Como en tantas otras veces,
aproveché un viaje al que me habían invitado para dar unas conferencias en
Arequipa, para recorrer otras zonas del país y en este caso estudiar de primera
mano las casas tradicionales de los uros.
Mi destino inicial desde Madrid
era Lima. El aeropuerto de Lima, el aeropuerto internacional Jorge Chávez, está
en Callao, el que fuera uno de los puertos más importantes de la América
colonial, asaltado por corsarios ingleses y holandeses, pero siempre
fortificado y rocoso.
Callao está sólo a 15 kilómetros
de la capital, pero a las seis de la mañana, la hora local a la que llegué, el
tráfico ya era muy denso. La vida en Perú se hace con el sol y no varía
excesivamente con las estaciones, va de 6:00 a 6:00.
Aunque en Perú se habla español,
las lenguas autóctonas son también oficiales. El quechua, por ejemplo, lo
hablan más de tres millones de personas, un 10% de la población total, según me
fue contando el taxista, mientras nos acercábamos a la capital. Hablar con los
taxistas es siempre un lujo. No tienes por qué estar de acuerdo con ellos,
recuerdo una conversación con uno en Santiago de Chile que consideraba que la
educación no debía ser gratuita, pero son siempre la historia real y viva del
lugar, y una fuente de información que no encuentras en los libros.
Al llegar a Lima comprobé que el
cielo estaba completamente cubierto por un manto gris. No se veía ni el cielo
ni el sol. Parece ser que se mantiene de ese modo durante ocho de los doce
meses del año, creando un ambiente plomizo, pesado y depresivo. Lo llaman
“panza de burro” y les sorprendió cuando les dije que también en España lo
llamábamos así. Los conquistadores
llamaban por eso a Lima “la gris”. Las coloridas fachadas que veía eran sin
duda un intento de contrarrestar ese ambiente tristón.
A pesar de tener el cielo casi
permanentemente cubierto no llueve, lo que permite que se forme una capa de
polvo sobre los edificios, en los vidrios y las paredes, con lo que pierden
parte de su color. Curiosamente se deposita sobre las medianerías formando unas
olas de suciedad que crean imágenes y dibujos inquietantes. Sin embargo, tanto
el centro histórico en torno a la Plaza Mayor, como el emblemático y moderno
barrio de Miraflores, estaban relativamente limpios.
Lima no es una ciudad bonita. La
masificación incontrolada nunca ayuda, y actualmente el 30% de la población de
Perú reside en ella. Su llegada se ha producido en avalanchas, como en tantos
otros lugares, dando lugar a un desorden urbanístico notable y a un gran número
de personas sin trabajo definido. La contaminación y la inseguridad tampoco
ayudan a mejorar su imagen. Vi muchos locales y accesos a viviendas blindados
por rejas hasta el techo. El peruano Salazar Sebastián Bondy la llamó “Lima la
horrible”, y el premio Nobel Vargas Llosa dijo que “si se vive en Lima hay que
acostumbrarse a la miseria y a la suciedad, o volverse loco, o matarse”. Yo
creo que ambos exageran y estaba dispuesto a sacar lo mejor de esta puerta a
Perú que para mí iba a ser Lima. Estaba muy interesado en el centro histórico y en sus edificios con sus famosas galerías, abiertas o cerradas, a las que llaman “balcones de madera”.
La fundación de Lima surgió
porque Pizarro, a pesar de que ya había apaciguado Cuzco, la capital del
imperio que se encontró al llegar, consideró que tener una población más
cercana al mar facilitaría el comercio. Eso le llevó a fundar la nueva ciudad
en 1535.
Como iba a estar poco tiempo hice
primero un periplo por las zonas más interesantes de la ciudad, por supuesto
por el moderno y elegante barrio de Miraflores. Allí, lo primero que vi fue la
Huaca Pucllana, que es un sitio arqueológico, dominado por una gran pirámide de
adobes. Probablemente fue construida en los primeros siglos de nuestra era,
durante la cultura Lima, que se desarrolló entre el 200 y el 700 dC,
aunque tuvo su apogeo hacia el siglo V. Durante el periodo de la cultura Huari,
del 800 al 900 dC, se produjo una gran transformación; parece ser que durante
esa época se desmochó la pirámide para convertir la plataforma superior en un
cementerio para las clases dirigentes. El conjunto no lo formaba sólo la
pirámide, que llegó a alcanzar los 25 metros de altura, sino que con el paso
del tiempo se fueron añadiendo otras construcciones dando lugar a patios y
plazas.
La técnica constructiva empleada consiste
en colocar los adobes en posición vertical con el mortero de barro en la base y
en la parte superior dejando a los lados pequeños espacios vacíos. El aspecto
que daba era el de libros en una estantería. Por ese motivo se llama a esta
forma de construir “técnica del librero”.
Pirámide de Huaca
Puclla
De allí me desplacé al centro
histórico, que gira en torno a la Plaza Mayor, la antigua Plaza de Armas. Hace
poco tiempo era una zona muy peligrosa de la ciudad por la que no se podía
caminar, pero hoy en día ha mejorado mucho en ese aspecto. La plaza es regular,
clara y atractiva, con edificios emblemáticos en sus laterales: la Catedral, el
palacio Arzobispal, el palacio de Gobierno, el Ayuntamiento. Muchos de esos
edificios están adornados con sus famosos balcones de madera.
Los
“balcones de Lima” fueron construidos tanto en el periodo virreinal como,
ya después de la independencia, en el periodo de la República. La mayor parte
se encuentran en el centro histórico y en parte sirvieron para que la UNESCO declarara
al centro histórico como Patrimonio de la Humanidad.
Calle de
Lima con una sucesión de balcones de madera
Los primeros que se construyeron en
las casas limeñas, durante los siglos XVI y XVII, fueron abiertos y ocupando prácticamente
todo la fachada. Son muy sencillos porque sólo cuentan con el peto y un
tejadillo que hacía de cubierta. Su anchura sólo permitía que entrara una silla,
una vara y cuarta de anchura según las ordenanzas, pero como eran muy largos
parecen corredores. Se convirtieron en elementos de sombra de los huecos de la
propia galería y de los que estuvieran debajo.
Tres
balcones: el de la izquierda es un balcón abierto pequeño y los dos siguientes
son cerrados
Balcón abierto en galería
Durante el siglo XVII se
empezaron a hacer cerrados, con forma de cajón. Partiendo de las galerías abiertas
construidas hasta entonces se fueron cerrando con vidrios, con celosías o con
elementos de madera. Imagino que esa trasformación aporta como mejora
bioclimática a su funcionamiento el aislamiento térmico de ese espacio tapón. Pueden
tener el aspecto de miradores, cuando son pequeños, a estos se les llama
“balcones de cajón”, o de galerías cuando son grandes, a veces tan grandes que
ocupan toda la fachada, incluso doblando para seguir con la siguiente fachada,
cuando el edifico es en esquina; estos son los “balcones largos de cajón”. A
pesar de este cambio fundamental, estructuralmente mantuvieron las mismas
características que los anteriores.
Balcones cerrados de cajón
Balcones de
madera cuidadosamente trabajados en la sede arzobispal, al lado de la Catedral
La mayoría de ellos, al menos los
que tuve ocasión de ver, estaban muy cuidados y bien mantenidos gracias a que
el Ayuntamiento promovió un programa dentro del Plan de Recuperación del
Centro histórico de Lima para devolverlos a su estado original.
Al día siguiente cogí un avión
con destino a Arequipa. Al llegar me estaban esperando en el aeropuerto porque ya
me habían organizado actividades para ese día. En realidad tenía que haber
empezado ya el Congreso que habían organizado para celebrar el aniversario de
la Facultad de Arquitectura, evento para el que me habrían invitado, pero había
una huelga de mineros y tuvieron que aplazar todas las actividades. Esa huelga
tenía más sentido que otra que también me coincidió con un viaje, en ese caso en
Méjico. Se trató en esa ocasión de una huelga de maestros, pero no para mejorar
sus condiciones laborales o de la docencia, sino porque se oponían a perder sus
privilegios, entre los que se encuentran que las plazas de maestro sean hereditarias,
¡hereditarias!, porque pasan de padres a hijos aunque no tengan ninguna formación. El
gobierno federal les quería hacer concurrir a pruebas de calificación y se
negaban rotundamente; nos podemos imaginar cual habría sido el resultado. Más
de un año después leí en la prensa que el problema seguía y que los piquetes
atacaban a los maestros que querían pasar las pruebas. Lamentable.
Ese día hice un recorrido por los
alrededores; me pude acercar a alguna iglesia alejada y fui a los puntos más altos
de la ciudad, un mirador y una atalaya, para
tener una imagen global de la urbe. Una de las imágenes que me impactó fue ver
como las colinas estaban siendo colonizadas espontánea e ilegalmente por
construcciones. Las mafias se aprovechan de las gentes del campo que quieren ir
a la ciudad pensando que van a mejorar sus condiciones, y les venden terrenos
que no son suyos. Esa imagen es muy habitual en muchas ciudades sudamericanas,
desde Río de Janeiro a Caracas, y las consecuencias que trae sobre la ciudad
son siempre lamentables.
Las
construcciones ilegales van subiendo por las montañas colonizando el paisaje.
Aún el problema es pequeño y puede revertirse, pero no sé cómo estará en un año
Otra imagen que me impresionó fue
ver como aún quedaban grandes espacios verdes de cultivo dentro del perímetro
de la ciudad, rodeados de zonas urbanizadas. La imagen del valle era muy bonita pero
sobre todo muy interesante, porque hoy en día se está trabajando en hacer a las
ciudades autosuficientes en todos los aspectos, incluido el alimenticio, y ahí había
una posibilidad. Mantener esas zonas de cultivo entre viviendas es magnífico,
pero parece que están desapareciendo porque no son rentables. Claro, si se compara
con la especulación del ladrillo nada es rentable. Parece ser que no pueden sacar
provecho a las tierras porque el gobierno había dado tierras a todos pero en superficies
muy pequeñas y no se pueden explotar con maquinaria. Pregunté por qué no se
formaban cooperativas que compartieran la maquinaria entre todos, pero parece
que ya lo habían intentado y no había funcionado. Supongo que a alguien no le
interesaba que funcionara. Supongo que la próxima vez que vaya a Arequipa estos
espacios del fértil valle habrán menguado y en la siguiente visita tal vez hayan desaparecido.
Los campos
de cultivo intercalados entre barrios de la ciudad
En los días que yo estuve la
temperatura en Arequipa durante las horas de la mañana era muy estable, entre
21 y 24 ºC, con una humedad muy baja, entre el 20 y el 25%. Estos valores son
casi constantes a lo largo del año, y en general es raro que suban de los 21 ºC.
Sin embargo el Sol era muy fuerte, quemaba, pero cuando se ocultaba la
temperatura bajaba inmediatamente a 18 ó 19ºC, llegando a estar entre 7 y 10ºC de madrugada. Es decir, un clima ecuatorial muy estable pero con una componente
desértica muy alta, que hacía que bajaran tanto las temperaturas nocturnas debido
a la altitud, que es de más de 2300 m.
Arequipa es pequeña en
comparación a Lima, ya que no llega al millón de habitantes. Los primeros
pobladores, culturas preincaicas, se encargaron de convertir aquel desierto que
se encontraron en un vergel, aterrazando las tierras y controlando el agua. En
1450 los incas los derrotaron y los incorporaron a su imperio, aunque duró poco
porque ese mismo año la erupción de uno de sus volcanes destruyó la ciudad y la
cubrió de lava, por lo que los incas tuvieron que refundarla por completo. Pero
la ciudad actual la fundó Pizarro 100 años después, tras una cerca y con 51
soldados españoles. De ahí le viene el nombre de “la ciudad blanca”.
Cuando oí ese sobrenombre, lo
primero que pensé es que a diferencia de “la gris”, es por la luminosidad permanece
del Sol, pero no es así. La llaman la blanca porque en la época de los
conquistadores se construyó un cercado en torno a la ciudad para no dejar que entraran
los indígenas. Dentro sólo podían vivir los europeos de raza blanca, por lo que
no era una ciudad mestiza como en el resto del país. Probablemente la idea tenga también que ver con el luminoso color blanco de los sillares de piedra volcánica con los
que están construidas las fachadas.
La mayor parte del tiempo que
pasé en Arequipa estuve en la Universidad. Sin embargo hubo un momento en el que
me pude escapar. Cogí un taxi y me fui al centro para poder ver el Monasterio
de Santa Catalina. No podía irme sin ver esta joya.
Calles y plazas dentro del Monasterio de Santa Catalina
En Arequipa hay pocos semáforos y
no hay preferencias en los cruces, mejor dicho, tiene preferencia el que
primero mete el morro. Eso hace que los coches vayan pegados los unos a los
otros para no dejar huecos donde los otros puedan colarse. Los taxis, como no
llevan taxímetro y negocian previamente la carrera, quieren llegar cuanto
antes. Todo esto crea un caos permanente en el tráfico de la ciudad y una seria
contaminación que seguro que afecta a la salud de los arequipeños. Yo no habría
sido capaz de conducir con esa agresividad.
Acceso e interior de alguna de esas celdas, incluido un
pequeño patio
Calles con
marcado aroma andaluz, y no solamente por el explícito nombre que se ve de
calle Sevilla. En esa mini ciudad también se crea un microclima muy especial y
acogedor. La serenidad de los espacios, el silencio, la tranquilidad, el agua,
la vegetación, el minimalismo de sus paredes, marcan un claro dentro-fuera
El convento es una auténtica
ciudad con plazas y calles que hacen referencia a ciudades españolas: Sevilla, Córdoba,
Granada, Toledo. Llegó a albergar a 500 monjas y a tener una superficie de
20000 m2. Se fue construyendo según las monjas iban llegando. En esa
época, el siglo XVI, las monjas eran hijas de nobles y por tanto con dinero. La
dote que tenían que llevar al convento servía para construir sus aposentos, y
no eran exactamente celdas. Eran apartamentos con varias habitaciones,
incluidas las de las criadas, una o varias, con su cocina, y su propio patio. No
eran palacios pero las condiciones que tenían eran envidiadas por cualquiera de
las mujeres que vivían en la ciudad.
Espacios, esquinas, recodos con encanto, llenos de luz,
sombras y colores en la ciudad convento de Santa Catalina
Lavadero con
un diseño exquisito en el convento
Vistas del Misti desde mi hotel
Los carteles
señalan sitios seguros, en el exterior en un parque, y en el interior bajo un
dintel
De vuelta a la Universidad en
otro taxi, volví a notar los efectos de la contaminación del aire. Por lo visto los bajos
precio de los coches y el incumplimiento de la revisión obligatoria de
vehículos, ayudan a que se produzca esa contaminación.
Parece ser que es más barato un pequeño soborno al funcionario de turno que
pasar la revisión; con 100 soles es suficiente. Además Arequipa está en una
hondonada, entre los volcanes Misti, Pichu Pichu y Chachani, lo mismo que les pasa
a Méjico D.F. y Santiago de Chile, lo que dificulta la dispersión de
contaminantes.
Vistas del Misti desde mi hotel
Mi hotel era sencillo pero precioso,
con una habitación a nivel de un jardín con llamas y pavos reales, y con el
telón del fondo del río Chily y del Misti, el volcán de referencia en la
ciudad, ya que se ve desde cualquier punto de la ciudad, incluido el convento
de Santa Catalina. Durante la época colonial las
construcciones, incluido el propio convento, se hicieron con sillares de piedra
blanca surgida de la solidificación de la lava del Misti. No es fácil separar
el recuerdo de Arequipa de la imagen del volcán y de su lava blanca.
Los volcanes nos recuerdan que
estamos en una zona muy sísmica. En todos los edificios hay carteles que señalan
una zona segura, generalmente bajo un pórtico de la estructura. También existen
esos puntos seguros en el exterior, zonas abiertas lejos de posibles derrumbes,
donde pueda reunirse la gente tras abandonar el edificio. Durante mi estancia allí estaba
convocado un simulacro de terremoto a nivel nacional. Me encontraba en una
cafetería cuando llegó la hora. Los empleados nos invitaron a salir del local,
nos reunimos en el exterior y esperamos a que pasara el tiempo fijado para
volver a entrar. Se nota que se preocupan por estos procedimientos porque las
edificaciones, salvo las del periodo inca, no parecían estar muy preparadas.
La historia y la cultura del lugar
están vinculadas curiosamente a las placas tectónicas. Concretamente se trata
de la placa de Nazca, que ocupa parte del Pacífico, desde la costa occidental
de Sudamérica, y la placa sudamericana. En su confluencia se produce la
submisión de la placa de Nazca por la sudamericana, es decir, que la placa del
Pacífico está quedando debajo de la sudamericana. Del choque de las placas
surgieron los Andes y la submisión provocó que esta zona fuera extremadamente sísmica
y de gran actividad volcánica. Ese choque permanente entre placas da lugar a la
fragmentación de grandes masas de rocas que se desprenden y deslizan por las laderas.
Las rocas fragmentadas tienen un corte muy regular debido al tipo de mineral
del que están formadas, lo que a la larga ha resultado muy válido para las
construcciones que luego intentan destruir los terremotos. Parte de las construcciones
incaicas partirían de estas gigantescas piedras, espontáneamente cortadas, para las que sólo hacía falta ir
cogiéndolas, ajustándolas y encajándolas como en un puzle. Así al menos me lo
explicó un geólogo brasileño que conocí en Arequipa. Me encantó una explicación
que une la geología, las placas tectónicas, y la historia de los incas.
En Arequipa contraté un coche con
conductor para ir hasta Puno, la ciudad que está a orillas del lago Titicaca.
Me alegré de haberlo hecho así, y no haber intentado conducir yo, porque la
carretera era muy mala y en muchos puntos del viaje a través del desierto no vi
ninguna señalización. Lo más seguro es que me hubiera perdido. Le pregunté al
conductor cómo se llamaba aquel desierto y me contestó que no tenía nombre; habría sido doblemente triste perderse
en un desierto sin nombre.
En muchos tramos, los laterales
de la carretera estaban conformados por las grandes y pequeñas piedras resultantes
de los movimientos de las placas tectónicas, prácticamente sueltas, que suelen
bloquear las carreteras cuando las desplazan las lluvias de noviembre o algún pequeño
temblor.
Durante el recorrido pasé por el
punto más alto en el que estaríamos en el viaje, ¡4528 m!, ausencia total de oxígeno.
Menos mal que iba en coche. No me quiero imaginar que habría pasado de haberse
averiado el coche y haber tenido que caminar por ese desierto con tan poco oxígeno.
Cartel que
anunciaba el paso del Crucero Alto, y tal alto
Los uros visten con ropas coloridas y relativamente gruesas. Las dos jóvenes de arriba, con los grandes pompones rematando sus tenazas, te recuerdan que son solteras
Paneles fotovoltaicos en algunas islas
Pieza de cerámica donde ponen el fuego para cocinar
Khilis atados y preparados para formar otra isla, sobre los que van depositando las capas de totora directamente
Proceso de construcción y hundimiento de las islas de totora
Mazos de totora dispuestos para que se sequen
Sección de una totora seca
Cabaña circular y cabaña con cubierta de pañuelo
Mazos de totora formando una pared
Cubierta con totora trenzada en gavillas y plegada sobre si misma
El plástico aflorando entre los pliegues de la cubierta
Estas cubiertas más antiguas no llevan plástico. A cambio tiene mazos más gruesos de totora
El sencillo interior de las cabañas, de una sola habitación para toda la familia
La chapa coloniza también parte de estas islas. Espero que no avance y que se pueda erradicar en el futuro
La plaza del pueblo de Takile, con la iglesia al fondo. A la derecha un grupo de habitantes con su ropa tradicional, incluido el gorro frigio de los hombres
Todavía la construcción es de adobe, pero las cubiertas ya son de chapa. Vi restos de alguna de las antiguas que eran vegetales, también de paja
La plaza de Armas de Cuzco
Caminar por
Cuzco es encontrarte permanentemente restos de las construcciones incas sobre
las que hay edificios más modernos
Exterior e interior del convento con la parte del Coricancha que se ha conservado
Varios lienzos de muros incas conservados en la ciudad de Cuzco
La famosa
piedra de los 12 ángulos situada en el palacio del Inca. Esta es la más famosa
pero hay otras de 13 y 14 ángulos
En esta esquina se ve la solidez de piedras irregulares de muchos ángulos sobre las que los españoles construimos con nuestros sillares regulares e ineficientes ante los terremotos
La catedral fotografiada desde una de las ventanas de la Iglesia de los jesuitas
Éste era el patio de mi hospedaje en una casa colonial sobre una estructura inca.
Otros patios de casas coloniales convertidas en hoteles
Imágenes de Aguascalientes. Se ve que es una población que ha crecido rapidísimamente, con la llegada de los turistas, sin casi ningún control urbanístico o arquitectónico
La imagen que recibes nada más llegar de la ciudad, con el monte Huaynapicchu al fondo, es impactante
Acantilado que protege la ciudad por el lado oeste
Imagen de cómo era la puerta que cerraba este hueco de entrada a la ciudad. Se ataba a varios puntos. Arriba, un madero vertical a una argolla de piedra que sobresale, y a los lados, el palo horizontal que actuaba de cerrojo, a las cajas de piedra rehundidas que se ven en la foto. Todo muy poco práctico
El Templo del Sol es la única construcción curva de la ciudad. En su interior hay una tumba real. Las dos ventanas exteriores, desde dentro lo otro que se ve son hornacinas, señalan la salida del sol el solsticio de verano, una, y la salida del sol el solsticio de invierno, la otra. Dos perfectos elementos de un calendario solar.
Junto al
Templo del Sol está el aposento de la Ñusta, donde vivía la princesa elegida
por el Inca. Como el propio templo, sus paredes están ligeramente inclinadas
hacia el interior para generar un efecto de contrafuerte.
Ejemplos reconstruidos de cubiertas de paja donde se ve su uso concreto
Imágenes del sector urbano en el recinto superior. Sobre bancadas se estructuran perfectamente calles, plazas e hileras de casas con medianerías, que les ayudaría a protegerse del frío
Piedra de un de los lienzos de un edificio, el Templo Principal y la Cámara de los Ornamentos, con la piedra de los 32 ángulos, que da a la Plaza Sagrada, donde también se encuentra el Templo de las Tres Ventanas
Clara diferencia de calidad en el trabajo de las piedras en estos tres muros, el primero es de viviendas de rango bajo, el segundo de rango medio y tercero de un templo
Imágenes de la Casa de los Guardianes, vigilando la entrada a la ciudad
Formado conjunto con la Casa de los Guardianes, en la entrada baja de la ciudad, están dispuestas otras cinco edificaciones en planos distintos del aterrazado. Son almacenes llamados qolqas. Estos recintos servían para almacenar la producción agrícola, herramientas y utensilios
A la izquierda se ve el barrio de los intelectuales, el Yachay Wasi, y al fondo, lejos y a la derecha, la Casa de los Guardianes
Éste es el sector correspondiente al Yachay Wasi, que quiere decir casa del saber, es decir, la escuela. En este recinto, formado por un conjunto de plazas y edificios, los maestros preparaban a la futura clase dirigente.
Templo de las Tres Ventanas. Los huecos de los extremos son hornacinas, no ventanas. Viendo las piedras cualquiera diría que no sabían hacerlo mejor, más regulares, pero vaya si sabían. En la otra foto se ve el muro de la derecha del templo con la caja perfectamente labrada para que se apoyara allí la viga que soportaría el techo
Sin embargo, el conjunto de la
ciudad sí es un ejemplo de adaptación, en este caso al terreno, abrupto e
inclinadísimo. Todas las construcciones, las calles y las plazas están situadas
sobre bancales y plataformas. Pero para mí los más interesantes son los bancales
agrícolas, ya que la ciudad incorpora los cultivos para intentar ser autosuficiente.
Me imagino lo que habría sido depender de las vituallas que les tuvieran que
llegar desde Cuzco por ese intrincado camino.
Intihuatana quiere decir “lugar donde se ata el sol”. Arriba se ve la pirámide donde se sitúa la escultura de granito que en su pieza superior de base cuadrada señala perfectamente los cuatro puntos cardinales. En la esquina de la derecha, en el siguiente nivel, hay un resalte que señala el norte magnético diferenciándolo del geográfico. Como el norme magnético cambia permanentemente ahora no sería el correcto.
Esta piedra se llama la Cruz del Sur porque representa la posición de esa constelación que sólo se ve desde el hemisferio sur. Cumplía una función astronómica y tiene las cuatro esquinas orientadas a los puntos cardinales
Esta otra es una roca funeraria dedicada a los sacrificios humanos o de animales
Aquí se ven los hastiales de piedra sin las cubiertas de madera y paja que se apoyarían sobre ellos, en uno de los barrios de viviendas
En estas fotos se ve el interior de las cubiertas. Estaban unidas a mitad del faldón, no para atirantarlas, que no haría falta al estar apoyadas sobre los hastiales de piedra, sino para evitar su pandeo.
En esta foto se ve cómo hacían los forjados de las edificaciones de dos plantas. Una estructura de rollizos de madera sobre la que depositaban ramas y paja para cubrirla finalmente de una capa de barro.
Estas dos construcciones son las huayranas, espacios techados, tal vez refugios o puestos de guardia, en el camino hacia el Haynapicchu, que quiere decir “la montaña joven”, y que es la que se ve al fondo de la ciudad
Impresionantes fotos de las zonas de cultivo
En estas fotos se ven los bancales con toda su estructura de drenaje
Éste es el canal por el que baja el agua camino de la ciudad sin regar los cultivos
En la cosmología mística de los pueblos de Perú hay tres mundos, arriba, en medio y abajo. Arriba es donde viven los dioses y está representado por las aves, sobre todo por el cóndor. En medio es donde viven los hombres y se representa por las fieras, el jaguar y el puma. Abajo es el inframundo, representado por la serpiente que se arrastra por la tierra. Pero abajo no es malo porque en su visión del mundo todo es cíclico, parece que ya habían imaginado el Big Bang. Todo lo que sale de la tierra vuelve a ella fertilizándola para que vuelva a dar frutos. Son los cadáveres pero también los intercambios de fluidos; por eso le dan mucha importancia a la sexualidad, pero también a la lluvia y a la sangre de los prisioneros que riega y alimenta el submundo. Por eso eran necesarios los sacrificios humanos. Hoy en día hay una postura que niega que los incas hicieran sacrificios humanos, que fue una leyenda extendida por los españoles para justificar que depusieran a los incas del poder; incluso defienden que los incas los prohibieron. No sé si es cierto o no, pero lo que sí es verdad es que con los incas o previamente a ellos, los pueblos del altiplano realizaban muchos sacrificios humanos, sobre todo de prisioneros. Del periodo incaico se han encontrado cadáveres de niños y adolescentes en las cimas de los Andes, tal vez como una ofrenda de seres puros, tal vez para amedrentar a los pueblos sometidos. En Arequipa se conserva la momia de la niña Juanita, de 13 o 14 años cuando murió, sacrificio humano realizado probablemente durante el reinado del Inca Yupanqui. Los cuchillos ceremoniales, los recipientes para recoger la sangre y las representaciones gráficas y en cerámicas de sacrificios humanos, dan fe de ello. Los mochicas y otros pueblos peruano anteriores a los incas usaban los sacrificios humanos de forma habitual como parte de sus ritos, tanto de prisioneros como de los derrotados en los combates ceremoniales, aunque fueran nobles de su propia sociedad. Y por supuesto de niños y adolescentes, que se enterraban junto con los de altos dignatarios.
En ese antiguo Perú las ceremonias más importantes estaban relacionadas con estos temas, la fertilidad, el culto a los muertos y los sacrificios humanos. Todos estos actos, como he comentado, estaban vinculados con el intercambio de fluidos. En ellas participaban hombres y mujeres bebiendo chicha fermentada. Agradecían el agua de la lluvia y el agua que llegaba con los ríos permitiendo las cosechas. A cambio daban a la tierra el sacrificio de la sangre. Los sacerdotes y gobernantes, vestidos de oro, no por su valor sino por su brillo que les hacía parecer hijos del Sol, recogían la sangre en recipientes ceremoniales antes de devolverla a la Madre Naturaleza.
La plaza de armas completamente llena de gente celebrando el Corpus
Finalmente llegué a Puno, la
ciudad por terminar.
En Perú, hasta que una vivienda
no está terminada no paga impuestos. Por lo que no hay nada más fácil que no
terminar los edificios. Ponen los vidrios en los huecos y los ocupan dejando
las fachadas con un aspecto de abandono tan grande que hace que la ciudad
parezca un lugar en ruinas. Que fácil sería cambiar las ordenanzas y exigir los
impuestos a las viviendas ocupadas, estén o no terminadas, pero la desidia o
tal vez algún interés mezquino, provocan este abandono.
Aunque parezca mentira, estas son viviendas oficiosamente terminadas y
ocupadas
Y lo peor es que se trataba de la
ciudad de Puno, el punto por el que tiene que pasar todo el mundo que quiere ir
al lago Titicaca, uno de los lugares más turísticos y bonitos de Perú y del
mundo. Da la sensación que piensan que como la gente va a seguir yendo, da lo mismo
el aspecto que tenga la ciudad. Yo creo que habría que pensar al revés e
intentar que esta ciudad fuera un espejo de las maravillas que luego se van a
poder ver.
El hotel que tenía reservado en
Puno no estaba en la ciudad, sino un poco alejado, dando al lago, con una
imagen fantástica. Mi habitación estaba en un primer piso, y aunque no cargaba
con las maletas, tuve que subir andando ese tramo de escalera. Allí sí que noté
el mal de altura. Aunque no era el desierto, la ascensión hasta el primer piso
se convirtió en una auténtica hazaña, pero lo logré. Durante todo el viaje había
desayunado con un mate de coca para ayudarme a superar el problema de la
altura y ya estaba casi habituado.
En los jardines que separaban al
edificio del lago vi en libertad a los cuys, los conejillos de indias que comen
los peruanos, para espanto de los visitantes. Corrían muy rápidamente a
esconderse en sus madrigueras pero se dejaron fotografiar a cierta distancia. Cuando
lo sirven en los restaurantes con la cabeza recuerda a un cochinillo y, al
menos a los españoles, no tendría por qué darnos ninguna impresión. No es más
amigable un conejo normal que uno de indias y hoy en día hay muchos conejos que
se tienen como mascotas y otros que se comen.
A la mañana siguiente cogí un
barco para recorrer las islas de los uros por el lago Titicaca. La temperatura
era relativamente baja a esa hora, 12ºC, pero es la habitual porque no superan
los 20ºC en ningún momento del año; es un clima frio de altura, de mucha altura.
Tampoco bajan de 8ºC en ningún momento,
la alta radiación solar y la gran masa del lago se encargan de que sea así. La humedad,
a pesar de estar sobre el lago, no pasaba del 40%. Mi sensación fue que para
esa altitud, las temperaturas no eran tan bajas como cabría suponer,. La
radiación se encarga de ello.
El lago Titicaca es el mayor lago
en altura del mundo. Está a 3810 m de altitud y su profundidad media es de algo
más de 100 m. Su superficie se comparte entre Perú y Bolivia. El agua que llega
con las lluvias y de los cinco ríos que lo abastecen básicamente se evapora, y
sólo un porcentaje pequeño se va por el río Desaguadero; qué nombre tan
simbólico.
La ribera estaba cuajada de
totorales. La totora es un junco del genero Typha,
la Scirpus totora. Sus raíces se
desarrollan en el fondo fangoso del lago, en las zonas menos profundas. Toda la
que vi tenía unos 2 cm de diámetro, pero pueden llegar hasta 4 cm. Es la
materia prima para la construcción de las islas, los utensilios y las
embarcaciones, pero también es un alimento. La parte que queda sumergida, de un
color blanco, se pela y se come; esa médula es rica en minerales, sobre todo yodo
y potasio. Probé estos brotes de totora y aunque no tiene mucho sabor son de
textura agradable. También tienen sílice, lo que le aporta durabilidad y
resistencia mecánica.
Totorales en
el Titicaca
La parte
comestible de la totora
Barco hecho
también con totora
Al cabo de unos minutos llegamos
a las islas que se ubican en la bahía de Puno. Tienen que estar relativamente
cerca de la orilla, donde el lago aún no es muy profundo, porque deben anclarse
al fondo. Había unas 80. Para evitar que haya auténticas invasiones de
turistas, sólo tienen permitido el atraque de una embarcación cada mes.
Las islas de los uros vistas desde el lago según iba
pasando por ellas
Los uros hablan aimara, aunque originalmente
hablaban puquina, y el poco español que necesitan para dirigirse a ti cuando
llegas o cuando te quieren vender algo. La traducción aproximada de uro es “día
claro”. Ellos se consideran el pueblo más antiguo de la tierra, “anteriores a
los hombres” se llaman a sí mismos. No siempre vivieron en el agua, se trasladaron al interior del
lago creando las islas artificiales huyendo de las invasiones incas.
Los uros visten con ropas coloridas y relativamente gruesas. Las dos jóvenes de arriba, con los grandes pompones rematando sus tenazas, te recuerdan que son solteras
En cada isla viven unas seis
familias con aproximadamente 27 personas en total. El espacio es muy reducido
por lo que es imprescindible llevarse bien. Aunque sean pocos y se conozcan,
las mujeres solteras llevan el pelo recogido en trenzas y sujetas al final con
coloridos pompones. Supongo que será para los pretendientes de otras islas.
Teóricamente hay una isla
“retrete” a la que van con una barca cuando lo necesitan. Se me hace difícil
imaginármelo con un trasiego constante de barcas por el lago hacia esa isla, pero
eso es lo que ellos dicen. Parece ser que han acostumbrado al cuerpo a hacer
sus necesidades sólo una vez al día. Cuando la isla retrete está colapsada la
cubren de cal y dejan que el tiempo la descomponga. La contaminación del lago podría ser un grave
problema, en primer lugar para ellos.
La isla en la que yo paré tenía
un pequeño panel fotovoltaico, al igual que otras en las que ya me había fijado.
Como lo utilizan para iluminarse, reducen de este modo algo el riesgo de
incendio de sus islas, que están exclusivamente hechas de totora y por tanto
con una carga de fuego muy alta. Sin embargo se ven obligados a cocinar con
fuego. Lo hacen fuera de la cabaña para controlarlo, pero a pesar de que usan
unos tradicionales hornillos cerámicos cerrados, protegidos, una fuerte racha de viento podría propagarlo.
Paneles fotovoltaicos en algunas islas
Pieza de cerámica donde ponen el fuego para cocinar
Para hacer las islas flotantes
unen varias cañas de totora, obtenidas de las zonas donde crecen más densamente, y cortan
del fondo unos bloques formados por las raíces, tierra y barro. Hacen falta
unas 25 piezas. Estos bloques llamados khilis,
debido a la totora son muy ligeros y flotan; serán la base de la isla. Posteriormente
los unen y anclan al fondo del lago con cuerdas, de totora originalmente, y de
nilón ahora, porque son mucho más resistentes. Incluso, para que no se mueva de
un lado a otro, utilizan puntales laterales para dejarla más fija.
Khilis atados y preparados para formar otra isla, sobre los que van depositando las capas de totora directamente
Encima de esta estructura
flotante van colocando capas de totora hasta crear un suelo suficientemente
resistente; a pesar de ello se hundía y se balanceaba cuando caminaba por él.
Poco a poco esas capas de totora se van pudriendo y hay que reponerlas poniendo
nuevas capas de totora seca encima. En ningún caso retiran las anteriores. No es
malo que se pudra la totora porque produce gases que quedan ocluidos en el
interior de la estructura y eso las hace flotar mejor. La reposición de la
superficie la tienen que hacer semanalmente, por lo que el trabajo de mantenimiento
de sus islas es constante. Pero, como es lógico, al ir poniendo y reponiendo
totora, ese suelo cada vez pesa más por lo que se va hundiendo. Llega un
momento en el que la base original llega al fondo del lago y la isla deja de
ser flotante. Es el fin de la vida de la isla; habrán pasado unos 30 años desde
que se empezó a construir.
Proceso de construcción y hundimiento de las islas de totora
La totora que necesitan puede ser
silvestre o estar plantada. En cualquier de los casos hacen falta entre ocho y
diez meses para que alcance la madurez. Aunque puede llegar a tener hasta 3 m
de altura, sólo cortan la parte aérea para esas labores de construcción; la otra se pudriría. En cualquier caso, la dejan secar dos semanas antes de usarla.
Mazos de totora dispuestos para que se sequen
Las chozas las construyen encima
de esas capas de totora, también de totora. Pude ver dos modelos, el más
antiguo de planta circular y cubierta cónica, con una puerta, y la más evolucionada
de planta rectangular y una cubierta inclinada a dos aguas que se pliega en la
cumbrera como si fuera un pañuelo dejando que los bordes caigan hacia el
frente. La planta tiene de diámetro o de lado, entre 3 y 5 m.
Sección de una totora seca
Cabaña circular y cabaña con cubierta de pañuelo
Hacen las paredes de las chozas uniendo
entre sí pequeños haces de totora; el resultado final es una pared de unos 5 ó
6 cm. La cubierta original estaba formada por capas de totora hasta alcanzar
los 20 cm, lo suficiente como para que no entrara el agua de la lluvia. Sin
embargo las modernas están formadas por dos láminas trenzadas como si fuera una
estera, del espesor de una sola caña, y entre medias pude ver que introducen
una lámina o una placa ondulada de plástico impermeable. La modernidad se había
introducido pero de una forma intencionadamente discreta porque si no fuera así
perderían el interés de todos los visitantes que reciben actualmente. Ahora incorporan
algo de madera para hacer los marcos de las puertas, pero en origen todo era de
totora.
Mazos de totora formando una pared
Cubierta con totora trenzada en gavillas y plegada sobre si misma
El plástico aflorando entre los pliegues de la cubierta
Estas cubiertas más antiguas no llevan plástico. A cambio tiene mazos más gruesos de totora
Al mediodía la temperatura había
alcanzado los 20ºC y la humedad relativa había bajado al 28%. Con esa humedad
tan baja no es necesaria la ventilación, por lo que esas láminas de plástico,
que evidentemente evitan que se ventilen las cabañas a través de la cubierta,
no tienen mayor importancia. La ventilación también podría ser necesaria para
evitar el sobrecalentamiento en el interior. Es verdad que tienen una radiación
muy fuerte, pero como la temperatura exterior es baja y el color de la totora
es muy clarito para reflejar la radiación solar, no parece un gran problema. En
el tiempo en el que estuve en las islas no medí en el interior de las cabañas
temperaturas muy diferentes a las del exterior. Hay que pensar también que la
totora es muy aislante ya que la médula de la caña es un material esponjoso, lo
que a pesar de los pequeños espesores dificulta la entrada del calor provocado
por el sol y que por la noche se lleguen a enfriar el interior. Un estudio de
la Universidad de Minnesota indica que la transmitancia térmica de un panel de
solo 2,5 cm, puede estar entre 0,42 y 0,44 W/m2·K, francamente bajo.
La choza es de una sola habitación
y el calor de los ocupantes seguro que es suficiente para mantenerlas templadas. Cada familia es de 4,5 miembros de media, lo que representa durante las horas
nocturnas una aportación de calor de unos 400 W.
El sencillo interior de las cabañas, de una sola habitación para toda la familia
El tiempo que no se dedican a
mantener la isla lo ocupan en la pesca en el lago y a la caza de aves, la base
de su alimentación, y en trabajar artesanía que venden a los turistas. Otra
forma de obtener dinero es ofreciéndote paseos entre las islas en sus propias embarcaciones,
que como es lógico están hechas también de la impermeable totora; algunas de
esas embarcaciones eran auténticas obras de arte.
Hay algunas islas con tiendas,
escuelas e incluso con un banco. En esas islas el descuido ha sido mayor y ya vi
cubiertas de chapa, el gran enemigo de los materiales naturales perecederos.
La chapa coloniza también parte de estas islas. Espero que no avance y que se pueda erradicar en el futuro
Estas islas son un perfecto
ejemplo de cómo una etnia, más antigua que el mundo, como los uros, ha sido
capaz de organizar toda su vida con un único recurso, la totora, y mantener su
forma de vida durante cientos de años. La huella ecológica de este grupo es la
del espacio que ocupan, no necesitan de más.
Una de las islas grandes del lago
Titicaca es la isla de Takile. Ir a ella después de haber visto las islas de
los uros sirve para apreciar las diferencias. Las islas de los uros son artificiales,
mientras que Takile es una isla real de gran tamaño, aunque se puede atravesar
en una pesada excursión subiendo y bajando caminos. Mientras que los uros
hablan aimara, los habitantes de Takile, de origen inca, hablan quechua. Los
hábitos, las apariencias, el aspecto y el comportamiento son diferentes.
La plaza del pueblo de Takile, con la iglesia al fondo. A la derecha un grupo de habitantes con su ropa tradicional, incluido el gorro frigio de los hombres
En mi opinión es mucho más
interesante el mundo de los uros. Takile es una isla de paisaje agradable, pero
que no aporta nada. Sus construcciones, que aún son de adobe, se cubren con
cubiertas de chapa que da un aspecto vulgar al conjunto. Parece mentira que la
UNESCO haya influido para que no cambien sus hábitos de vida y no usen herramientas
modernas en la agricultura, cocinado o trabajos artesanales, pero que no haya
hecho nada para evitar ese destrozo arquitectónico que supone ese importante cambio en las
cubiertas.
Todavía la construcción es de adobe, pero las cubiertas ya son de chapa. Vi restos de alguna de las antiguas que eran vegetales, también de paja
Tras esa experiencia tan impactante,
al día siguiente cogí un avión hacia Cuzco. Puno no tiene aeropuerto por lo que
tuve que alquilar otro servicio de coche con conductor para ir a Juliaca, una
ciudad a pocos kilómetros que es donde se encuentra el aeropuerto. De nuevo
mereció la pena ir con un conductor que conociera el lugar porque no hay
ninguna señalización que dirija hacia el aeropuerto.
Cuzco es la ciudad más cuidada e
interesante de Perú. Se aprecia que fue la capital del imperio inca, pero
también que en ella edificaron los españoles construcciones religiosas,
iglesias, conventos y catedrales, espléndidas, pero directamente sobre las
incas.
La plaza de Armas de Cuzco
Todas sus construcciones actuales
están muy cuidadas, con los techos de teja aportados por los españoles, pero
manteniendo perfectamente su configuración previa. La estructura de las casas
se basa en la original incaica, ya que las construcciones están levantadas
sobre los cimientos que había antes. Esto lleva a una estructura de patio con
la entrada por un zaguán que no se encuentra en el centro de la fachada sino en
un lateral, lo que no permite ver directamente el patio, hay que entrar para
verlo.
Aproveché el primer día en Cuzco
para visitar sus monumentos, que son muchos, y pasear por sus calles
disfrutando del ambiente festivo. Iba con la idea de no perderme el Coricancha,
la Casa del Sol, construcción inca sobre la que los dominicos edificaron un
convento cristiano. Afortunadamente para la historia y la arquitectura, los
conquistadores no pudieron tirar todo el templo ya que la base estaba hecha con
piedras gigantescas imposibles de mover. Se tuvo que construir encima, lo que hoy
en día permite admirar, al tiempo que la cristiana, también la construcción
original. El convento original se derrumbó durante un terremoto, por lo que hubo
de reconstruirlo de nuevo sobre los muros incas, que no se habían visto
afectados. Viendo esos muros se puede comprender la gran habilidad de aquellos
constructores.
Exterior e interior del convento con la parte del Coricancha que se ha conservado
Cuando se ve un muro de mampostería
se aprecia la parte levantada por los incas, con sus sillares irregulares pero
perfectamente acoplados, y sobre ellos los del periodo colonial, con sillares
regulares mal asentados, que cuando hay un terremoto se viene abajo. Los cuzqueños, viendo esos muros te dicen que
la parte de abajo la hicieron los incas y que la de arriba la hicieron los
incapaces; no les falta razón.
Varios lienzos de muros incas conservados en la ciudad de Cuzco
En esta esquina se ve la solidez de piedras irregulares de muchos ángulos sobre las que los españoles construimos con nuestros sillares regulares e ineficientes ante los terremotos
En la Plaza de Armas, que en
tiempos de los incas estaba reservada a la nobleza, también visité la Catedral
y la iglesia de Compañía de Jesús. Para mí esta Plaza de Armas es la más bonita
de todas las que he visto en Suramérica.
Era tradicional la pugna entre
los poderes oficiales de la Iglesia y los jesuitas, tanto en poder terrenal como divino,
y por supuesto en la grandeza de sus templos. Los jesuitas tenían prohibido
hacer una iglesia más alta que la catedral, pero era difícil juzgar si tenían
mayor riqueza o eran de mayor calidad arquitectónica. La iglesia de Compañía de
Jesús la habían construido en 1571 sobre la estructura del palacio de Huayna
Capac, y aún se pueden ver los restos incaicos en un lateral. Cuando en 1650 la
derrumbó un terremoto, cosa que no pasaba con los palacios de los incas, mucho
mejor construidos, los jesuitas decidieron hacerla más alta que la Catedral. El
obispo se opuso y escribió a Inocencio X denunciando el hecho. Cuando llegó la contestación del Papa dando la razón al obispo ya era demasiado
tarde, la iglesia estaba muy acabada; las comunicaciones aún no eran lo que ahora son.
La catedral fotografiada desde una de las ventanas de la Iglesia de los jesuitas
La ciudad colonial se vio
condicionada por la estructura urbana de la Cuzco inca, ya que no era fácil eliminar
cimientos y muros. Por eso es fácil ver los edificios modernos erigidos sobre
bases claramente indígenas. La casa colonial se adaptó a esa circunstancia
dejando, como he comentado, el acceso al patio, el zaguán, en un lateral, en
lugar de en el centro, y manteniendo los dinteles trapezoidales. Muchas de esas
casas coloniales hoy en día son hoteles y tuve la suerte de alojarme en uno
de ellos.
Éste era el patio de mi hospedaje en una casa colonial sobre una estructura inca.
Otros patios de casas coloniales convertidas en hoteles
Cuzco está situado en un punto
mágico del que salen los “ceques”, que son líneas rectas imaginarias de
simbolismo esotérico. Eran rectas, como los rayos solares, y atravesaban
cualquier obstáculo geográfico. Según Garcilaso, había 42 “ceques” agrupados en
los cuatro “suyos”, o partes del imperio. Siguiendo esas líneas se han
encontrado muchos lugares sagrados, como el propio Machupicchu.
El valle de Urubamba, el valle
sagrado de los incas, era la entrada a lo que ellos llamaban Antisuyo. Como el
valle era enormemente fértil, la nobleza inca se fue trasladando, para lo que construyeron allí asentamientos muy
importantes, como el Ollantayambo y el propio Machupicchu.
Para llegar a Machupicchu hay que
atravesar ese valle sagrado en un tren de montaña que hay que coger en la
estación de Cuzco. Este tren recorre parsimoniosamente los valles entre los
Andes. Como es muy lento y tarda más de cuatro horas en recorrer el trayecto, tuve
que cogerlo de madrugada si no quería llegar demasiado tarde a la ciudad
perdida.
Ya sentado en el vagón me relajé para
ponerme en el estado de ánimo adecuado para disfrutar también del recorrido. Aunque
el día estaba algo nublado, fue realmente precioso.
Imágenes de
las montañas que rodean al valle, algunas de ellas nevadas. En los asientos de
al lado iba un grupo de brasileñas que no habían visto nunca la nieve y el
espectáculo les apreció sublime
Actualmente no hay otra forma para
llegar a Machupicchu, pero para el futuro vi que estaban construyendo una
carretera en paralelo al río que va por el fondo del valle, el río Urubamba. Me
recordaba, salvando las distancias, las grandes distancias, a la antigua
carretera del paso de Despeñaperros entre Castilla y Andalucía. Para hacer esta
carretera se veían grandes desmontes que dejaban al terreno en una situación de
clara precariedad. Esa nueva ruta parece necesaria pero el daño al paisaje
también parece irremediable.
Fue Hiram Bingham quien dio a
conocer la ciudad perdida en 1911, porque antes que él ya habían llegado otros viajeros.
A través de sus estudios documentales sabía de la existencia de sitios
arqueológicos perdidos en la montaña, pero no había ninguna referencia al
Machupicchu. En ese periplo descubrió muchas ruinas, incluso alguna población,
pero nada parecido a lo que él se imaginaba que podía encontrar. Después de
mucho viajar y de hablar con la gente local para que le dieran pistas, en un
pueblo le comentaron que había una familia que vivía en una antigua ciudad de
la que no sabían el nombre. Acompañado de un agricultor de la zona, Melchor
Arteaga, llegó a la ciudad perdida, donde, efectivamente, vivían dos familias
de campesinos, los Álvarez y los Richarte. El hecho de que ni siquiera los
lugareños supieran de la existencia del Machupicchu sin duda sirvió para evitar
los saqueos y destrucciones que se habrían producido.
Tras las cuatro horas del
precioso viaje por el valle (el vagón del tren tiene un techo transparente para que no
te pierdas nada) llegué a Aguascalientes. Allí hay que coger un autobús para hacer
la última etapa y llegar a destino definitivo, perdido entre las montañas. Hay que
imaginarse las largas colas de toda la gente que llega en el
tren o ha hecho noche allí y que quiere acceder a los autobuses.
Imágenes de Aguascalientes. Se ve que es una población que ha crecido rapidísimamente, con la llegada de los turistas, sin casi ningún control urbanístico o arquitectónico
El autobús tiene que ir por una
carretera serpenteante en mal estado, tan estrecha que no pueden pasar dos vehículos
a la vez, por lo que hay que esperar en puntos estratégicos del trayecto dispuestos
para los cruces. En el recorrido se veía a algunos excursionistas que se
estaban atreviendo a hacer el recorrido campo a través, algunos subiendo otros
ya bajando. No me habría importado hacerlo a mí también porque la impresión de
la ciudad habría sido aún mayor, pero eso habría supuesto perder la mayor parte
del día y no podía permitírmelo.
Se tarda por tanto mucho en
llegar a Machupicchu pero la impresión que produce la primera visión justifica todos
los esfuerzos. En muchas ocasiones la imagen que se tiene de un lugar supera a
la realidad, que te decepciona un poco. En este caso fue justo al contrario.
La imagen que recibes nada más llegar de la ciudad, con el monte Huaynapicchu al fondo, es impactante
La ciudad fue mandada construir
por el Inca Pachacuteq en 1438, con la intención de que sirviera de sede
educativa de los futuros líderes políticos y religiosos. Se tardó 30 años en
levantarla y duró hasta 1537, año en el que empezaron a abandonarla
sigilosamente. Algunos dicen que el diseño fue integral, es posible, porque la
planta asemeja a un cóndor en vuelo, aunque esto es más dudoso; es fácil
encontrar cóndores en todas partes.
El terreno ocupa 800 por 500 m aproximadamente, y está dividido en dos zonas, la residencial y la agrícola, que probablemente produciría los alimentos que necesitaban sus 1000 habitantes.
Afortunadamente acceder a Machupicchu
es muy complicado. Si hubiera sido fácil de encontrar los conquistadores lo habrían
aplanado y llenado de iglesias, y si hoy en día se llegara con más facilidad se
habría deteriorado con un turismo masivo. Merece la pena que el sitio siga
manteniéndose relativamente aislado, a disposición de la gente interesada en
hacer el esfuerzo.
A pesar de la dificultad del
acceso, estaba bien amurallada para protegerse, excepto por el lado oeste donde
un acantilado de más de 600 m de altura evitaba cualquier posibilidad de incursión.
Acantilado que protege la ciudad por el lado oeste
El acceso a la ciudad se producía
por el Camino del inca, a través de
una única puerta, pequeña y discreta para la grandiosidad de Machupicchu. Me
resultó curioso ver el sistema de agarre de esta puerta. Los incas no conocían
el sistema de bisagras y usaban un complejo sistema de atado de la puerta a
varios puntos. Carecía de cualquier asomo de grandiosidad, no era un arco del
triunfo, no daba a una avenida impresionante, era simplemente eso, una puerta.
Otras culturas nos han acostumbrado a lo contrario, los egipcios con sus
impresionantes pilonos, los romanos con sus arcos del triunfo, y no quiero
imaginar lo ideado por Albert Speer para el monumental Berlín ideado para
Hitler.
Imagen de cómo era la puerta que cerraba este hueco de entrada a la ciudad. Se ataba a varios puntos. Arriba, un madero vertical a una argolla de piedra que sobresale, y a los lados, el palo horizontal que actuaba de cerrojo, a las cajas de piedra rehundidas que se ven en la foto. Todo muy poco práctico
El trabajo de reconstrucción
arqueológica que se ha hecho es tan bueno que resulta muy fácil entender cómo debió
ser la ciudad en su apogeo. Se edificó y abandonó en sólo 90 años, un tiempo brevísimo
para todo lo que hicieron y para la riqueza que atesoró, pero hoy en día la
podemos visualizar con facilidad e imaginárnosla.
Gracias a todo esto se aprecia perfectamente
la técnica constructiva y estructural de sus 200 edificaciones. En general son
construcciones muy sencillas de muros gruesos de piedra de granito, ligeramente
inclinados, entre 3 y 7 grados, para que actúen como contrafuertes arriostrando
unos muros a otros. Aunque se aprecia una gran uniformidad en las
construcciones, no en vano se hicieron casi a la vez, unas son de mayor
grandeza por el tratamiento de la piedra, como el Templo del Sol, y otras más
sencillas como las viviendas.
El Templo del Sol es la única construcción curva de la ciudad. En su interior hay una tumba real. Las dos ventanas exteriores, desde dentro lo otro que se ve son hornacinas, señalan la salida del sol el solsticio de verano, una, y la salida del sol el solsticio de invierno, la otra. Dos perfectos elementos de un calendario solar.
Centro
ceremonial desde el que se controla todas las actividades del Templo el Sol y
de todas las fuentes de la ciudad
La planta de las viviendas es
rectangular, y la cubierta, apoyada sobre los hastiales triangulares de piedra,
era de madera recubierta de paja. La paja se ataba con cuerdas también de paja a
unas piezas de piedra cilíndricas talladas en los sillares. Hay bastantes construcciones
donde se puede apreciar esta técnica.
Muestras de
las piezas de piedra donde se ataban los palos de la cubierta
Ejemplos reconstruidos de cubiertas de paja donde se ve su uso concreto
Imágenes del sector urbano en el recinto superior. Sobre bancadas se estructuran perfectamente calles, plazas e hileras de casas con medianerías, que les ayudaría a protegerse del frío
Todo el sistema constructivo
tenía como objetivo resistir los terremotos, por lo que el aparejo adquiere un
protagonismo total. Dependiendo de la calidad y nivel social del ocupante la
mampostería era más o menos ajustada y precisa.
Las construcciones más cercanas
al Inca y a los sacerdotes tienen muros de mampostería con enormes sillares
cortados y pulidos con arena, con un ajuste en seco perfecto; están en el
barrio noble. Las piedras no son rectangulares sino que tienen unas irregularidades
intencionadas que crean múltiples quiebros. Este procedimiento hace que la onda
sísmica vaya reduciendo su intensidad en cada esquina cuando entra en vibración
el muro. En Cuzco, en el edificio que fue la residencia del Inca, hay una
famosa piedra con doce ángulos en lugar de los cuatro de un sillar convencional.
Aunque se han identificado tres
grandes canteras cerca de la ciudad, de la que pudieron salir parte de esas
piedras, la mayor parte provenían de la fractura natural que provocan las dos placas
tectónicas que pasan justo por allí, y aunque luego tuvieran que recortarlas y
pulirlas, la materia prima irregular que empleaban la daba la naturaleza. En
las canteras parece ser que hay piedras a medio cortar, con las perforaciones
clásicas donde se clava la madera que se hinchará cuando se moje, lo que provocará su fractura por la línea de
los agujeros. Me habría gustado ir a la
cantera como había hecho en la Isla de Pascua a ver los moais a medio labrar, pero no pude; siempre es interesante ver ese
momento congelado en el tiempo, que se abandona por alguna circunstancia
ineludible, y si no que se lo digan a los habitantes de Pompeya y Herculano.
Piedra de un de los lienzos de un edificio, el Templo Principal y la Cámara de los Ornamentos, con la piedra de los 32 ángulos, que da a la Plaza Sagrada, donde también se encuentra el Templo de las Tres Ventanas
Frente a las casas del barrio
noble, que eran de dos plantas, las casas de funcionarios y otras personas de
menor categoría, son de una planta y la mampostería es más irregular, tanto que
incluso necesita unirse con una argamasa de barro. Cuanto menor era el nivel
del ocupante más imprecisas eran las piedras.
Clara diferencia de calidad en el trabajo de las piedras en estos tres muros, el primero es de viviendas de rango bajo, el segundo de rango medio y tercero de un templo
Imágenes de la Casa de los Guardianes, vigilando la entrada a la ciudad
Formado conjunto con la Casa de los Guardianes, en la entrada baja de la ciudad, están dispuestas otras cinco edificaciones en planos distintos del aterrazado. Son almacenes llamados qolqas. Estos recintos servían para almacenar la producción agrícola, herramientas y utensilios
A la izquierda se ve el barrio de los intelectuales, el Yachay Wasi, y al fondo, lejos y a la derecha, la Casa de los Guardianes
Éste es el sector correspondiente al Yachay Wasi, que quiere decir casa del saber, es decir, la escuela. En este recinto, formado por un conjunto de plazas y edificios, los maestros preparaban a la futura clase dirigente.
Las construcciones de Machupicchu
no muestran ninguna característica bioclimática especial, ni por su forma, ni
por su orientación, ni por sus huecos. La singularidad de la forma trapezoidal
de los huecos era para soportar mejor los movimientos de tierra, y su
orientación respondía más a consideraciones astronómicas que a bioclimáticas. Es
posible que el escaso uso que les daban no justificara una mayor dedicación a
su diseño. El templo de las Tres Ventanas es un ejemplo de uso astronómico de las
ventanas, orientadas perfectamente al este. Seguro que en su número hay una
referencia al origen mítico de los incas, surgidos de las tres ventanas de la
montaña Pacaritambo.
Templo de las Tres Ventanas. Los huecos de los extremos son hornacinas, no ventanas. Viendo las piedras cualquiera diría que no sabían hacerlo mejor, más regulares, pero vaya si sabían. En la otra foto se ve el muro de la derecha del templo con la caja perfectamente labrada para que se apoyara allí la viga que soportaría el techo
Como todas las sociedades
agrícolas, necesitaban conocer los ciclos de la tierra. Sabían que había ciclos
en la naturaleza y que si los comprendían bien sabrían cuándo sembrar y cuándo
realizar el resto de las labores que exige el campo. Y eso no era fácil si no tenían
referencias en un calendario y que mejor calendario que la posición del Sol. De
hecho, en la cima de la Pirámide de Intihuatana hay una piedra que aflora del
suelo, tallada de tal forma que las cuatro esquinas del hito superior señalan
perfectamente los cuatro puntos cardinales. Pero lo que es más interesante es
que en la base sobre la que está esa piedra, en una esquina, hay un resalte que
señala el norte magnético, no el geográfico, una gran muestra de conocimiento.
Intihuatana quiere decir “lugar donde se ata el sol”. Arriba se ve la pirámide donde se sitúa la escultura de granito que en su pieza superior de base cuadrada señala perfectamente los cuatro puntos cardinales. En la esquina de la derecha, en el siguiente nivel, hay un resalte que señala el norte magnético diferenciándolo del geográfico. Como el norme magnético cambia permanentemente ahora no sería el correcto.
Esta piedra se llama la Cruz del Sur porque representa la posición de esa constelación que sólo se ve desde el hemisferio sur. Cumplía una función astronómica y tiene las cuatro esquinas orientadas a los puntos cardinales
Esta otra es una roca funeraria dedicada a los sacrificios humanos o de animales
El agua llegaba hasta la ciudad a
través de un canal de casi 750 m de longitud que conectaba un manantial con las
16 fuentes que hay situadas en diferentes lugares. Pasaba previamente por la
zona agrícola aunque curiosamente no la regaba. Probablemente era debido a que
el caudal que reciben las fuentes es relativamente pequeño, entre 10 y 100
l/min dependiendo de la época del año y de la riqueza del periodo de lluvias.
Con ese caudal sólo se podrían cubrir las necesidades de unas 500 personas. En
algún sitio leí que esas fuentes no eran para el uso del agua potable, sino que
tenían un carácter puramente simbólico; tal vez fuera así aunque resulta
difícil creerlo.
Aquí se ven los hastiales de piedra sin las cubiertas de madera y paja que se apoyarían sobre ellos, en uno de los barrios de viviendas
En estas fotos se ve el interior de las cubiertas. Estaban unidas a mitad del faldón, no para atirantarlas, que no haría falta al estar apoyadas sobre los hastiales de piedra, sino para evitar su pandeo.
En esta foto se ve cómo hacían los forjados de las edificaciones de dos plantas. Una estructura de rollizos de madera sobre la que depositaban ramas y paja para cubrirla finalmente de una capa de barro.
Estas dos construcciones son las huayranas, espacios techados, tal vez refugios o puestos de guardia, en el camino hacia el Haynapicchu, que quiere decir “la montaña joven”, y que es la que se ve al fondo de la ciudad
Lo que sí parece claro es cómo
funcionaba el sistema de drenaje, exquisitamente diseñado para evitar el
estancamiento de las aguas de lluvia en calles
y edificios. Sin embargo, no había alcantarillado para las aguas grises
y negras, y no hay evidencia alguna de qué hacían con ellas. En cualquier caso supongo
que serían tan cuidadosos como los uros con las aguas e intentarían no
contaminar los ríos, lagos y mares, ya que los consideraban lugares sagrados.
Es decir, una visión ecológica de la naturaleza, de respeto y cuidado, pero sin
alcantarillas.
Mención especial merecen los
cultivos aterrazados, que a mí me maravillaron. Ocupaban el 60% del terreno de
la ciudad. He leído que algunos piensan que podrían tener una función estética
o simplemente para contener la erosión del terreno, pero no lo creo porque habrían
resuelto perfectamente la erosión con calles y plazas, sin tanta complicación.
Lo que me sorprendió es que no aprovecharan el agua que pasa por uno de sus laterales
como sistema de riego, pero dado que allí las lluvias son frecuentes y todo
está cubierto por una permanente neblina, salvo cuando se hacen las fotos para
los folletos turísticos, tal vez no hiciera falta; hay que pensar que era poca
agua la canalizada. Más bien su preocupación fue la contraria, el drenaje, que
cuidaron con el exquisito diseño de las terrazas; en una tierra que no drena
bien se mueren todas las plantas.
Para ello, sujeta con muros de
contención, hay varias capas. Una primera capa de drenaje de piedras gruesas y
sobre ella hay otra de grava o de restos de las canterías para mejorar el paso
del agua. A su vez sobre ella hay otra de arena, para que aún drene mejor, y ya,
finalmente, una capa de tierra vegetal con mantillo para el cultivo. Demasiado trabajo
para que fuera simplemente para evitar la erosión.
Impresionantes fotos de las zonas de cultivo
En estas fotos se ven los bancales con toda su estructura de drenaje
Éste es el canal por el que baja el agua camino de la ciudad sin regar los cultivos
Para mí quizá lo más sostenible
de Machupicchu sea esa introducción de los cultivos dentro de la estructura de
la ciudad, para intentar convertirla en autónoma, pero sin olvidar su propia
estructura, sea un cóndor o no, y el sistema constructivo que emplearon para mantenerla
en pie usando recursos locales, granito y paja.
Aunque el imperio inca durara
escasamente 200 años, ocupó un gran territorio, desde el mar a la alta montaña,
desde Perú hasta Chile, Ecuador, Colombia y Argentina, por tanto con climas
áridos, secos, húmedos, tropicales, fríos y calurosos. Esta variedad de lugares
habría justificado grandes cambios arquitectónicos para adaptarse a las
diferentes necesidades climáticas, pero no fue así. Tal vez la rápida expansión
del imperio no dio tiempo, tal vez la intención de ir dejando un único sello,
una imagen fija en los territorios que conquistaban, no permitió “veleidades”
bioclimáticas.
Resulta difícil entenderlo todo
bien, porque los datos que tenemos de ellos no son precisos por no estar
escritos. Sin embargo hay algunas ideas básicas que nos ayudan a entender. Por
ejemplo, la palabra inca es quechua y quiere decir gobernante, líder. Por tanto
no eran una raza distinta a la de los quechuas sino una forma de gobierno
diferente que tenía a la cabeza como líder militar y religioso al Inca, con
mayúsculas. Había varias categorías dentro de la estructura gobernante, el
líder supremo era el Sapallan Inca,
después estaba el Auqui Inca, y después
de ellos otros muchos. Esa casta, que no raza, se autodenominaban “Hijos del
Sol” y por extensión a todo el pueblo que vivía en Cuzco y a 50 leguas a la
redonda se les llamó los incas. Al resto
de pueblos que fueron conquistando en el periodo de expansión se les debería
haber incanizado, a saber que habría supuesto, pero con la llegada de los
españoles no les dio tiempo a realizarlo.
La expansión del imperio inca se había
iniciado en 1438, con la victoria del Inca Cusi Yupanqui sobre los chancas. Desde
ese momento hasta 1533, que fue el momento en el que desaparece el imperio tras
ser derrotado por los españoles, algo menos de un siglo después, se expandió
por ese enorme territorio que he comentado, asentándose profunda y establemente
en sus tierras.
Sin embargo, antes de la creación
del imperio, los incas debieron ser un pequeño reino asentado en los
alrededores de Cuzco; de este periodo se tiene muy poca información. Se supone
que fue Manco Cápac quien fundo la primera estructura. Aparentemente procedía
de la zona del lago Titicaca. Su historia se mezcla lógicamente con leyendas
que dicen que él y su hermana fueron enviados por el padre Sol para forjar un
nuevo orden, lo que suena muy dictatorial. La realidad es que desde allí,
probablemente en el siglo XIII, acompañado por un pequeño grupo de personas
derrotó a los wallas, sawasiras y alqawisas, que eran las tribus que habitaban
el valle del Cuzco. Tras derrotarlos se asentó en el lugar estableciendo el
nuevo régimen, al principio de una forma discreta, al menos durante el gobierno
de los primeros Incas: Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Cápac, Tarco Huamán,
Cápac Yupanqui, Inca Roca, Yahuar Huanca, Viracocha y Urco. Después, en 1438
como he dicho, el Inca Cusi Yupanqui, también llamado Pachacútec, inició la
expansión imperialista.
Pachacútec impuso para ello el
servicio militar obligatorio y una férrea disciplina militar y social. Pero para
esa rápida expansión eran imprescindibles también las comunicaciones, que se
debían mantener fluidas con el poder central, y la imposición de un modelo
social, político y jurídico, muy estudiado y cuidado, que controlara a los
pueblos sometidos allí donde llegaban.
La red de caminos que salía de
Cuzco tenía cada 2 km un punto de avituallamiento, la llamada casa de correo, o
chaskiwasi, y cada 20 km, que era lo
que se suponía que se podía hacer en una jornada, un tambo, que era una especie de venta donde podían alojarse una gran
cantidad de personas. También, a lo largo del camino fueron creando centros
administrativos, para descentralizar las decisiones, ya que un imperio tan
extenso no se podía gobernar desde Cuzco. Se llamaban llaqtas. Las llaqtas eran
ciudades, siempre iguales, con una muralla circular y una serie de edificios
administrativos dentro. Toda esa red de caminos llegó a tener una extensión de
40000 km; hay que imaginarse la cantidad de chaskiwasi,
tambo y llaqtas que tuvo que
haber. Los romanos también dieron muchísima importancia a las infraestructuras
para poder expandirse, no sólo viarias, sino de suministro de agua o
alcantarillado.
En estos pueblos se intentaron
hacer réplicas del Coricancha que había reconstruido en Cuzco, para que la
imagen proyectada fuera siempre la misma. Como ya he comentado esto recuerda
mucho a los egipcios intentando mantener siempre una misma imagen de poder. El
problema que posiblemente generó fue que no permitió que la arquitectura se
adaptara a los lugares donde se construía.
El imperio no llegó a
consolidarse porque el ejército del Inca sometió a un número enorme de pueblos
de diferentes etnias, a los que quisieron imponer su ley y orden. En el momento
en el que esos pueblos vieron en los españoles la posibilidad de librarse del
lazo de los incas, los apoyaron. No sé si habría sido mejor la consolidación
del imperio o no, pero todas las grandes expansiones han muerto porque la gente
no acepta el yugo del invasor, a pesar de que pudieran traer con ellos progreso.
Pasó con los macedonios, los romanos, los mongoles, con Napoleón, con Hitler,
con los imperialistas ingleses y con los propios españoles en América.
Los incas fueron un pueblo sin
historia porque no llegaron a inventar la escritura, probablemente sea el único
gran imperio conquistador sin escritura. Por eso es difícil interpretar con
exactitud a su sociedad. A pesar de ello, aprovechando la infraestructura
viaria, tenían un servicio de mensajería formado por jóvenes corredores que
iban por los caminos del imperio llevando los mensajes velozmente, como el Pony
Express, pero como no lo escribían lo llevaban en forma de cuerdas de
diferentes colores sobre las que hacían enigmáticos nudos, de formas, tamaños y
estructuras diferentes; también cambiaba el grosor de la cuerda y el material
del que estaba hecha. Si lo pensamos bien, todas esas variables dan lugar a un
sinfín de posibilidades, pero no deja de ser un sistema extraño y fallido. Sin
embargo la organización era magnifica, no paraba en las 24 horas del día y eran
capaces de enviar un nudoso mensaje de Cuzco a Quito, hasta donde hay 2400 km,
en sólo cinco días.
Su contacto con los españoles,
cuando se produjo la conquista, permitió a través de sus crónicas relatar lo
que veían aunque no siempre se entendiera. La tradición oral que se mantuvo
durante muchos años también permitió que pasara a textos que hoy podemos
consultar. Garcilaso de la Vega, el inca Garcilaso, ayudó mucho a ello. Garcilaso
era hijo de un capitán de Pizarro y una princesa inca. Por eso sus crónicas
sobre sus ancestros, contadas por su madre, pueden considerarse fidedignas.
Como las evidencias de la
historia inca son por tanto indirectas, de otros que los conocieron, se han
hecho planteamientos sobre Machupicchu que luego fueron refutados por otras
ideas quizá más probadas; aún hoy en día hay más incertidumbres que certezas
sobre la ciudad. Sí parece claramente probado que la cosmogonía era muy
importante porque era la base de su agricultura. Esa relación con el cosmos se
puede leer en su arquitectura, que en ocasiones usaban como calendarios para
conocer los momentos claves del año.
En la cosmología mística de los pueblos de Perú hay tres mundos, arriba, en medio y abajo. Arriba es donde viven los dioses y está representado por las aves, sobre todo por el cóndor. En medio es donde viven los hombres y se representa por las fieras, el jaguar y el puma. Abajo es el inframundo, representado por la serpiente que se arrastra por la tierra. Pero abajo no es malo porque en su visión del mundo todo es cíclico, parece que ya habían imaginado el Big Bang. Todo lo que sale de la tierra vuelve a ella fertilizándola para que vuelva a dar frutos. Son los cadáveres pero también los intercambios de fluidos; por eso le dan mucha importancia a la sexualidad, pero también a la lluvia y a la sangre de los prisioneros que riega y alimenta el submundo. Por eso eran necesarios los sacrificios humanos. Hoy en día hay una postura que niega que los incas hicieran sacrificios humanos, que fue una leyenda extendida por los españoles para justificar que depusieran a los incas del poder; incluso defienden que los incas los prohibieron. No sé si es cierto o no, pero lo que sí es verdad es que con los incas o previamente a ellos, los pueblos del altiplano realizaban muchos sacrificios humanos, sobre todo de prisioneros. Del periodo incaico se han encontrado cadáveres de niños y adolescentes en las cimas de los Andes, tal vez como una ofrenda de seres puros, tal vez para amedrentar a los pueblos sometidos. En Arequipa se conserva la momia de la niña Juanita, de 13 o 14 años cuando murió, sacrificio humano realizado probablemente durante el reinado del Inca Yupanqui. Los cuchillos ceremoniales, los recipientes para recoger la sangre y las representaciones gráficas y en cerámicas de sacrificios humanos, dan fe de ello. Los mochicas y otros pueblos peruano anteriores a los incas usaban los sacrificios humanos de forma habitual como parte de sus ritos, tanto de prisioneros como de los derrotados en los combates ceremoniales, aunque fueran nobles de su propia sociedad. Y por supuesto de niños y adolescentes, que se enterraban junto con los de altos dignatarios.
En ese antiguo Perú las ceremonias más importantes estaban relacionadas con estos temas, la fertilidad, el culto a los muertos y los sacrificios humanos. Todos estos actos, como he comentado, estaban vinculados con el intercambio de fluidos. En ellas participaban hombres y mujeres bebiendo chicha fermentada. Agradecían el agua de la lluvia y el agua que llegaba con los ríos permitiendo las cosechas. A cambio daban a la tierra el sacrificio de la sangre. Los sacerdotes y gobernantes, vestidos de oro, no por su valor sino por su brillo que les hacía parecer hijos del Sol, recogían la sangre en recipientes ceremoniales antes de devolverla a la Madre Naturaleza.
Consideraban que la Pachamama, la Madre Naturaleza, era la
sustentadora de la vida. Veneraban a Dios a través de todos los elementos de la
naturaleza. El Sol en primer lugar, pero luego a la Luna, a las estrellas y
finalmente a la Tierra, en todos sus elementos, montañas, mares rocas, ríos,
mares, lagos. Las sociedades que respetan de tal modo a la naturaleza son las
que han avanzado en la historia del mundo, y las que no lo han hecho, como la
de los rapa nui, han desaparecido. Es evidente que el vínculo de los incas con
la naturaleza era muy grande, se podría decir que los incas eran convencidos ecólogos.
Al igual que sabían que los
ciclos de la naturaleza y la agricultura se repetían, la vida humana también
formaba un ciclo perfecto: nacemos, vivimos, morimos, pasamos a la tierra y al
mundo subterráneo, y volvemos en forma de fertilidad.
También pensaban que todo en la
naturaleza es dual, opuesto pero al mismo tiempo complementario: arriba y
abajo, lluvia y sequía, sol y luna, hombre y mujer. Es la misma idea del yin y
el yang y que ellos llamaban tinkuy.
Después de esa maravillosa
experiencia, lleno más bien de inquietudes, que deseaba llenar en cuanto
pudiera, que de certezas absolutas, con la caída del sol, inicie mi recorrido
inverso: caminata, colas, autobús, tren, taxi, Cuzco.
Cuzco, como la mayor parte de las
tierras del altiplano, tiene un clima especial. Tiene una temperatura moderada
durante el día, incluso fría por las mañanas, lo que me obligaba a ir con cazadora,
jersey y camisa de manga larga, pero que en cuanto entraba el día, si estaba directamente
el Sol me moría de calor. La irradiancia es altísima con un Sol en el cénit,
que al estar a más de 3000 m de altitud parece más cercano. No es así pero al
haber menos atmósfera protectora, 3000 metros menos exactamente, literalmente
te quema si no llevas protector solar, o bloqueante solar como dicen allí.
Según avanza el día hay que quitarse la cazadora y colgarla al brazo, después el
jersey y atarlo a la cintura, y más tarde incluso remangarse la camisa. Pero
según cae la tarde hay que proceder al contrario, y cuando anochece y la temperara
baja a 6 o 7ºC, la cazadora resulta insuficiente. Era curioso ver por la calle
a gente en manga corta y bermudas al lado de otras equipadas como para subir al
Everest, incluidas botas y bastones. Me recordaba al libro de Julio Cortázar,
“La vuelta al día en 80 mundos”, pero aquí las vuelta al día en 80 climas.
A veces el azar te juega malas
pasadas pero a veces te hace regalos. Esta vez hubo suerte, fue la fiesta del
Corpus en Cuzco, en la que toda la ciudad se lanza a la calle a celebrarlo. Uno
de los actos especiales es la celebración del chiriucho. Se celebra en toda la ciudad pero sobre todo en la plaza
de San Francisco, que se llena completamente de puestos de comida. Todos te llaman
diciendo, “chiriuchu bien servidito”. El chiriuchu
es un plato que se toma sólo ese día. Es una palabra quechua que quiere decir
frío y picante, según me explicó un taxista. En el plato te ponen carne de gallina,
carne de cuy, caucau, que son huevas de pescado que llaman el “caviar de los
Andes”, maíz tostado, rocoto, que es una especie de pimiento picante, unas
algas llamadas cocha yuyu, y
morcilla. Todo lo sirven en un gran plato con una tortilla gruesa y esponjosa
hecha con masa de maíz, cilantro y perejil. No es que esté muy sabroso pero es
tan curioso que comiéndolo participas de la fiesta, sobre todo pensando que
sólo es un día al año y que yo estaba allí.
La plaza de armas completamente llena de gente celebrando el Corpus
Este fue el último acto que tuve
esa noche en Cuzco. Al día siguiente cogía un vuelo hacia Lima y allí un enlace
con Madrid. Había sido un buen viaje.
Siempre es una delicia y aprendizaje con el Dr. Javier Neila, Ojalá dios te de muchos kilometros de vida
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