La autopista que me llevó a la
ciudad, una de las tres de circunvalación, tiene 6 vías por sentido, limpias y
rectas, por las que circulan coches de súper lujo. Está bordeada de edificios singularísimos,
uno de ellos, a lo lejos, entre la bruma y el polvo del desierto, era el Burj
Khalifa.
Dubái es uno de los siete
emiratos que forman parte de los Emiratos Árabes Unidos. Los otros son Abu
Dabi, el mayor y más rico, Ajmán, Fayaira, Ras Al-Jaima, Sharjah y Umm
Al-Qaywayn. Constituyeron el estado tras su independencia como protectorado
británico en 1971. El jefe de estado es un presidente que siempre es el jeque
de Abu Dabi. Dubái es el segundo emirato en importancia y el que junto con Abu
Dabi tiene petróleo.
Dubái en origen no eran otra cosa
más que un pequeño asentamiento nómada vinculado a un próspero puerto que
servía de escala en el trayecto entre Europa y la India, y que básicamente vivía de la extracción de perlas. En 1833, el clan
de los Al-Maktum se separó de Abu Dabi para formar un emirato independiente, y
así surgió Dubái. Pero tanto este emirato como los limítrofes inmediatamente
firmaron un acurdo con el Reino Unido que los convertía en protectorado y los protegería
de este modo del Imperio Otomano, en plena expansión. Lawrence de Arabia, el
famoso militar británico Thomas Edward Lawrence, apoyó desde dentro la lucha de
las tribus de la península Arábiga contra los turcos, y la película de David
Lean lo llevo a la popularidad.
Enseguida me di cuenta de que en
Dubái todo gira en torno a los jeques, y que a pesar de ser una monarquía
constitucional, todo depende finalmente de ellos; hay un gran espíritu de
dependencia paternalista. En Dubái son enormemente clasistas, y la población
extranjera, ampliamente mayoritaria con respecto a la autóctona, no tiene
los mismos derechos, mientras que los autóctonos disponen de todos los recursos y
tienen cubiertas todas sus necesidades . Como decía, Dubái es una
monarquía constitucional, y en uno de sus artículos señala la igualdad de todos
los hombres independientemente de su nacionalidad, lo que está por ver.
La sociedad dubaití está muy
jerarquizada, por no decir de ella que es clasista. En el escalón superior está
el jeque y toda su familia. Más abajo se encuentran los que tienen nacionalidad
dubaití, entre los que ni siquiera se encuentran los nacidos en Dubái de
mujeres dubaities si el marido es extranjero; no ocurre igual si el hijo es de
hombre de Dubái y mujer extranjera, en ese caso si tiene la nacionalidad.
Después están los extranjeros, cuyo escalón inferior lo ocupan los emigrantes
que van a trabajar en la construcción, filipinos, bangladesís, indios y
paquistanís.
La
omnipresente imagen del jeque. La familia del jeque no sólo se ve en carteles
sino en persona conduciendo sus coches; se distingue porque las matrículas van
del 1 al 10. Yo vi el 3.
A pesar de la modernización del
país, todavía se puede ver en Dubái arquitectura tradicional, la mayor parte de
ella recuperada, reconstruida y rehabilitada, para dotar a estas tierras de un
patrimonio cultural del que carecen en comparación con otros estados
limítrofes. Esa arquitectura tradicional es muy básica, en cierta medida común
con la de todos los países de clima cálido seco y cultura islámica. Se
conservan edificios públicos, viviendas y construcciones defensivas. En las
viviendas, que por otro lado son muy variadas de tamaño, estructura y
decoración, según la clase social de sus propietarios, se encuentran las torres
de viento que pretendía ver.
Hoy en día quedan muy pocas en
funcionamiento real, ya que el dinero, el petróleo y la energía ha cambiado la
mentalidad de los propietarios originales. Las que se pueden encontrar
funcionando están en edificios ocupando por un estamento de la población no
autóctona, sin recursos para usar aire acondicionado.
Antes del petróleo, que se empezó
a extraer en 1966, todos estos emiratos eran tierras pobres, muy pobres, y sus
construcciones y pueblos respondían a esa escasez de recursos. En Dubái, en
esos años, las calles no estaban asfaltadas y había escasez de agua potable¸
incluso hasta los años 70 no tuvieron electricidad. Pero las ciudades
respondían a esa escala pequeña, a los materiales locales, piedra, tierra y
madera de palma, y a la estructura clásica de calles estrechas de las medinas.
Pero como también eran nómadas además de comerciantes, algunas de sus
construcciones eran desmontables y efímeras. Esas construcciones se llaman barasti, y estaban hechas de hoja de
palma y pensadas para durar como máximo cinco años. En esas construcciones también
se montaban torres de viento.
Como en todos los casos que he
estudiado de arquitectura popular, aquí también los edificios están
determinados por el clima y los materiales locales, con las influencias
sociales y económicas de sus ocupantes, es decir, su cultura.
Detalles
constructivos de un barasti hecho de
cañas, con el atado de las cañas para crear los techos y las paredes. Aunque
las cubiertas no son tan gruesas como en otras partes del mundo donde también
se emplean cañas, aquí, la poca lluvia justifica su menor espesor
En este caso concreto su clima es
terriblemente extremo, sobre todo en verano. Durante el estío se llega
regularmente a los 50 ºC, algo brutal. Durante el tiempo que permanecí en Dubái
se superaron tranquilamente los 40 ºC, con una naturalidad pasmosa, casi sin
darte cuenta. Pero también con algo sorprendente, una humedad altísima. Dubái
está en la costa, y la brutal radiación provoca una potente evaporación del agua
del mar que genera una humedad superior al 95% en ciertos momentos del día, al amanecer
fundamentalmente. Luego se reduce según transcurren las horas, pero no baja del
70%. Diferente es si te desplazas hacia el interior del emirato, hacia el
desierto, donde no se alcanzan esas humedades, al contrario, serán muy bajas.
En la costa, el único material
sólido con el que pueden construir es la piedra que sacan de los arrecifes de
coral. Como es lógico este material es muy poroso lo que le confiere una capacidad
aislante que no tiene una piedra compacta. Los muros, que son muy gruesos, realizados con este material ofrecen por ello
un gran aislamiento térmico, con transmitancias térmicas por debajo de uno, pero
también con una gran masa térmica.
Como la estructura urbana es la
propia de las medinas, de casas arracimadas y separadas por estrechos
callejones, el soleamiento sobre las fachadas es reducido. Naturalmente no hay
huecos hacia el exterior, todos dan hacia el patio interior, y si hay alguno
estará protegido por una celosía muy compacta. Con todo ello se minimiza el
calor que podría pasar desde el exterior hacia los locales habitados, pero ya
se sabe que algo atravesará los muros y que la actividad interior, que genera calor,
provocará finalmente el sobrecalentamiento interior, es decir más temperatura dentro que fuera, si no
se remedia con la ventilación.
Por todo ello, los ocupantes de
estas casas dormían con frecuencia en la terraza, ya que por la noche la
temperatura puede llegar a bajar ocasionalmente de los 30 ºC. Por ese motivo el
peto de las viviendas es bastante alto, en parte para dotar de intimidad, en
parte por seguridad. Dadas las altas temperaturas es la única zona de la casa
suficientemente fresca para dormir, ya que en el interior se acumula el calor
del día.
Plataforma
para dormir en el exterior en un barasti
Por ese motivo se incorporaron
las torres de viento, como un dispositivo capaz de introducir en los
dormitorios el aire de la noche y evitar que tuvieran que dormir fuera del
edificio.
Las torres de viento, o barjeel, surgieron en Persia, formando
parte de una tradición de estrategias bioclimáticas con cinco mil años de
antigüedad. Sin embargo su presencia en este emirato es mucho más reciente. Un
grupo de comerciantes persas se instalaron en el barrio Al-Bastakiya a finales
del siglo XIX. Construyeron sus casas con la tradicional torre de viento persa,
introduciéndola con facilidad en la cultura local y haciendo que formara parte
natural del paisaje dubaití. De allí se extendieron a otras zonas del Golfo Pérsico.
Las viviendas donde se montan
estas torres están condicionadas por los recursos locales. Sus habitaciones
tienen una anchura limitada por la longitud de los troncos que se utilizan para
hacer la cubierta plana, entre 3 y 4 m nada más. Son troncos de madera de
manglar traída de la india, ya que en Dubái, por su clima, no abunda la madera
dura.
La estructura interior es la
típica de las viviendas islámicas, delimitando claramente lo público de lo
familiar, con una zona semipública. Lo más privado es el patio, y también lo
más cuidado, como puede ver al comparar el trabajo y decoración de sus fachadas
interiores frente a las paredes exteriores, sobrias y sin ningún aditamento.
Igual ocurre con las ventanas, ausentes casi por completo en la fachada
exterior, por un tema de intimidad, pero también claramente por vocación
bioclimática de protección solar.
En el patio, donde se realiza la
vida familiar, cobra importancia la galería de la primera planta que conecta
las diferentes habitaciones, llamada liwan
o iwan; este espacio actúa de
tránsito entre los dormitorios y el espacio abierto del patio, pero sobre todo
sirve para sombrear los huecos, que ahora sí aparecen en esta fachada
interior. Hacia el patio da una
columnata o una arcada, que sombrea la galería y lo convierte en un espacio
semiabierto. Como tiene la anchura necesaria para asegurar ese sombreamiento,
es suficientemente grande como para hacer vida en ella, sobre todo las mujeres;
es como una logia. Es tan importante en el funcionamiento de los edificios, que
hasta algunas mezquitas la utilizan como zona de rezo en verano.
Foto de un iwan muy sencillo, sin casi protección
en el peto, y otro es esquina más cerrado
Pero el elemento bioclimático más
llamativo es el ya mencionado barjeel,
que literalmente quiere decir “captador de viento”. Aunque el modelo más
sencillo es de una simple boca, como el malkaf
que se puede ver en Egipto, los desarrollados en la región del Golfo son de
múltiples bocas. La diferencia radica en que los sistemas de una boca sólo
podrán captar el viento cuando sopla en la dirección del hueco, mientras que
los que tienen múltiples bocas, mirando a todas las orientaciones captan el
viento, sople por donde sople, y venga de donde venga. Estructuralmente están divididas en cuatro
zonas mediante dos muros verticales que van de esquina a esquina y se cruzan en
el medio formando un aspa. El viento
entrará por los huecos verticales exteriores, chocará contra la pared del muro
que se encuentre enfrente y penetrará por el canal correspondiente. Esos huecos
exteriores están decorados con paneles de yeso en su borde superior, que se
convierten en su seña de identidad. Ese panel de yeso ayuda a canalizar el aire
hacia abajo y evita que salga de nuevo
hacia el exterior. El número de esos huecos verticales puede variar; lo normal
es de dos a cuatro por cara, pero pueden ir de uno hasta seis.
Torre de
viento de tres huecos verticales y una decoración de tréboles
A veces la gente tiende a
confundirlos con chimeneas solares o térmicas, por las que sale el aire caliente
del edificio. No, en este caso se trata de captar el viento exterior para
aprovechar su movimiento como una estrategia para que el cuerpo pierda calor y
se sienta reconfortado, y, al tiempo, se elimine el aire sobrecalentado del
interior al generar sobrepresión dentro de la casa. Si no hay viento no
funcionan, y si el aire es muy caliente el resultado no es muy efectivo. Eso no
quiere decir que cuando no sopla nada de viento las torres de viento no puedan
funcionar espontáneamente como chimeneas térmicas, aunque esa no sea su
función.
Torre de
viento de dos aberturas por cara
Al entrar a la torre, la
velocidad del aire se incrementa ligeramente por efecto venturi al introducirse
en alguno de los canales verticales, aunque no sean especialmente estrechos. Interiormente
el canal no termina a ras de techo, sino que cuelga hasta una altura
ligeramente superior a la altura media de una persona, para que el efecto del
aire sea más directo.
Las torres de viento se
construyen habitualmente con la piedra extraída de los arrecifes de coral, pero
también con madera, y más singularmente, cuando se usa en construcciones
nómadas, con tela. Cuando las paredes son de piedra o de tierra, al tener una
gran masa, acumulan frescor durante su funcionamiento nocturno, lo que permite
que el primer aire caliente de la mañana lo absorban las paredes. Son de planta
cuadradas y tienen un altura sobre el nivel del suelo de 12 a 15 m en edificios
de dos plantas, o de 8 a 11 m en construcciones de una planta; cuanto más altas
sean más rápido es el viento que captarán y más confort proporcionarán a los
ocupantes. Por ejemplo, el viento se mueve un 30% más rápido a 15 m de altura
que a 5 m.
Los huecos verticales de las
torres pueden cerrarse cuando sea necesario. Puede que lo sea cuando el aire viene
muy cargado de polvo o arena, o en invierno, pero también cuando el aire está
muy caliente, más caliente que el cuerpo, en cuyo caso no genera ninguna
sensación de frescor, sino de más calor. Parte de ese problema lo resuelve la
masa térmica de las torres y la presencia de agua en ellas.
El muro exterior de la torre es
de carga, realizado con columnas de piedra del arrecife. La esbeltez de estas
columnas y de las torres en su conjunto, las convierte en muy inestables, por lo
que se refuerzan con una estructura de palos de madera. Estos palos, también de
madera de manglar, sobresalen de la torre dándole una imagen muy
característica.
Imagen de
una torre con el refuerzo de palos sobresaliendo de las columnas
¿Pero sólo por eso? Hay varios
motivos más, el primero es para que actúen de andamios que permitan el
mantenimiento de la fachada, ya que la fachada tiene un recubrimiento de barro
encalado que debe reponerse regularmente. El segundo motivo es que les sirve
para colgar telas empapadas de agua de modo que cuando el viento tiende a
introducirse por el canal vertical de la torre se enfría al evaporar agua y se
limpia en parte del polvo del desierto.
Con ese complemento evaporativo se
entiende mejor su funcionamiento. Si bien es cierto que están pensadas para
usarlas durante las noches, cuando la gente duerme bajo ellas en lugar de tener
que desplazarse a las terrazas, al enfriarse el aire por ese proceso
evaporativo se pueden usar durante más horas del día.
A la entrada del canal de Dubái, realmente una ría, se
encuentra el barrio de Shindagha, una estrecha franja de tierra con vistas al Golfo
Pérsico. En los momentos de su formación, los barrios respondían a la actividad
de sus ocupantes y no había grandes diferencias sociales entre los supuestos
ricos y los auténticos pobres. Allí se mantienen varia casas con torres de
viento, las casas de Saeed Bin Maktoum Al-Maktoum, con cuatro torres de viento,
de Obaid y Jumaa Bin Thani Al-Maktoum, con una torre, de Hasher Bin Maktoum
Al-Maktoum, con una torre, y de Moza Saeed Al-Maktoum, con una torre; todas de
miembros de la familia Al-Maktoum, la del jeque gobernante en Dubái. Como se
ve, las torres de viento eran elementos diferenciadores de calidad con el resto
de la población, antes de disponer de aire acondicionado. El barrio de
Shindagha se convirtió en una zona importante de Dubái al construirse en él
mezquitas, edificios de la administración y educacionales.
Todas estas casas son de dos
plantas, con la planta baja cerrada al exterior, como es tradicional, pero con
huecos en la superior, más protegida de las vistas. Su terraza permite tener
vistas al canal y al golfo, y las torres de viento, por encima de la terraza aprovechan
las brisas de aire que circulan entre ambas masas de agua. No cabe duda de que
por la ubicación del barrio el aprovechamiento del viento es máximo.
Tuve la oportunidad de entrar en
la casa del jeque Saeed Al-Maktoum, hoy convertida en museo, para apreciar de
primera mano su estructura, características y funcionamiento. Este jeque
gobernó Dubái entre 1912 y 1958, y mandó construir la residencia en 1896,
probablemente una de las primeras del barrio y el edificio más grande e
importante, ya que en su momento no solamente fue la residencia del jeque, sino
también el edificio de la administración.
Tiene varia alas independientes, una
para cada hijo del jeque. Con ellas se forma el tradicional patio interior.
Estos patio, y éste en particular, son en general más grandes que los de las
casas de las medinas africanas.
Imágenes exteriores de la casa del jeque
Planta
Torre de
viento de la esquina NE, con dos huecos por cara
La propia estructura del edificio
es común en todas las sociedades
islámicas. Dubái se debate entre la ley
islámica, la sharia, y un cierto intento de modernización social. No ocurre
como en Arabia Saudí, aquí los visitantes occidentales pueden vestir y moverse
como en cualquier otra parte del mundo; el turismo de lujo se está convirtiendo
en el sustituto de un petróleo que se acaba. Sin embargo, la población local
viste de una forma tradicional, ellos con su kandora blanco y su turbante, y ellas con su abaya negra. Los colores blancos y negro de sus ropas responden a
esa origen pobre de sus gentes que no podían teñir las telas y las debían usar
con sus colores crudos. Las mujeres cubren su cabeza en ocasiones sólo con un hiyab, que les cubre sólo el pelo, pero
en otras con burkas que les tapa toda
la cara.
Torres de
viento de la casa del jeque Moza Bin Saeed Al-Maktoum, dando al golfo
En el barrio de Al-Bastakiya se
conservan las casas de Mohammed Saleh Fikree, con una torre de viento, de Abdul
Rahman Frouq, con dos torres, de Mir Abdul Wahid Mir Ali Amiri, con dos torres,
de Mohammed Sherif Al-Olama, con dos torres, de Abdullah Mohammed Al-Bastaki, con
una torre, de Abdul Qader Rasshidi, con una torre, y de Mir Abdullah Amir, con
una torre, todas ellas casas de prósperos comerciantes.
A la
izquierda se ve una torre con un solo hueco por cara. A la derecha se ve el
contrasentido de una torre junto a un equipo de aire acondicionado.
El barrio de Al-Bastakiya, que se
sitúa al sur del canal, llegó a
concentrar el mayor número de casas con torres de viento de todos los Emiratos
Árabes Unidos. Sin embargo, hacia 1925, se produjo un desplazamiento de los
comerciantes hacia el zoco lo que provocó la recesión en el barrio y el
deterioro de sus construcciones. A mediados del siglo XX se empezaron a demoler
muchas de las casas del barrio para sustituirlas por otras más modernas y
confortables, pero en 1995 se logró comenzar con la rehabilitación y
reconstrucción de estas estructuras históricas, patrimonio popular del emirato
y de la humanidad.
La vivienda de Abdul Qader
Rasshidi es hoy en día la sede de la Sociedad de Patrimonio Arquitectónico de los
Emiratos Árabes Unidos. Buscar nuevos usos a estos edificios tiene, por un
lado, la clara intención de mantenerlos vivos, pero por otro demuestra que no
se pretende que sigan funcionando como viviendas, cuando la tecnología que
aporta el petróleo supera las posibilidades de su funcionamiento. La mayoría de
estas casas fueron abandonadas en la década de 1970, momento en el que
empezaron a modernizarse las casas en Dubái.
Viendo estas casas y las modernas
autopistas me entran ganas de decir que tradición y modernidad conviven, pero
no es así. Hasta hace 40 años no tenían electricidad, pero con la explotación
del petróleo y los nuevos recursos energéticos y económicos, dieron carpetazo a
los elementos tradicionales cargados de posibilidades bioclimáticas, tan
necesarias hoy en día. Todo se ha sustituido por una comodidad y confort
occidentales basada en el consumo. Sólo se ha mantenido la estructura familiar
cerrada.
Falsos barjeel. Se aprecia por su
transparencia, ya que no llevan el doble muro en aspa del interior
A pesar de ser de uso
relativamente reciente, no llegan a los 150 años, los captadores de viento
forman el perfil de la ciudad, hasta el punto de introducirlos como falsos barjeel en construcciones actuales. Desde
el canal, si se mira hacia el barrio de Al-Ras, se puede ver el “skyline” de la
ciudad, con las torres históricas y las falsas.
Cruzando el
canal de Dubái
El barrio de Al-Ras se creó en el
siglo XIX cuando la población se trasladó desde Bur a causa de la propagación
de enfermedades contagiosas. Es un barrio muy activo, sobre todo en el área de
Deira, donde se juntan emigrantes con familiares de los jeques, zocos
tradicionales y mezquitas, que mezclan el perfil de sus minaretes con el de las
torres de viento. Al estar situado sobre el brazo de tierra que se forma con el
gran meandro del canal, su perfil se manifiesta claramente al navegar por el
agua.
Como se trata de un barrio que
recibió mucha inmigración, la decoración de las casas muestra detalles más
propios de otras regiones del Golfo que del propio Dubái.
Torres de
viento del barrio de Al-Ras, vistas desde el canal.
En este barrio las casas de
interés con torres de viento son las de Sayed Ibrahim Sayed Abdullah y de Matar Bin Mosbeh Al-HayRas, ambas con una
torre nada más.
La casa de Sayed Ibrahim Sayed
Abdullah es la más antigua, de finales del siglo XIX. Como en la mayor parte de
estas construcciones, ésta es un ejemplo de una edificación que fue creciendo
con el paso de los años, no sólo por las necesidades de la familia, sino por el
cambio de estatus social de su propietario, que pasó de ser un humilde
comerciante, que disponía de poco menos que unas chozas en torno a un patio, a
un rico mercader de perlas que le llevo a construir una gran mansión. El paso
siguiente fue su abandono en manos del petróleo. Actualmente es también un
museo.
Si se hace un estudio tipológico
de las construcciones tradicionales de Dubái se puede apreciar que no se puede
hablar de una sola tipología, sino de que hay una gran variedad de modelos. Es
cierto que conservar elementos comunes fundamentales, como los barjeel, las torres de viento, pero
varían en el número, de una a cuatro, y el número de aberturas en las caras, de
una a seis.
Foto de
torres de una boca, dos y tres huecos verticales por cara
Todas tienen un patio interior,
pero cambia el tamaño, de muy pequeño a muy grande, la proporción con la parte
construida y su ubicación con relación a ella, a veces completamente interior
en otras abierto a la calle por varios lados. También cambia su forma de ser
perfectamente cuadrada a absolutamente irregular. En el número de plantas hay
poca variedad pues van de una a dos nada más.
El iwan es común en todas, como zona de estancia de mujeres o para
dormir en verano, pero cambia de ubicación y forma de protegerlo de la
radiación solar, casi siempre con un elemento decorativo diferenciador,
columnatas o arcadas. Cambia también el número de estas galerías; puede ser
sólo una a ser hasta cinco independientes.
Incluso en los huecos hacia el
exterior hay cambios, ya que aunque casi nunca aparecen, algunas tienen
ventanas en la planta alta para poder tener vistas. Sin embargo todas tienen
terraza plana con un alto peto para poder dormir allí en verano.
El motivo de estas diferencias se
debe encontrar en que son casas urbanas, condicionadas por la estructura del
barrio y el tamaño del terreno, y porque son casas de adición, construidas poco
a poco según cambiaban necesidades y posibilidades económicas.
Algunas de estas torres de viento
se han aplicado en construcciones nómadas o ligeras. Aunque la inercia térmica
de la torre ayuda a mantener más tiempo el frescor del aire entrante, no parece
imprescindible. Pude ver torres de viento hechas de tela, colocadas sobre
construcciones de hoja de palma, y torres también de la propia hoja de palma en
los barasti. Aunque ha quedado claro
que los barjeels no son originarios
de Dubái y llegaron relativamente tarde, en estos ejemplos con palma y tela pude
ver como los adaptaron rápidamente a alguno de sus hábitos constructivos para
cubrir también sus necesidades básicas, como su desmontaje llegado el invierno,
dada la ligereza de sus materiales y la sencillez del montaje.
Las torres de viento textiles se
pueden desmontar con facilidad y transportase si sus propietarios lo precisan.
Al ser de tela se pueden humedecer directamente para reducir la temperatura del
aire en un par de grados cuando baje. Al ser estructuras sencillas, el barjeel se coloca directamente sobre el
espacio principal de la tienda o la choza.
Desde el
interior se puede ver como también está dividido en cuatro por un aspa de tela
Como en los
barjeel macizos, su arranque baja
para acercarlo lo más posible a la zona ocupada de la habitación. En su base
llegue a medir 1 m/s de velocidad del aire
La falta de recursos agudiza la
imaginación y permite aprovechar los recursos con sistemas creativos y originales,
como las torres de viento. El dinero y la abundancia de energía lleva a mega
construcciones, como la torre Khalifa, que se deben acondicionar con recursos
convencionales que acabarán por agotarse, incluso allí. Pero no solo la
energía, sino también el dinero. Hace poco leía en el periódico que un
gigantesco hotel/casino en Atlanta, Las Vegas de la costa este, una mega
obra apoyado por el alcalde, tenía que
cerrar porque no podían hacer frente al mantenimiento.
Que pena que entre la situación
endeble, por la precariedad de la calidad de vida, del principio, y la
insostenible de la actualidad, no hayan tenido tiempo para crear nuevas
estructuras y dispositivos sostenibles más eficientes. Creo que habrían sido
capaces de ello.