América del Sur es un auténtico
hervidero de arquitectura popular, viva, activa, funcional. En cada viaje que
realizo al continente intento documentar alguna de sus tipologías más
significativas. Esta vez volvía a realizar un viaje a Chile e intenté estudiar
las rukas mapuches, de las que había
leído mucho pero que no había podido ver en persona.
A pesar de que hoy en día un
tercio de la población mapuche de Chile se encuentra en Santiago de Chile, parece
que no hay nada en las ciudades que les haga sentir realmente bien. Se consideran
marginados y creen que les dan los peores empleos. Tal vez por esos motivos un
grupo de mapuches ocupó uno de esos terrenos baldíos para reunirse, celebrar
sus ritos y ceremonias, y mantener su identidad, en definitiva.
El Ayuntamiento del barrio,
porque en Santiago hay un ayuntamiento en cada barrio, decidió donarles el
terreno y encargarse del mantenimiento de las rukas, nombre que dan a sus viviendas. Se recurrió a un rukafe, el arquitecto popular capaz de
construirlas manteniendo todas sus esencias constructivas, formales y
conceptuales necesarias para llevarlas a cabo.
El conjunto
que quería visitar en el municipio de El Bosque
En origen, los mapuches ocupaban
un vasto territorio en el tercio inferior de América del Sur, a ambos lados de
los Andes, en los actuales Chile y Argentina.
El pueblo mapuche fue el primer
pueblo indígena en ser reconocido como un estado independiente, con un
territorio propio. En 1641, Francisco López de Zúñiga, en nombre de la Corona
de España, firmó un acuerdo con la nación Mapuche fijando una frontera que
delimitaba los terrenos que les corresponderían a cada uno. El límite de ese
territorio era el río Bio-Bio, y de ese modo pudieron mantener una total
independencia durante siglos. Sin embargo, en 1860, y en una guerra que duró
hasta 1885, los ejércitos de las repúblicas de Chile y Argentina atravesaron
esa frontera ocupando todo el territorio mapuche, masacrando a gran parte de la
población. El territorio en el que quedaron finalmente asentados se redujo a
una 10% de lo que poseían previamente, lo que provocó una profunda herida y les
llevó a una severa ruina económica y emocional que se mantiene hoy en día.
Su actividad económica ha sido,
en muchos casos, la ganadería y sus derivados, tejidos, pieles, el mar o la
agricultura. Todas ellas desarrolladas
de forma poco productiva, prácticamente como economía de subsistencia, lo que
está provocando la migración de sus gentes a las grandes ciudades, como
Santiago. La causa fundamental de esos
traslados está en la poca calidad de las tierras que dedican a la agricultura o
la ganadería, y los escasos recursos tecnológicos de que disponen para
trabajarlas.
Leí en un documento publicado por
el Ministerio de Obras Públicas chileno, y relativo a los trabajos con la
arquitectura de culturas minoritarias que conviven con otras mayoritarias, que
no había que buscar los elementos que identifican a esa cultura minoritaria
para incorporarlos al diseño actual, sino buscar qué elementos pueden ser
usados en el espacio compartido con la cultura mayoritaria. Yo no estoy del
todo de acuerdo porque eso supedita la cultura minoritaria a la mayoritaria, y acaba
por llevarla a la pérdida de sus elementos identificatorios, la imagen de su
propia arquitectura. La recomendación de ese documento era la de buscar valores
conceptuales, algo que comparto, pero sin conservar las formas propias de la
arquitectura mapuche, y eso representaría perder la parte plástica, visual, de
su arquitectura, lo que supone finalmente perderla completamente. Quedarse con
la cáscara sin el contenido no tiene sentido, pero hacerlo al revés creo que
tampoco lo tiene. Sin embargo, según fui adentrándome en el tema mapuche, y
empecé a entenderlo mejor, me replanteé mi postura inicial.
Quizá lo más importante para
entender todo lo mapuche es entender el Az
mapu, la manera en la que un mapuche ve el Cosmos y como debe ordenar dentro
de él su propia existencia, armónicamente con sus antepasados y su tierra.
Por tanto, la relación con el Cosmos
es muy importante. Según esto, su mundo está dividido en la tierra de arriba,
donde habitan los espíritus benefactores y los espíritus de los antepasados, es
la Wenu mapu, la tierra de abajo,
donde moran los espíritus malignos, la Miñche
mapu, y entre medias la Nag mapu,
donde viven los hombres en armonía con la naturaleza. Ese espacio terrenal lo
estructuran en cuatro zonas, la tierra del norte, la del sur, la del este y la
del oeste. Dividiendo el territorio mapuche en esos cuatro cuarteles da lugar a
las gentes del norte, las gentes del sur, las gentes del este, las gentes del
mar, las gentes de los llanos, las gentes de los valles y las gentes de los piñones.
Los mapuches, aun siendo la misma etnia, con el mismo idioma, mantienen matices
culturales diferenciadores según donde viven y según su actividad económica, y
por supuesto hay diferencias arquitectónicas cuando las zonas donde habitan son
climáticamente diferentes.
El año está dividido en tiempo de lluvias, tiempo de brotes,
tiempo de abundancia y tiempo de rastrojos. Su relación con los astros les
permite determinar con claridad cada uno de ellos.
La bandera
mapuche tiene en el centro el circulo que representa la tierra mapuche dividida
en sus cuatro tierras, la puel, o
tierra del este, la pikun tierra del
norte, la lafken, la del mar y la willa, la del sur. En ellos se muestra
el Sol, dos veces, la Luna y una estrella. Dado que no tuvieron lenguaje
escrito, y sólo tradición oral, la iconografía, formas y colores son muy
importantes.
La estructura social del pueblo
mapuche se basa en el lof, unidad
familiar formada por tres o cuatro generaciones que, hasta en un total de nueve
lof, se agrupan en torno a la ruka del jefe. Esta estructura mantiene
lazos familiares siempre por vía paterna. A ese conjunto se llama rewe. A pesar de mantener esas
relaciones familiares tan íntimas y cercanas no genera problema de
consanguinidad porque una regla fundamental de su sociedad es buscar pareja
fuera del grupo. Entre los nueve jefes de los lof se elige al líder de la comunidad.
Los mapuches nunca crearon
asentamientos complejos ni meditados previamente, ni siquiera se les puede
llamar poblados, sino que siempre fueron agrupaciones de pequeño tamaño y por
tanto con una estructura urbana nuclearizada.
Un lof
La ruka es el elemento arquitectónico representativo de la
domesticación del Nag mapu. Es algo
más que la simple vivienda tradicional mapuche, es su elemento más simbólico, donde
se ve como el hombre controla los elementos de la naturaleza, pero manteniendo con
ella una enorme armonía.
La construcción de la ruka es un acto comunitario en el que la
familia invita al resto de la comunidad a tomar parte. Dirigido por el rukafe, una vez terminada la estructura
principal, el futuro morador ofrece a todos los que están trabajando en ella
comida con carne, todo un lujo, pan y chicha fermentada.
A pesar de la simplicidad de su
forma, de planta ovalada o cuadrangular, casi sin divisiones, representa el espacio
fundamental de las relaciones personales y sociales, donde se muestran las
funcionalidades y usos de su tradición cultural.
Hay cierta variedad en las rukas que emplean los mapuches, no en
balde son gente ubicada en zonas climática y geográficamente muy distintas, desde
el mar a la alta montaña andina, pasando por valles y llanos. No son muy
significativas pero sí les da personalidad propia.
Una ruka toda ella hecha de totora y bambú
En estas construcciones hay
algunos elementos básicos y otros muy variables. Por ejemplo, la puerta está
siempre orientada al este, al amanecer, el mayor referente de la vida mapuche.
También, desde un punto de vista pragmático, es la mejor orientación para
protegerse de los vientos del sur y del norte. Interiormente suele ser diáfana
o con ligeras compartimentaciones.
También es común en todas que
haya dos huecos en la cumbrera, en los lados cortos, por donde sube menos la
cubierta, para permitir la ventilación cruzada que eliminará el humo del fuego
del hogar.
Hueco de
ventilación en la cubierta
El suelo, muy frío, es de tierra que
absorbe el calor interior, aunque ocasionalmente puede haber alguna con suelo
recubierto de piedra o de madera.
Una ruka para reuniones con suelo de piedra.
Se ve la zona luminosa cerca de la puerta
La iluminación es muy escasa ya
que no hay huecos, únicamente cerca de la puerta se puede aprovechar algo la
luz natural. El hueco siempre ha sido un lujo.
En general la cubierta se sostiene
por dos o cuatro postes centrales, pero en algunas tipologías llegan a usar
cerchas apoyadas en los muros. Cuando la cubierta no es de madera, es de paja o
totora. En todos los casos, incluidas las cubiertas de madera, la autoventilación
del humo del hogar es imprescindible para evitar su pudrición y la presencia de
insectos.
Ruka de tres postes deslumbrada por la luz que entra por uno de
los dos huecos de ventilación
Pero hay también diferencias en la
forma y los materiales según el grupo mapuche, su ubicación y su economía. Por ejemplo,
la ruka williche, la de la gente del sur, dedicadas al pastoreo y la
agricultura de pequeña escala, y a algo de artesanía para vender al turismo, es
de planta cuadrada, con paredes de tabla colocada horizontalmente, con pequeños
huecos de ventilación a modo de ventanas; es el único tipo de ruka que lleva ventanas. Su techo es
inclinado y de paja. Suele tener dos puertas enfrentadas, una mirando al este y
la otra al oeste. Es curioso que haya una puerta al oeste porque para ellos,
como para otros muchos pueblos, entre ellos los vietnamitas, el oeste
representa la muerte, en oposición al este que es el símbolo de la vida;
seguramente se arriesgan a tener puertas al oeste para asegurarse la
ventilación. El oeste no solamente es el ocaso sino la orientación que señala
el mar, hacia donde vuelan los espíritus y que les marca el límite físico a su
territorio. Sin embargo, para ellos la orientación peor es la norte, que
representa el mal en su máximo grado. Del norte vienen las guerras, las
invasiones y el viento que anuncia el mal tiempo. Evidentemente del sur poco malo
podía venir, ya que son las zonas frías y poco habitadas de la Patagonia, pero es
verdad que de ahí vienen los vientos que representan la llegada del buen
tiempo.
En la tierra pewen es donde se construyen las rukas pewenche, la de la
gente de los piñones. Son gente trashumante que van desde los valles hacia las
zonas piñoneras de la montaña para la recolección de lo que es la base de su
economía, el piñón. Estas son las más sofisticadas porque necesitan de un
trabajo de la madera más cuidado y resistente al peso y los efectos de la
nieve. La ruka pewenche también es de planta cuadrada pero con una cubierta muy trabajada
con troncos de madera ahuecada que llaman canoas. Es muy inclinada para reducir
la acumulación de nieve. Esta gente habita en la zona más fría del territorio
mapuche. La pesada cubierta se apoya en los muros, que también son de tabla, pero
esta vez colocada verticalmente para soportar y transmitir mejor el peso al
terreno.
En la tierra laften se construye la ruka
lafkenche, la de las gentes del mar.
Su economía lógicamente está vinculada al mar, recogiendo y vendiendo algas y
marisco, y pescando para el autoconsumo. Como se ve en casi todos los casos no
desarrollan una economía muy productiva para la venta o el comercio, sino más
bien de subsistencia. Su ruka tiene
planta circular y un techo de paja que llega hasta el suelo confundiéndose con
los propios muros. Interiormente dos postes se encargan de sostener la
estructura que conforma el techo. Hay soluciones parecidas en otras partes del
mundo. En la amazonía ecuatoriana hay tipologías muy similares.
Hogar a ras
de suelo en el interior de una ruka
Un estudio que se hizo con varias
rukas lafkenche, monitorizando sus condiciones interiores, mostró que en
invierno sólo estaban 4 ºC de media por encima de la temperatura exterior, demasiado
poco para aproximarse a condiciones de confort. Con el fuego del hogar apagado,
la temperatura interior en ocasiones era incluso menor que la exterior, probablemente
debido al suelo frío. Cuando se encendía el hogar, las mediciones de CO2
mostraban un nivel adecuado gracias a la ventilación espontánea, pero el
contenido de partículas en suspensión era muy elevado e insalubre. Las medidas tomadas
durante el verano mostraron temperaturas interiores iguales o liegamente
inferiores a las exteriores, probablemente gracias al efecto del suelo de
tierra; dado que el verano no es caluroso, incluso se podrían considerar frías.
Sólo valorando la temperatura operativa, es decir teniendo en cuenta la
radicación emitida por el fuego del hogar cuando se encuentra encendido, mostraba
zonas confortables muy cercanas a la llama. Aunque no se puede decir que en
ningún momento se alcanzaran temperaturas del aire confortables, entre las dos rukas que se midieron se pudo ver cómo
en la más grande las condiciones eran peores, debido al mayor volumen de aire a
acondicionar; incluso en verano una parte importante del día el espacio
interior estaba infracalentado, y muy raramente mínimamente sobrecalentado.
Una ruka en la que se puede apreciar su gran
tamaño
La ruka nagche, la de la gente
de los llanos, tiene planta ovalada, con cubierta de paja y paredes de madera. Quizá
esas variaciones, que no son otra cosa que una cierta adaptación a sus
microclimas, han dado la impresión de que no existe una imagen propia y única
de la arquitectura mapuche, lo que claramente les ha perjudicado.
Los cuatro lados de la tierra
también definen los materiales que se van a utilizar para realizar la ruka. En la tierra pikun, la de la gente del norte, se utiliza la madera, con una estructura
de dos a cuatro postes centrales para sostener la techumbre de paja. Las
paredes son de madera en forma de tablas colocadas verticalmente. La planta se
mueve entre ovalada y rectangular. Esta ruka
pikunche suele ser el tipo que se
construye en las zonas urbanas wenteche,
aunque no fue exactamente la que vi yo.
Como digo, el rewe que tuve la ocasión de visitar
respondía a la imagen de la ruka wenteche,
la gente de los valles. Esta gente se dedica a pequeñas actividades comerciales
y a vender algo de artesanía. Por eso en el lof
que visité había una ruka dedicada expresamente
a la actividad de venta de artesanía. Su ruka,
como pude ver, era de planta rectangular de esquinas redondeadas, sin llegar a
ser ovalada, con cubierta de paja, muros también de paja sujetos con una
estructura de bambú, y cubierta apoyada en una estructura potente de madera o
bambú; como pude apreciar, era una variedad de la pikunche, ya que los muros eran una mezcla de totora y bambú. Como
casi todas, estas rukas tenían una sola
puerta al este y dos aberturas en la cubierta para la ventilación.
Una de las características
básicas de la arquitectura tradicional mapuche es su temporalidad. Su
arquitectura es efímera, está hecha con materiales perecederos, madera, bambú,
palma, lo que obliga a rehacerla y reponerla regularmente. No están hechas ni
de piedra, ni de tierra, ni de cerámica. Esa ausencia es algo muy
característico de muchas culturas situadas en climas donde las estructuras
vegetales permiten una ventilación permanente. Sin embargo éste es un clima
frío. También hay estructuras vegetales en cubierta en climas fríos, por
ejemplo la palloza de la sierra de los Ancares. Allí se trata de conseguir el
aislamiento térmico que proporciona el aire ocluido en capas muy gruesas y
densas de paja. Aquí sin embargo el motivo parece ser otro: la relación
armónica entre el hombre y la naturaleza, lo que les lleva a buscar una
arquitectura que también sea sometida y transformada por las fuerzas naturales,
el viento, la lluvia, el sol. Esto les permite sentir que mantienen un perfecto
equilibrio con los elementos de la naturaleza que les rodea, tomando materiales
de ella pero luego devolviéndoselos.
La ruka está hecha de materiales efímeros
El momento del año más importante
para los mapuches es el comienzo de un año nuevo, con el solsticio de invierno,
a finales de junio, que curiosamente coincide con las celebraciones que en Europa
provenientes de las culturas celtas, que llevan a quemar todo lo antiguo del
año anterior en fallas y hogueras. En la actualidad también han añadido a sus
fiestas el 12 de octubre, pero como el Día de la Resistencia Indígena, en
oposición a las fiestas oficiales que celebran la llegada de los europeos a América.
Llegar al rewe que iba a visitar fue
una auténtica odisea. A pesar de usar un GPS, esa zona de Santiago está repleta
de viviendas sociales indiferenciadas, entre las que te mueves durante
kilómetros y kilómetros por un paisaje que no parece cambiar. Después de varios
errores y cambios de dirección llegué al lugar donde estaban construidas las rukas; no es el único asentamiento que
existe en Santiago, hay alguno más que en otro momento intentaré visitar.
Este rewe estaba formado sólo por cuatro rukas. Una de ellas estaba dedicada a temas administrativos. La
gente que la usa y trabaja en ella me dijo que llegado el invierno las
condiciones interiores eran muy malas, que hacía mucho frío. Es lógico, a pesar
de que las paredes hechas con totora aporta un cierto aislamiento,
aproximadamente tendría una U de 0,45
W/m·K, y que la falta de ventanas evita que por ella se pierda calor, la
estructura es tan permeable, incluidos los huecos de ventilación superiores,
que la tasa de ventilación debe superar las seis renovaciones a la hora. El
fuego u otras fuentes calor modernizadas que se puedan usar deben acondicionar
un volumen excesivamente grande de aire y un suelo de tierra que absorberá
inmediatamente ese calor, por lo que lógicamente no logran calentarlo. Todo
esto apunta a un uso más favorable en los momentos calurosos del año, con mucha
ventilación, protección solar, aislamiento en la fachada y suelo con mucha
masa.
La ruka dedicada a las ventas de artesanía
los fines de semana
Había otra ruka con forma de media luna mirando al rewe ceremonial, que estaba dedicada a un pequeño mercado de
artesanía. Los wenteche tienen como
forma de vida la artesanía y pequeñas actividades comerciales. De las otras dos
rukas, las situadas en la zona oeste
del campo, una de ellas era la de la machi.
La machi es la persona que aplica la medicina mapuche. Esta medicina no sólo se preocupa del cuerpo sino
también del espíritu para que la persona siga manteniendo el equilibrio
necesario con el Cosmos. El poder de la machi se obtiene del lugar, de la
tierra, que aporta la energía que necesitará la sanadora para trasmitirla a los
enfermos. Esa energía no se puede trasladar porque permanece en el lugar, sólo
se puede aplicar en su ruka. Por eso
es fundamental la correcta ubicación de la ruka
de la machi.
La ruka de la machi
Interior de
la ruka de la machi, con una
estructura de una madera obtenida de un árbol sin defectos
Situada en la zona este del campo
estaba el guillatuwe ceremonial, el
lugar de rogativas, cercado y lleno de ofrendas, sobre todo alimentos. En medio,
plantado como un símbolo, su árbol sagrado, un canelo.
Visión del
espacio ceremonial a través de la puerta de la ruka de la machi
El gillatuwe o zona sagrada del rewe, también llamado rewe, situado en el centro o al menos en
una zona visible desde todas las rukas. Para
ello es importante lo concéntrico, porque son puntos llenos de energía
En el campo que se formaba entre
las rukas se juega al pain, que es un juego que recuerda mucho
al hockey actual. Se juega en el paliwe,
un espacio de reunión comunal, sobre una cancha que puede medir hasta 300 m de
largo, en la que dos equipos intentan llevar la bola hasta el punto más
profundo de su zona para sacarla fuera, golpeándola con un palo curvo. La orientación
del lado largo es norte-sur. Inicialmente era un acto religioso más que un
juego, y ha pasado a ser un acto de relación entre comunidades, en este caso los
equipos que se enfrentan.
El fogón de
la ruka de la machi, donde se preparan las medicinas naturales mapuches,
siempre se coloca lateralmente a la entrada. Al fondo se ve la zona reservada
para los enfermos, tras un panel de cañas
Los muros en este caso eran de
cañas de totora fijada sobre una estructura de coligüe, un bambú macizo, duro y
resistente. La totora aísla mucho, pero el espesor de los muros era reducido,
de menos de 5 cm, por lo que no era suficiente como para alcanzar adecuadas
resistencias térmicas. En estas rukas
el problema del calentamiento es el mismo que el descrito en las rukas lafkenche. La fuente de calor es
muy pequeña, el volumen grande, y el aire casi no se calienta. Únicamente el
efecto radiante se aprecia cerca del fuego. También comparten el aspecto
negativo de las pequeñas partículas que quedan en suspensión, y que acaban respirándose,
y la pobre iluminación. Es lógico que en las rukas modernizadas se intente resolver estos graves problemas.
Detalles
constructivos del muro y la cubierta con paja de totora y el bambú macizo que
sirve de subestructura
Según me dijeron, a pesar de lo
perecedero de los materiales empleados, no es necesario sustituir la cubierta,
la zona más expuesta de la envolvente, con demasiada frecuencia. La que había
allí tenían ya diez años.
Las construcciones modernas que han
realizado las autoridades para mejorar la habitabilidad de las rukas tratan los aspectos formales desde
una visión conceptual: la centralidad, el este, lo concéntrico. El aspecto
final de estas construcciones es un tanto aséptico, indiferenciado, yo diría incluso
que un tanto impersonal, que salvo alguna construcción que he podido ver
publicada se aleja de la imagen clásica de la ruka. Probablemente, excepto el uso de materiales locales y
renovables, no haya en la ruka ningún
valor claramente bioclimático que defender, de hecho, como he dicho no son
especialmente confortables. El tamaño de la ruka
moderna también se reduce, ya que las parcelas donde deben construirse son
pequeñas y no permiten hacer las grandes construcciones tradicionales. Sin
embargo se suele mantener la cubierta como un manto único que cubre a toda la
unidad familiar. Tal vez todo esto sea lo acertado, pero es una pena que se
pierda la imagen tradicional que proyectaban. Les pasa algo parecido a las
casas de turba islandesas; aunque en ellas se haya resuelto perfectamente el
aislamiento, no resultaban confortables, eran oscuras y húmedas, y eso hizo que
hoy sólo se use la turba en algunas cubiertas para recordar su tradición
constructiva.
Leí que antes de hacerles nuevas
construcciones más habitables, hablando con las comunidades mapuches, y a la
pregunta de cómo querían sus nuevas edificaciones, pedían el zinc en la
cubierta por considerarlo un símbolo de
estatus social; seguramente porque tampoco tendrían que reponerlo. Esta
respuesta es muy sintomática de lo que buscan y de lo poco que valoran algunos sus
construcciones tradicionales. De igual modo reclamaban ventanas, algo de lo que,
salvo excepción, carece la ruka. En
este caso sí puede ser un elemento higiénico imprescindible, dado que la piel ya
no será tan permeable y se ha comprobado que uno de sus grandes problemas es el
de la mala calidad del aire.
Después de ver todos los modelos
de construcciones que usan los mapuches, me atrevo a decir que la ruka no es tanto una tipología clara de
arquitectura popular, sino más bien un concepto y una forma de vida. La forma
no es lo importante, no lo son los materiales concretos. Tampoco son espacios
confortables y de hecho en cuanto han tenido ocasión las han abandonado como
viviendas o las han transformado profundamente. Pero se siguen manteniendo
porque representan algo más: el lugar de reunión o el espacio ceremonial de
sanación, donde se mantienen el simbolismo de la orientación de la puerta y el
empleo de materiales efímeros, para que la naturaleza pueda recuperarlos cuando
quiera. Creo que parte de la inconfortabilidad interior se debe al equilibrio
que quieren mantener con la naturaleza, corrigiéndola un poco pero sin llevarle
la contraria completamente, eso es la ruka.
¿La forma o
el concepto?
Todo esto pone encima de la mesa
de nuevo el dilema de cómo se debe abordar la rehabilitación o sustitución de
las construcciones populares. ¿Hay valores bioclimáticos reales que deben
defenderse en la nueva construcción? ¿Sólo hay valores antropológicos y
culturales? Creo que no hay respuestas únicas ni soluciones comunes, creo que
hay que seguir estudiándolas y analizar cuál es la rehabilitación adecuada, en
el sentido más concreto de la palabra, volver a hacerlas habitable.
Profesor cada ves nos sorprendes, ahora con una reflexión que esperamos que tengas la propuesta de solución. Por que es difícil darla bien pensada. además del gusto de leer en forma poética la arquitectura
ResponderEliminarFelicidades