
inviernos relativamente templados. Las diferencias en el paisaje hacen que en
los valles septentrionales las agrupaciones sean casas de campo organizadas en
filas como en Telemark o como el modelo de doble patio de Gudbransdalen, sin
embargo la granja más común es del tipo patio cerrado. El edificio más
importante de la granja es el que alberga la zona de estar y los dormitorios, y
es una evolución de la casa aislada de una habitación, a la de tres o incluso a
la de seis u ocho alineadas. En las zonas costeras la localización y el diseño
de las casas estaba en función del viento procedente del mar. Los almacenes se
situaban en la zona más expuesta y se agrupaban en el muelle del puerto,
mientras que las tiendas y viviendas se alejaban de la costa dando la espalda
al viento, y protegiéndose con una trama espesa de árboles.
Finalmente Vestlandet comprende la costa oeste expuesta a las
tormentas del Atlántico, con fuertes vientos y lluvias, pero con temperaturas
más templadas y estables. Las comunidades tenían una economía mixta basada en la
granja y la pesca, lo que muchas veces les suponía un desplazamiento estacional.
Había dos estructuras básicas, las casas alargada y el agrupamiento de casas.
Pese a que los edificios de estructura autoportante se conocían, el más
característico es la fila de edificaciones de faldones continuos, que podían
albergar varias funciones. En algunos casos los edificios se comunicaban con un
corredor cubierto, con un almacén encima bajo cubierta orientado al sur. Cuando
el terreno lo permitía, el edificio se colocaba para que la longitud no
excediera de los 15 m en dirección a los vientos predominantes.
Fig. 9. Campesina delante de su casa con techo
de pasto.
Aunque pudo haber influencias
foráneas importantes, el uso de la madera se mantuvo. Por ejemplo, el muelle
Bryggen en Bergen, que está constituido por una fila de estrechas
construcciones de madera alineadas a lo largo del muelle, procede de los
mercaderes de la Liga Hanseática alemana que originalmente tenía allí su base. Lo
mismo pasó cuando en el siglo XVII el rey de Dinamarca fundó varias ciudades en
Noruega. Dos de ellas, Kongsberg y Røros, se establecieron como apoyo a la
explotación minera, con edificios de estilo barroco. Sin embargo, con la
llegada del siglo XX, los arquitectos noruegos empezaron a inspirarse en la tradición
popular en un intento de crear una arquitectura con carácter nacional.
Fig. 10. Casas de madera sobre palafitos en la orilla
del río Nidelva.
Los noruegos desarrollaron perfectamente
la técnica de construcción con troncos o lafting. Todas estas casas tradicionales de troncos de madera representan
el uso de un material constructivo sostenible, ya que no se agota si se cultiva
y explota coherentemente. Por otra parte es un producto local, es decir,
responde a la segunda premisa de la sostenibilidad, el recurso del entorno
inmediato. No se puede decir que se trate de un material estrictamente aislante,
sin embargo, entre los materiales utilizados tradicionalmente en construcción
es el que mejor se comporta cuando hay que protegerse del frío. Una madera
frondosa y densa, de unos 750 kg/m3, tiene una conductividad de 0,29 W/m·K, que podría llegar, en el mejor
de los casos a 0,20 W/m·K, si se tratase de madera de una conífera. La
resistencia de un muro de troncos de un espesor medio de 20 cm daría lugar a
una transmitancia térmica entre 0,85 y 1,60 W/m2·K. Hoy en día,
cuando nos exigen valores por debajo 0,50 W/m2·K no daríamos por
buenos estos valores, pero hace años eran mucho más de lo que se podía
esperar. El granito tiene una conductividad
diez veces mayor y la tierra es cinco veces peor, y aunque los espesores de los
muros con estos materiales suelen ser mayores que los que se emplean con
madera, la transmitancia térmica aún sería mucho mayor, entre 2,6 W/m2·K para la piedra y 2,2 W/m2·K
para la tierra.
En
algunas de las construcciones de mayor nivel, cuando los propietarios manejaban
bien los útiles de carpintería o lo podían encargar a otros carpinteros, las
casas tenían también un recubrimiento interior de tabla de madera, lo que generaba
una cámara de aire aislante, aumentaba el espesor de la madera y reducía el
riesgo de infiltraciones de aire frío; eran soluciones muchos más aislantes. Exteriormente
se conserva el arbolado perenne del entorno y se crean, a modo de apoyo, nuevos
cortavientos para evitar las infiltraciones y pérdidas de calor causadas por el
viento frío.
Fig. 11. Interior recubierto con otra hoja de
madera para mejorar el aspecto, la hermeticidad y el aislamiento.
El mayor problema que tenían las soluciones con
troncos es la falta de hermeticidad y el riesgo de que el aire frío se colara
entre las uniones. Por eso, la selección, el corte y el desbroce superficial de
los troncos eran muy importantes. Para asegurar que los troncos encajaran bien
los unos con los otros, en ocasiones, se cortaba uno de ellos por su parte
inferior en forma de media luna para que encajara con el que tendría debajo. En
otros casos se daban cortes rectos a los dos troncos para que el encaje fuera
mejor. Fuera cual fuera la solución del corte, entre los troncos se colocaba
una capa de musgo, muy abundante en la zona, para que sellara las uniones y
redujera el efecto de las desigualdades de las superficies. También se confiaba
en que el apilamiento de los maderos de la pared los fuera comprimiendo y las
grietas se cerraran a medida que el peso de la cubierta se transmitiera a los
troncos. Como es lógico, las uniones de los troncos en las esquinas o los
remates al llegar a los huecos, eran muy importes y había que resolverlas muy
bien; en caso contrario entraría agua y aire frío. El método más simple y
seguro de unir los troncos en las esquinas es el cajeado de sus dos extremos,
ya que la caja permite al tronco unirse más fuertemente al inferior cuando se
seca. Es un método de conexión elástica para el que necesitaban que la madera
estuviera aún verde. Para proteger la madera de la humedad y de los insectos,
como he comentado, se aplicaban una serie de tratamientos superficiales usados
en la construcción de barcos como ceras, brea o mezclas de resinas.
Fig. 12. Distintas formas de acoplar los troncos, con musgo entre
ellos como sellante. A la izquierda con un corte curvo en la parte inferior del
tronco, y a la derecha con un corte recto por arriba y por abajo.
Fig. 13. Detalle del encuentro entre troncos.
La cimentación debía asegurar
que el agua no llegara al primer nivel de madera, y que la humedad y el hielo
del suelo pudiera pudrirla. Con ese cometido, las casas tenían una cámara de
aire ligeramente ventilada bajo el primer suelo que evitara un exceso de
humedad y la condensación bajo el forjado de tablas.
Fig. 14. En esta construcción se ve el arranque
de piedra de la cimentación. También se ve la capa de corteza de abedul
sobresaliendo de la cubierta.
Las cubiertas no podían
realizarse del mismo modo que los muros, en primer lugar por el gran peso que
supondría colocar los troncos en el tejado, y en segundo lugar porque no se
conseguiría el efecto de compresión de unos sobre otros que finalmente permite
asegurar la hermeticidad entre piezas. Para resolver el problema del peso optaron
por un techo de tabla cortada o de troncos serrados de menor sección. Esta solución
como es lógico no asegura ni hermeticidad, ni impermeabilidad, ni aislamiento.
Para ir resolviendo estos problemas recurrieron a un material local para aportar
la impermeabilidad: la corteza de los abedules. El abedul es el árbol más abundante
en esta zona, y su corteza, completamente impermeable, se desprende de una
forma muy sencilla del tronco. Es el árbol que usaban los finlandeses para sus
saunas primitivas; se puede ver a Max
von Sydow construyendo una en la Suecia medieval en El manantial de la doncella, la película de Ingman Bergman. Al ir separando
la corteza se van obtenido láminas impermeables que se colocan solapadamente
como si se tratara de tejas o pizarras; habían resuelto el primero problema. El
segundo parecía más serio, el aislamiento térmico, ya que en el entorno no hay
materiales aislantes naturales, como podrían ser el corcho, la turba o el picón
volcánico, propios de otros lugares; sin embargo disponen de enormes praderas.
Fig. 15. Detalle de una cubierta de pasto.
La obtención de su solución
aislante me parece uno de los ejemplos más admirables que he podido encontrar
en la arquitectura popular a lo largo del tiempo, porque es el resultado de una
gran imaginación y, al mismo tiempo, de entender dónde está el problema y cómo
se puede resolver. Hoy en día entendemos que la solución está en el aire
ocluido. Todos nuestros aislantes consisten en un material ligero lleno de aire
ocluido, que es quien aísla. Sin embargo, esto, al igual que el factor de forma
y las formas compactas, son conceptos abstractos. Tal vez pudieran encontrar la
solución viendo la similitud con el efecto protector de un ropaje de piel y
pelo de animal. No lo sé, pero lo cierto es que dieron con una solución
magnífica. Arrancaron tepes del terreno y los colocaron sobre las láminas de
abedul con la vegetación hacia abajo. Evidentemente esa vegetación se secaría
en pocos días, pero eso era exactamente lo que querían conseguir. Cuando las
hojitas que formas el pasto se secan crean una maraña vegetal llena de aire,
igual que cuando hoy en día colocamos una manta de lana de vidrio o lana de
roca. De haber dejado así la cubierta las primeras lluvias la habrían destruido.
Había que protegerla y lo hicieron arrancado una nueva capa de pasto y colocado
ese tepe con la vegetación hacia arriba; eso es lo que vemos y lo que nos podría
dar la sensación que es lo que aísla, cuando no es así, aísla la capa invisible
que está debajo. Esa última capa crea un recubrimiento continuo, según van
creciendo las plantas, que también asegura la hermeticidad de la solución. El
hecho de que está solución también les proteja del teórico calor del verano no
creo que les preocupe demasiado. Su transmitancia térmica será variable, en
función de que esté húmeda o seca, pero seguro que ronda en torno a 0,6 W/m2·K.
Fig. 16. Detalle de un alero, donde se puede
apreciar la impermeabilización con corteza de abedul y el tronco que sujeta la
cubierta vegetal.
Fig. 17.
Ejemplos de techos de pasto
La chimenea, que siempre se situaba lo más
centrada posible para repartir bien el calor, normalmente disponía de tres
aperturas; la superior para permitir la salida de humo, la central para poder
calentar el agua y la inferior que era el propio horno. La bóveda del hogar se
construía de modo que permitiese a las llamas pasar entre los ladrillos.
Fig. 18. Chimenea para cocinar y para calentarse
Para abastecer a estas chimeneas se utiliza un
combustible sostenible, como es la biomasa primaria. Quemaban madera de la
limpieza de los bosques, de restos de los trabajos de carpintería o de los
árboles que talaban. La madera es un combustible sostenible porque no se agota
si se hace un uso razonable, al tiempo que se considera no contaminante, ya que
se entiende que el CO2 que genera su combustión es menor que el
absorbido en la producción de biomasa durante su vida vegetativa. El único
inconveniente es que se gaste de una forma desaforada sin dar posibilidad al
desarrollo de nuevas plantaciones. Es decir, debían quemar poca madera para que
eso no ocurriera. El aislamiento de su envolvente indudablemente ayuda, pero
tal vez no fuera suficiente. Debían buscar una nueva estrategia y la
encontraron otra vez en la madera. El acabado interior de madera tiene una baja
difusividad térmica (a), concepto que mide la velocidad de calentamiento de un
material. La madera, por tanto, es de
lento calentamiento, lo que hace que el calor quede en su superficie sin
calentar las capas interiores. Eso permite que la energía proporcionada por la
chimenea al ambiente, caliente casi exclusivamente el aire, sin que las paredes
absorban calor, lo contrario que ocurre con paredes de piedra o de tierra. Por
ese motivo el consumo de combustible es muy reducido.
Fig. 19. Acabados de madera del interior de las cabañas.
Personalmente tuve una experiencia con este
tema que me dejo perfectamente claro la importancia de la difusividad térmica de
los materiales de acabado, en este caso de la madera. En el viaje al que me estoy
refiriendo, ya cerca de Cabo Norte, nos alojamos en Repvag en una
cabañita nórdica individual de
troncos. Fuera hacía frío, y cuando entramos vimos que para calentar la cabaña sólo
había una pequeña estufa de infrarrojos de no más de 500 W de potencia.
Pensando en el frío que íbamos a pasar por la noche encendimos la estufa y
decidimos salir a cenar y a esperar que se caldeara ligeramente el interior;
nuestra experiencia nos decía que una estufa de ese tipo no calienta bien una habitación.
Nos fuimos a cenar la poca variada y poco sabrosa comida noruega, siempre en
base al salmón, y regresamos una o dos horas después. Cuando abrimos la puerta
de la vivienda pensamos que la cabaña había estado a punto de arder, porque el
calor interior era brutal y las paredes no se podían tocar porque abrasaban. La
causa había sido la difusividad térmica de la madera que había dejado toda la energía
de la estufa en el aire y en la piel superficial de madera. Una estufa de 500 W
produce 1000 Wh (3600 kJ) en dos horas. Si lo aplicamos exclusivamente al aire,
que serían unos 100 m3, debido al calor especifico del aire, 1
kJ/kg·K, y a su densidad, más o menos 1,2 kg/m3, provoca un aumento
de la temperatura de ¡¡30 ºC!! No era de extrañar la sorpresa y el susto que
nos llevamos. Si esa estufa se hubiera encendido en una casa de piedra, de
cerámica, de hormigón o de tierra, las paredes habrían absorbido la mayor parte
de la energía y la temperatura del aire se habría templado ligerísimamente.
Alguien pensará, ¡pues usemos acabados de madera en todas las casas en España y
las podremos calentar sólo con pequeñas estufas! Pero es que en España podemos
utilizar otras fuentes de energía muchos más baratas, como la del sol, que es
gratis. También hay que pensar que después del invierno vienen nuestros duros
veranos. El calor que entre en verano en una casa de madera, si fuera el caso
de Noruega, que no lo es, también subirá la temperatura interior de una forma extrema,
mientras que si son construcciones de los otros materiales, las paredes se
encargarán de absorber el calor y evitar que el aire se caliente. Cada clima
tiene sus propios materiales bioclimáticos.
Al
atravesar el Círculo Polar parece que el tiempo cambia y las temperaturas bajan
notablemente; parece que esa línea más o menos arbitraria sobre el mapa supiera
de climas. También parece el límite de la zona de los renos. A partir de allí
empezamos a ver muchos por la carretera, algunos en estado salvaje, pero la
mayoría controlados; nos dimos cuenta porque llevaban cencerro. Los lapones
viven de los renos y aprovechan de ellos todo, son los cerdos del norte. La
piel, la carne, la leche, las astas, los huesos. Aunque vivan en estado libre
están marcados; hay más de 16 000 marcas distintivas hechas en las orejas con
diferentes tipos de muescas.
Fig. 20. Mi familia en la medianoche de Cabo Norte
El Cabo
Norte se encuentra en una isla a la que se accede a través de un túnel
submarino de 7 km de longitud, antiguo, estrecho y claustrofóbico, como todos
por los que hay que pasar circulando por Noruega para llegar allí. Es una isla
casi sin vegetación, algo de pasto y poco más, ya que el fuerte viento no
permite que nada sobresalga del suelo. Toda la isla está recorrida por
torrenteras que abastecen uno tras otro los pequeños lagos que, comunicándose
al desbordarse, pueblan la isla. La estación de observación está en un borde,
sobre una meseta tan plana que parece artificial.
La
temperatura era bastante baja para lo que acostumbramos en esas fechas de
verano, 5 ºC, pero lo que provocaba una sensación térmica realmente gélida era
el fuerte viento que reinaba en el promontorio, en torno a los 10 m/s. La
sensación térmica era de bajo cero y permanecer unos segundos quieto era una
martirio. En ese momento ya era medianoche, y en el extremo del cabo, aunque el
día estaba nublado y lluvioso, y no se podía ver claramente el sol y el
atardecer, los rayos que se veían entre las nubes de borrasca creaban un
espectáculo impresionante, con un océano Glaciar Ártico amenazador que se
curvaba peligrosamente por los extremos, como si quisiera desbordarse e inundar
el resto del globo. Cuando salimos de allí, a más de las 12:00 de la noche,
incluso cuando llegamos a nuestra cabaña a la 1:30, aún no había anochecido, era
el sol de medianoche; ese día sí se pondría el sol unas pocas horas, pero la
luz del crepúsculo nos acompañaría durante todo el día.
Actualmente se sigue construyendo con madera.
Los noruegos han mantenido y mejorado su técnica constructiva, haciendo sus
casas más habitables gracias a su mejor aislamiento. Siguen empleando la madera
de forma sostenible y eso les permitirá tener un recurso natural de forma
inagotable.
Gracias por toda la información que dejas en este blog, no es común encontrar tanta descripción de la vida en estos países en español.
ResponderEliminarSaludos
gracias por articulo .....hermoso...www,alediaz.cl
ResponderEliminarMuchas gracias, muy interesante.
ResponderEliminarDan muchas ganas de recorrer esos lugares con tu exposición del tema. He pasado hasta frío!!!
Gracias!
ResponderEliminarDe verdad, muy interesante. Ahora estoy buscando un alquiler de galpon en un área rural. Importante esta información.
ResponderEliminarimpresionante, gracias!
ResponderEliminarBien
ResponderEliminarNoruega y España tienen muchas similitudes, unaInmobiliaria en Altea te ofrece por ejemplo los sitios más emblemáticos y lujosos de la zona. Algo que es una muestra más de un país desarrollado.
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