lunes, 9 de junio de 2014

EL PAISAJE CULTURAL CAFETERO

A diferencia del clima de Bogotá, donde en el mismo día puede haber 25 grados por la mañana y cero por la noche, el clima de Pereira, una mediana ciudad colombiana, es benigno. Las temperaturas máximas oscilan todos los días del año entre 20 y 28 ºC de máxima y 16 y 18 ºC de mínima. La lluvia, frecuente, suele aumentar la sensación de calor provocando bochorno, pero en general es un clima agradable aunque monótono. Los que estamos acostumbrados a las estaciones térmicas encontramos aburridos esos días que pasan sin mostrar diferencias. Al menos a mí me ocurre. Sin embargo, este clima es el perfecto para el cultivo del café, como pude comprobar viajando por la región.

Siempre que viajo, en cuanto entro en contacto con la gente local, suelo pedir que me recomienden lugares y actividades. En estos países americanos caracterizados por la inseguridad, tienen una cierta obsesión con los centros comerciales. Inmediatamente te invitan a visitarlos y a comer allí. Reconozco que pueden ser los sitios más seguros para moverse, pero lo último que pretendo hacer cuando viajo es acabar en un centro comercial viendo las mismas tiendas que en cualquier otra parte del mundo. Eso tiene la globalización.

Aunque sólo tuve que ir una vez a un centro comercial a comer, y no fui por mi pie ni por mi gusto, comí muy bien es mi estancia en Pereira, siempre comida local. El hotel, que no reunía grandes cualidades hoteleras, con el ascensor averiado y con unas instalaciones anticuadas, sin embargo tenía una cocina magnífica atendida con una sincera amabilidad por sus empleados. Son platos contundentes y sencillos, pero muy sabrosos. Me fui con el grato recuerdo de la olla criolla, con fríjoles y chorizo, y acompañado con torreznos de cerdo, morcilla, aguacate y arepas.


  La plaza Bolívar, con la única escultura de Simón Bolívar desnuda que hay en el mundo, y con la catedral en un fondo, en la ciudad de Pereira

Pereira no es una ciudad bonita. No quiero decir fea para no herir la susceptibilidad de la gente que conozco, y que seguro que aman su ciudad y son capaces de encontrar en ella los encantos del sitio donde han vivido. A mí me resulta más difícil encontrar esos encantos que sin duda tiene la población. No he visto gente más amable y servicial que allí, por lo menos a los que yo traté. Lo cierto es que cuando comparo a esa gente conmigo, que suelo ser bastante seco, siento que puedo dar impresión de antipático.

Una calle del centro de la ciudad de Pereira donde aún se conservan algunas de las construcciones tradicionales originales

Los camareros del hotel se desvelan por servirte, preocupándose por cómo has pasado la noche, sobrellevado el jet lag, o cómo te ha sentado la comida. La verdad es que el hotel no era muy bueno, pero hacían que no me importara.

No suelo ser muy exigente con los hoteles, me basta con que sean funcionales y limpios, pero en éste el ruido de la plaza principal, a la que daba mi habitación, penetraba inmisericorde a través de unas malas ventanas que no cerraban correctamente. Afortunadamente los tapones para los oídos que siempre llevo me permitieron conciliar el sueño razonablemente. Tampoco funcionaba el ascensor, que aparentemente iban a sustituir por otro mejor. Había que usar el montacargas de la cocina atravesando todas las zonas de servicio, que resultaba incomodísimo ya que tenía que compartirlo con todos los clientes de un hotel relativamente grande. Como había decidido trabajar en la cafetería  que tenían en la última planta, la undécima, donde se podía estar al aire libre disfrutando de las vistas, no tenía más remedio que usar regularmente ese ascensor, aunque siempre que pude usé las escaleras.

“Los taxis en Pereira son más de fiar”, fue de lo primero que me dijeron al llegar. Se referían a que en otras zonas de Colombia no lo son tanto, concretamente en Bogotá. En Bogotá se estila el “paseo millonario”. Un taxi aparentemente legal te recoge. Al cabo de un rato se suben dos personas, una por cada lado y te secuestran. Por supuesto te roban pero también te llevan a un cajero donde te obligan a sacar el dinero de tus tarjetas. En algún caso se dio el asesinato de las víctimas, concretamente de una pareja de norteamericanos. Han desarrollado una aplicación para móviles en la que puedes introducir el número de la licencia del taxi y te informa si la licencia existe o es falsa. En cualquier caso no parece muy apetecible viajar en taxi. En Pereira parece que no había tanto problema, pero no me llegó a quedar claro. 

Toda Pereira está rodeada de cafetales, es el Eje cafetero, también llamado Triángulo del Café. Está comprendido por los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío, cuyas capitales son Manizales, Pereira y Armenia. También comprende la región noroeste del Departamento de Valle del Cauca, toda la región del suroeste de Antioquia y el noreste del Tolima.



Dos casas cafeteras, ambas con sus galerías frontales, pero una con cubierta de teja y otra con cubierta de chapa

Los cafetales se distribuyen por un paisaje ondulado, en ocasiones abrupto, ocupando todo el espacio que no ocupan los guaduales. La distribución de las matas del café por las colinas me recordaba la imagen de los campos andaluces repletos de olivos, e igualmente alineados. Resulta curioso cómo en ambos casos ese cultivo tan regular muestra perfectamente el artificio de la mano del hombre, del agricultor, pero en ambos casos se percibe como pura naturaleza, sin sentirlo como algo ajeno al campo. En ocasiones como ésta, el hombre interviene en la naturaleza en perfecta simbiosis.


Cafetales, con sus matas perfectamente alineadas

 Los pequeños pueblos que surgen entre los cafetales, como Marsella, Santa Rosa, Apia o Belén, me hacían imaginar que entraba en Macondo y que iba a sentir inmediatamente la realidad mágica de la localidad.

Los cafetales se dividen en pequeños minifundios, los más abundantes, pero también en grandes fincas, que funcionan como pequeños feudos. Dentro de estas fincas aparece una tipología constructiva interesante, sobre todo por sus sistemas constructivos y el uso sostenible de los materiales.

 Cafetales estructurados en pequeñas parcelas

También dentro de las fincas están los “beneficios cafeteros”, que son instalaciones donde se trabaja el café recién recogido, donde se desprende la capa exterior del café y se lava. Las grandes fincas tienen los suyos propios y las pequeñas usan “beneficios”  comunales.




  Las casas cafeteras están situadas en las plataformas que va dejando el abrupto terreno. En muchos casos es necesario trabajarlos para crear una plataforma suficientemente grande

 Dado lo abrupto e irregular del terreno no hay mucho sitio para colocar las construcciones. Las casas de las fincas se sitúan en las cornisas planas que deja el terreno, colgando sobre los cafetales. Por eso suelen ser longitudinales de un cuerpo, en I, como las califican aquí. Si el terreno es plano y suficientemente amplio, pueden llegar a ser en L, en C o en U. 



Una casa con estructura en L


La pequeña galería con su gran voladizo, orientada generalmente a sur

Suelen tener una galería al frente, más con la idea de corredor para acceder a las habitaciones que como porche. Sin embargo, aunque a veces no supera el metro y medio de ancho lo usan como comedor, poniendo allí la mesa. Ya en Madrid, revisando en fotos aéreas la orientación de las casas, dado que allí habría sido imposible acercarme a muchas de las construcciones, repartidas por las fincas, pude comprobar que mayoritariamente la galería se orientaba a sur.  El sol en esta parte del mundo cerca del Ecuador, entre 4 y 4,5º de latitud norte, sube casi verticalmente, por lo que cualquier pequeño voladizo protege las fachadas norte y sur de la incidencia directa de los rayos solares. Las fachadas que más radiación reciben, junto con la cubierta, son la este y la oeste. Por eso las casas son alargadas y con un eje orientado  en muchos casos norte-sur.



Una casa cafetera en una pequeña meseta en medio de sus cafetales



Cuando las casas están en grandes latifundios suelen ser más grandes, en consonancia a su potencial económico. Algunas tienen dos plantas

Los muros de esas casas son de bahareque, un sistema constructivo típico de esta zona de América que ya había visto en Venezuela, pero que dada su sencillez se usa en otros muchos lugares, incluido EE.UU., donde se aplica la misma idea a las construcciones de madera de sus viviendas unifamiliares. En Colombia se trata de un sistema constructivo  precolombino. Consiste en una estructura de entramado de palos horizontales y verticales, con alguna diagonal para el arriostramiento. Los elementos verticales, separados entre 80 y 100 cm, son los estructurales. Los elementos horizontales son ligeros y forman un envarillado con separaciones entre 10 y 15 cm. En Colombia, para la estructura vertical se usan el chusque (Chusquea scandes), la cañabrava (Gyneryum sagittatum), y en concreto en esta región, la guadua (Bambusa guadua). La guadua es un género de plantas de la de la familia de las poáceas, subfamilia del bambú,  de desarrollo muy rápido, que en uno o dos años ya cobra una altura considerable y que en 4 o 5 años ha madurado por completo. A los 10 años empieza a descomponerse, por lo que es recomendable que se corte y se limpie el guadual para dejar que crezcan nuevos brotes.



Maqueta de un muro de bahareque, donde se ven dos puntales de guadua, un envarillado de madera atadas con bejucos y rellena con tierra

Hay estructuras mixtas, en la que la vertical es de guadua y el envarillado de tabillas de madera. Esa estructura de guadua se ata con bejucos, que es un término genérico aplicado a plantas de tallo largo que pueden utilizarse como cuerdas. Con esa estructura de unos 20 cm de grosor forman lo que llaman la membrana. Esta membrana se fue mejorando incorporando elementos que la rigidizarían mejor, zapatas de guadua colocadas en los bordes superior e inferior.  Posteriormente debe recubrirse o rellenarse. Hay formas diferentes de hacerlo. La primera diferenciación está entre los bahareques huecos y los rellenos. Los segundos se rellenan de tierra, lo que aporta inercia térmica al conjunto, por lo que es más adecuado en climas donde hace falta estabilidad térmica. Sin embargo los huecos aportan mayor aislamiento y transpiración. En cuanto al recubrimiento, si están rellenos de tierra se realiza directamente sobre la membrana. Se usa un mortero de tierra mezclado con boñiga de caballo. El caballo hace una digestión más rápida y peor que la de la vaca por lo que sus excrementos tienen más fibra, y eso es beneficioso para evitar las figuraciones del mortero.  Si era necesario le añadían más fibra vegetal a la mezcla antes de usarla.






Bosques de guadua

En los otros casos se coloca sobre la membrana una esterilla trenzada de guadua sobre la que se da el mortero. También se puede dejar vista, si se quiere dejar que ventile en muro. Otros modelos llevan un recubrimiento de tablas de madera, lo que se considera de mayor nivel social ya que hay que recurrir a la serrería. Esta solución de tablas en general no parece que aporte nada especial ni bioclimática ni constructivamente. Sin embargo, cuando se encuentran en edificios situados en pisos climáticos altos, por encima de los 1800 m, donde el clima es frío, tienen sentido, ya que aquí la madera aporta una menor conductividad térmica y por tanto un mayor aislamiento. Vi incluso muros de bahareque dobles, aunque no sé si era para incrementar el aislamiento o para dar la impresión de que eran muros de tapia de tierra. Hay algunos ejemplos incluso con recubrimientos de chapa, pero son algo excepcional.

Cuando las estructuras están muy abiertas o incluso cuando el recubrimiento se fisura o agrieta, en su interior pueden esconderse chinches triatominas, también conocidas  en Colombia como “pitos”. Algunas de esas chinches son portadoras del virus de la Tripanosomiasis americana o Mal de Chagas. Se trata de una enfermedad parasitaria producida por el flagelado Trypanosoma cruzi. Es endémica del centro y sur de América y afecta al hombre y a otros muchos mamíferos, tanto domésticos como silvestres. Se considera que actualmente hay entre 8 y 10 millones de infectados en el mundo, de los que fallecen anualmente unos 12 000. Parece que afecta especialmente a niños menores de 10 años.

El parásito se transmite cuando una chinche infectada succiona sangre de un hospedador. Casi simultáneamente la chinche suele defecar, por lo que los parásitos que habitan en su intestino caen sobre la piel. El picor producido por la picadura hace que el hospedador se rasque, extendiendo las heces y facilitando que entren en contacto con la herida y que por ella penetren los parásitos. Las especies de chinches más peligrosas son aquellas que están en el interior de las viviendas, a las que pueden acceder desde las grietas de las paredes.

Los recubrimientos finales de muchos de estos muros de bahareque se pintan con una lechada de cal, que cumple una función higienizante que puede eliminar la presencia de este parásito.

Las viviendas más antiguas de bahareque se levantaban desde el suelo, hincando directamente en la tierra los palos de guadua, y dejando la tierra batida como pavimento. Se las llamaba “vivienda de vara en tierra”. Con el paso del tiempo se fue mejorando la técnica y la habitabilidad interior. Para ello, intentando evitar la humedad que pudiera penetrar desde el terreno húmedo de una zona lluviosa, se hizo que el bahareque arrancara de una base de piedra, guadua o madera, sobre la que apoyaba la zapata que remata la membrana en la parte de abajo.

Como he comentado, esta solución constructiva no es exclusiva de esta región sino de otras muchas, en Colombia y fuera de Colombia. En la propia Colombia se puede ver en las construcciones populares de los indios kogui, que habitan la Sierra Nevada de Santa Marca. En este caso son muros curvos  de bahareque bajo sus cubiertas cónicas de palma.




El estricto damero que forman las ciudades del Eje cafetero hace que se creen calles con pendientes elevadísimas. No tienen nada que envidiar a la calle Lombard de San Francisco.

Pero este sistema constructivo no está sólo en la arquitectura de estas aldeas y pueblos sino también en la de las ciudades. Allí se usaba de forma habitual hasta que se empezó a considerar propia de construcciones humildes y se sustituyó por otras soluciones menos eficientes y adecuadas. Las casas construidas con muros de bahareque se reconocen por un enorme alero que se usa para que la lluvia no moje la pared, ya que su recubrimiento es de barro. Esto ha dado una imagen muy singular a estos pueblos y ciudades, aunque con el paso tiempo va resultando difícil ver alguna original. Esos grandes aleros me recordaban a los que también tiene La Alhambra de Granada, también para un uso similar, en ese caso para proteger de la lluvia la yesería de las fachadas.

La estructura de estas ciudades del bahareque es la de una trama perfectamente regular, formando un damero independientemente de que la orografía del terreno sea plano o con grandes alteraciones, lo que obliga a una adaptación brutal de las edificaciones y a un escalonado de las cornisas, que en las calles planas forma una línea perfectamente continua. Estas viviendas urbanas del bahareque incorporan el patio colonial español, sobre todo en ciudades de climas calurosos, donde los patios son más efectivos.




El gran patio de un antiguo convento convertido en la Casa de la Cultura de la ciudad de Marsella










Imágenes de los grandes voladizos que protegen los muros de bahareque recubiertos con morteros de tierra

La riqueza de esta zona hizo que su gente empezara a viajar a EE.UU. y Europa, donde vieron nuevos modos decorativos, que fueron incorporando a la sencillez original de sus fachadas, que eran lisas, sin casi ningún elemento decorativo.




En estas casas se ven como fueron incorporando elementos decorativos inspirados en los viajes por el extranjero de sus propietarios

El resultado es un muro que ha funcionado siempre muy bien, empleando recursos locales inmediatos, sostenibles, y capaces de reintegrarse en la naturaleza. En un clima como el del Eje cafetero, donde las condiciones son muy buenas, no era necesaria una estructura más compleja, lo sencillo siempre es mejor que lo complejo. Los diferentes pisos climáticos en los que se encuentran estas casas y ciudades, justifican que tengan pequeñas variaciones, con más o menos inercia térmica, con más o menos aislamiento, que adapta los muros con facilidad.

El día de mi regreso una profesora de la Universidad insistió en llevarme, algo que agradecí dada la poca fiabilidad de los taxis. Yo suelo desplazarme con tiempo, no me gusta verme apurado y prefiero esperar en aeropuerto y estaciones a hacerlo en mi casa o en el hotel. Sin embargo hay gente que prefiere apurar pensando que en quince minutos se llega, que ese día no va a haber tráfico, que esta ciudad es pequeña, que el aeropuerto está cerca, o que los tramites van a ser rápidos. Esto apura innecesariamente la salida. Aunque le había pedido que saliéramos media hora antes, por lo que decía mi tarjeta de embarque, ella lo redujo a quince minutos diciendo que no era necesario más. Pero siempre pueden pasar cosas, y en este caso lo que pasó es que en la plaza del hotel ese domingo se celebraba una especie de parada militar con soldados en ropa de deporte corriendo al son de los cantares típicos de las milicias americanas. Trajo consigo que las calles de cortaran y que no fuera posible acceder al hotel. Le advertí del problema inmediatamente pero no pudo llegar, tuvo que dejar el coche aparcado a gran distancia y yo me vi corriendo con mi maleta para alcanzar su coche rodeado de los militares del desfile. Luego fue un correr por el aeropuerto y facturar cuatro minutos antes de que cerraran el vuelo. No merece la pena apurar los tiempos, habría perdido mi vuelo a Bogotá y mi enlace desde allí hasta  Madrid.

A la salida del país me encontré con un curioso impuesto que te cobran si has permanecido más de una semana. En el caso de estancias breves debes pasar por las oficinas de Aviación Civil para obtener un documento de exoneración. Resultan sorprendentes las formas de obtener dinero que se inventan los países.

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