Pensando en ese mal momento que estaban
pasando decidimos pasar nuestras vacaciones allí compartiendo nuestros recursos
con ellos.
Una vez en Atenas, mi mujer y yo alquilamos
un coche para recorrer la Grecia continental y visitar los sitios clásicos, los
paisajes y disfrutar de la gastronomía. De lo que no disfrutamos fue de las
carreteras en sí. Ya había conducido por Grecia en otras ocasiones, pero hacía
tiempo. Ahora me encontré con unas carreteras en las que el adelantamiento se
hace invadiendo el carril contrario y traspasando la línea continua central, lo
que obliga a circular por el arcén de forma casi permanente. La primera vez que
vi llegar a un coche de frente por mi carril me desplacé al arcén sorprendido, aunque
al poco tiempo me di cuenta de que todo el mundo lo hacía de forma natural. Era
casi una necesidad porque de otro modo no se podría adelantar. Enseguida me
acostumbré a conducir de ese modo, lo que no dejó de ser un peligro ya que me llegó
a parecer divertido.
Hicimos el recorrido por los
asentamientos de la Grecia clásica, donde mi mujer, que es historiadora del
arte se encontraría en su salsa. Me sorprendió no ver demasiada gente en zonas
que están normalmente abarrotadas. Estoy seguro de que la mala imagen de la
crisis estaba afectando incluso al turismo, su principal fuente de riqueza.
Para nosotros supuso poder pasear por Delfos u Olimpia casi solos.
Un lugar al que me hubiera gusta volver
era a las Meteoras, aunque en este viaje no pude visitarlas porque no
disponíamos de tiempo suficiente. Meteoras quiere decir en griego Monasterios
suspendidos en el aire, ya que están en lo alto de masas rocosas grises
talladas por la erosión, a una altura de 600 m. Están localizados en la llanura
de Tesalia, en las proximidades de ciudad de Kalamabaca y son Patrimonio de la
Humanidad desde 1988. Cuando las vi por
primera vez mi impresión fue de asombro y espero volver a repetir la
experiencia, aunque temo que una segunda ocasión defraude el recuerdo.
Tras el periplo por el Peloponeso, de
regreso a Atenas, tomamos un avión hacia Creta.
Fig. 1. Entrada a la tumba de Agamenón en Micenas y Delfos vista desde
el teatro.
Esta zona del Mediterráneo es la cuna
de la civilización occidental. Una de las grandes culturas nacidas en la zona
es la minoica, que toma el nombre del rey Minos. Surgió en la isla de Creta hacia
el año 2600 A.C. y duró hasta el 1100 A.C. Desde allí se extendió como el
aceite por todas las islas del Egeo. Aún se puede ver uno de los ejemplos arquitectónicos
más notables de esa cultura, a pesar, o gracias, a la restauración realizada
por Arthur Evans, parcialmente inventada y más que dudosa. Se trata del palacio
de Cnosos y permite imaginar el potencial de Creta en este periodo histórico. Todos
los palacios minoicos de la isla, y su cultura con ellos, habían desaparecido
tras la explosión del volcán de Santorini en el 1625 A.C.
Fig. 2. El palacio de Cnosos ya utilizaba la estrategia bioclimática por
excelencia en el Mediterráneo: el patio.
Por su parte, la civilización micénica,
que es una civilización prehelénica de finales de la Edad del Bronce, toma el
nombre de la villa de Micenas, situada en el Peloponeso, en el continente. Esta
civilización fue descubierta a finales del siglo XIX por Heinrich Schliemann, que
hizo excavaciones en Micenas en 1874. Tuvo una gran expansión, no sólo por el
continente sino por todas las islas del mar Egeo, llegando a Creta.
Tras la destrucción de los palacios
minoicos, probablemente el palacio de Cnosos se reconstruyó en parte, durante
ese periodo, manteniendo la tipología micénica. La civilización micénica prosiguió
su expansión, además de hacerlo por Creta, alcanzando otras islas del Egeo como
las Cícladas, y por tanto también Santorini.
Posteriormente los dorios, que ya
controlaban la Grecia continental, ocuparon Creta en 1100 A.C., tomado el poder
e imponiendo su modelo de estado a los descendientes de los minoicos.
Aunque no llegue a ver algunas de las
construcciones populares documentadas más antiguas de Creta, en las ciudades y
pueblos pude encontrar algunos detalles de interés bioclimático. Concretamente me
interesó una tipología de ventanas que puede apreciar en varias poblaciones.
Esta ventana puede ser de origen
veneciano. Se debió introducir durante el periodo en el que la isla fue ocupada
por el Gran Ducado de Venecia, que duró desde 1212 hasta que el turco Selim II
se apoderó de ella en 1570. Aparece ya al lado de la antigua logia veneciana, en
los portones de los arsenales venecianos de Canea, que son del siglo XV.
Fig. 3. Uno de los nueve arsenales venecianos en Canea. Fueron construidos
entre los siglos XV y XVI y originalmente había los veintitrés. En el situado
en el centro se puede ver aún el portón manteniendo la parte superior
descubierta.
Se trata de una ventana, ventanal o portón
que al cerrarse deja la parte superior desprotegida para que penetre luz y se
pueda ventilar el local. Esa tipología de hueco, probablemente industrial, se extendió
rápidamente a la arquitectura doméstica.
Las viviendas populares cretenses son
muy sencillas, en general de planta rectangular y una sola habitación, con
cubierta plana si la zona de la isla dispone de árboles para usar su madera
como vigas. Los muros eran de piedra encalada o incluso vista. Donde no se disponía
de madera la cubierta era inclinada con
tejas bizantina asentada con mortero.
La kamarospito es una tipología de
viviendas donde se aprecian estas ventanas venecianas. Solían ser de cubierta
plana, pero en el pueblo de Agía Romeli existen con el techo de teja.
Fig.
4. Ventanas venecianas antiguas y modernas en varias edificaciones de Canea.
Al cabo de unos días cogimos un ferry
para desplazarnos a Santorini, nuestro destino final.
Santorini, que lleva el nombre latino
de Santa Irene, es una de las islas griegas de las Cicladas. Por ello su clima
es mediterráneo no muy extremo, ni en inverno, ni en verano, aunque en esta
época se superan los 30 ºC. Sus señas de identidad son una luz deslumbrante,
fuertes vientos y carencia de lluvias, lo propio del clima mediterráneo.
Al tratarse de una isla transformada
por una erupción volcánica carece de vegetación de gran porte, por lo que no
hay madera para la construcción. Es una isla fértil, gracias a la ceniza
volcánica, y hay grandes extensiones de viñedos, pero no hay árboles. En
cambio, es rica en piedra apta para construir.
La isla era un volcán que tras una
erupción en el 1625 A.C. quedó completamente destruida. La caldera se hundió en
el mar y subsistió un resto similar a un semi atolón, con unas pequeñas islas
dentro de la antigua caldera. Las zonas que no se hundieron quedaron cubiertas
por cenizas. En una de esas zonas, al sur, se hallaba la población minoica de
Akrotiri, cubierta por 4 m de ceniza volcánica y conservada en perfecto estado hasta
hoy en día, en el que la falta de presupuesto para su mantenimiento está acelerando
su destrucción. Trescientos años después de la erupción la isla volvió a
poblarse con la llegada de los fenicios.
Fig. 5. Los frescos que aparecieron en
las paredes de las casas de Akrotiri ayudan a entender a su gente. Los hombres
se representaban como jóvenes desnudos con la piel oscura, siempre de perfil.
Las mujeres se pintaban con la piel blanca, con adornos en el pelo y con faldas
largas con alguna cenefa y una blusa o vestido hasta el codo. También se
aprecian las artes de la pesca.
Akrotiri era una ciudad de cultura
minoica. En sus paredes se pueden ver pinturas murales que reflejaban la vida
de la población, sus ropas, sus herramientas y sus costumbres. Gracias también
al buen estado de conservación en el que se encontraron los edificios se pudo
conocer cuál era el método de construcción, los materiales utilizados, la estructura
y la organización de las habitaciones.
La ciudad se estructuraba de norte a
sur, adaptándose al terreno. Contaba con una importante red viaria y un sistema
de desagües y red de alcantarillado. Una calle principal llegaba hasta la
denominada Plaza Triangular.
Fig. 6. Se pueden ver representados
animales, patos, peces, antílopes, gatos salvajes y monos. También plantas
típicamente subtropicales, como papiros y palmeras.
Los pozos de cimentación llegaban hasta
la roca y se rellenaban con roca volcánica. La fachada debía ser resistente a
los movimientos sísmicos frecuentes en la isla, por lo que estaba constituido
por armazones de madera de olivo, barro y guijarros. Entre la madera se
colocaban adobes. Usar la madera no debía ser ningún problema porque en aquel
momento, antes de la gran erupción, la isla estaría cubierta de árboles
mediterráneos. En las habitaciones los suelos estaban constituidos por una
mezcla de tierra con conchas de pequeños moluscos y una capa de piedras sobre
las que se extendían las baldosas de las habitaciones. Las cubiertas eran
planas y aterrazadas, propias de la cultura minoica, todo lo contrario a lo que
sería la arquitectura posterior a la erupción.
Muchas habitaciones estaban encaladas y
muchas veces teñida con colores que iban del rosa al beige. De los techos sólo
quedan escasos restos, pero probablemente fueran de ramas y cañas cubiertas de
tierra batida dejando aire en su interior, para que se aislara térmicamente del
frio del invierno, y encaladas con un color blanco para protegerse de la
radiación del verano. Como hoy día en muchos lugares del mediterráneo, sobre las
cubiertas de las casas, que llegaban a
tener dos o tres plantas, se acondicionaba una terraza, nunca mejor dicho porque
eran de tierra, como un espacio de vida adicional propio del estío.
Fig. 7. En estos frescos se ven los
barcos multirremos con los que se relacionaban con otras islas. Pero también se
ve en un puerto las viviendas con la gente subidas a sus terrazas.
Por aquella época, Santorini era casi
el centro del Mediterráneo, al menos por su trascendencia en la historia. Las siete
plagas de Egipto, con toda su influencia en la posterior cultura
judeocristiana, pudieron ser causadas por la erupción del volcán que no sólo
destruyó la isla sino que tal vez cambio la historia del mundo occidental. Sin
que en esas explicaciones haya tenido una plena certificación, todas tienen
fundamento científico. La primera de las plagas fue que las aguas se volvieron
rojas. La tremenda erupción del volcán pudo provocar terremotos y fracturas que
pudieron provocar escapes de dióxido de carbono y dióxido de hierro que en
contacto con el oxígeno del aire pueden formar hidróxido de hierro que mezclado
con el agua la vuelve roja. Ese agua contaminada pudo provocar la muerte de
todos los peces del Nilo y la huida de las aguas de las ranas, que son la segunda
y tercera plaga. La falta de agua limpia pudo dar lugar a epidemias de piojos,
moscas y a alguna epidemia bacteriana, las tercera, cuarta y quinta plagas. El
dióxido de carbono concentrado en la atmósfera, proveniente de la isla o que
pudo aflorar tras los terremotos pudo provocar algo similar a un coma, con una
reducción de la circulación sanguínea y como consecuencia provocar sarpullidos,
lo que fue la sexta plaga. Quizá la más singular sea la séptima plaga. La nube
de cenizas provocada por la erupción, al llegar a la estratosfera se apelmaza
con la humedad el aire formando una piedra similar al granizo. Esa nube, que
pudo tener 40 kn de ancho y 200 km de altura, no solo provocaría el
oscurecimiento parcial del cielo, la novena plaga, sino que enfriaría el aire hasta
el punto de obligar a las langostas a posarse en el suelo que permanecía más
cálido, la octava plaga. Y queda la última plaga la de la muerte de los
primogénitos de las familias adineradas. El mismo dióxido de carbono causante
de los primeros problemas, es más pesado que el aire por lo que tiende a
concentrarse en el serlo. Esto podría matar a las personas que dormían, sobre
todo a las que lo hacían cerca del suelo. Los primogénitos de las familias
ricas gozaban de privilegios por ser los herederos de las propiedades y dormían
en camas egipcias, casi pegadas al suelo, signo de estatus, mientras que los
demás miembros de la familia dormían en los pisos altos. En otra época habría
matado a los dinosaurios, pero en aquel momento puede que la erupción del volcán
no sólo destruyó la isla sino que cambió el curso de la historia.
Fig. 8. La estructura urbana de estas
construcciones es completamente orgánica, adaptándose a la forma del terreno y
a las otras construcciones, con las que se maclan formando un puzle interesante
y pintoresco de viviendas, rampas, escaleras, terrazas y patios.
La destrucción parcial de la isla
provocada por la erupción dota al resto de una estructura vertical, con grandes
riscos y acantilados, y pocas superficies planas. Desde los puertos, o
simplemente los atraques de las embarcaciones, hay que coger algún teleférico o
alguna empinada carretera para llegar a las zonas altas y habitables de los
riscos. Sobre esos riscos se erigen las edificaciones, escalonadas las unas
sobre las otras y formando manchas blancas sobre el oscuro terreno. Esta
característica orográfica se presta a horadar el acantilado, creando abundantes
casas cuevas, que se denominan hyposkafas, y que son unas de las imágenes más
características de la arquitectura popular de la isla, basada, como en la mayor
parte de los casos, en los materiales locales, la estructura del terreno y la
orografía de la isla.
Fig. 9. Una zona simplemente excavada
junto a una ya trabajada y una imagen del acabado una vez refinado.
Las cuevas se horadan en terrenos
puzolánicos llamados aspas o tierra de Thira, que es el nombre original de la
isla. Es un terreno blando que se trabaja con facilidad con una herramienta en
forma de pequeño cuchillo curvo, incluso aprovechando cavidades naturales
formadas en esta capa de terreno. Finalmente, se afina su acabado y pinta de
blanco para asegurar la luminosidad interior, ya que la luz suele ser el punto
más débil de las casas cueva. En cualquier caso, al no ser muy profundas, el
tamaño y disposición de los huecos exteriores, el acabado blanco interior y la
gran luminosidad exterior, hacen que te sientas dentro de la cueva como si
estuvieras en un edificio en superficie.
Fig. 10. Imágenes del
comedor y de un dormitorio.
Las cuevas tienen una o dos
habitaciones principales situadas en serie hacia el interior. Hacia los
laterales se abren igualmente dependencias según van siendo necesarias, en
ocasiones como dormitorios y en otras como talleres o almacenes.
Fig. 11. Una de las dependencias
auxiliares utilizada como lagar y bodega, y otra como taller, en la que se
aprecia un pequeño hueco de iluminación.
Dado que la puzolana es una capa de
terreno situada entre capas de lava solidificada, las excavaciones se
prolongan, aumentando el tamaño de la vivienda, hasta que se encuentra roca
volcánica. En ese momento se detiene la excavación en esa dirección y se buscan
otras direcciones más adecuadas o se completa la vivienda con una edificación
exterior adosada a la entrada. Esta nueva construcción parte cueva, parte
edificio convencional, completamente combinados y unidos, es el tipo de cuevas
a las que yo denomino en mis publicaciones “excavada y complementada”.
Fig. 12. Zona en la que ya se ha
encontrado roca volcánica compacta.
La solidez de estas estructuras
excavadas pudo comprobarse, ya que tras el gran terremoto de 1956 apenas hubo
derrumbes en ellas.
Fig. 13. Imagen del acantilado donde se
aprecia la capa de puzolana, en la que se han producido cavidades de forma
espontánea, entre capas de roca sólida.
Todas las construcciones exteriores,
tanto los edificios exentos como los complementos a las cuevas o los simples
muros de cierre, son igualmente blancos, tanto muros como cubiertas y
escaleras. Es el color propio de la arquitectura vernácula de climas cálidos
con mucha radiación solar; ocasionalmente hay algunas total o parcialmente
pintadas en azules o amarillos. Sin embargo, la inmensa mayoría sigue siendo
blanca y actualmente se siguen encalando muros y cubiertas al igual que se
hacía hace años.
Fig. 14. Imagen de tres cuevas, la
primera con una pequeña construcción exterior sobre otra cueva que se ve
enrasada con el terreno, la segunda igualmente con un pequeño añadido, sobre la
que se desarrolla la escalera que llevará a las viviendas de niveles
superiores, y la tercera completamente enrasada en el cortado del terreno y con
un toque de color diferente.
Las cubiertas de esas construcciones
exteriores son siempre abovedas. Las más frecuentes son las bóvedas de cañón
pero también se ven bóvedas de crucería en construcciones de cierta calidad,
como las iglesias. Incluso aquellas que exteriormente son terrazas planas,
necesarias para desplazarse entre construcciones o para alguna otra
funcionalidad, estructuralmente llevan debajo una bóveda, rellenado el espacio
entre la parte curva y la plana con picón volcánico, llamada piedra roja
porosa, por su ligereza y capacidad de aislamiento.
Fig. 15. Una persona
encalando su casa.
El motivo por el que son cubiertas
abovedadas es por la falta de elementos estructurales para cubrir las luces que
precisan las habitaciones de las viviendas. Recuerdo que no hay árboles en la
isla y que la poca madera que se trae de fuera de la isla se reserva para
puertas y ventanas.
Fig. 16. Varias viviendas con sus
cubiertas en forma de bóveda cañón.
Para realizar las bóvedas se aprovecha
la gran cantidad de puzolana natural que hay en la isla. La puzolana es un
material silíceo o alumino-silíceo con el que históricamente se han producido
los cementos. Proviene de las cenizas volcánicas y tiene una gran ligereza y,
por tanto, cualidades aislantes. Su conductividad térmica está entre 0,2 y 0,3
W/m·K.
Fig. 17. Detalle de una bóveda en la
que se pueden apreciar las diferentes capas de las que está constituida.
Para su realización se construyen cimbras,
y entre ellas se coloca una capa de arbustos que hará de encofrado. Encima de
este encofrado se deposita una capa fina de mortero realizado por la puzolana
triturada mezclada con limo y agua, que se mezcla con los arbustos y forma una
superficie uniforme y lisa. Gracias a sus propiedades cementantes endurece
rápidamente y permite que sobre ella se pueda colocar la primera capa
resistente. Se trata de una capa más gruesa de 20 ó 25 cm, en la que hay picón
fino que puede actuar como aislante. Finalmente, a los 20 días, se retira la
cimbra y la capa de arbustos, que arrastra la capa fina depositada
inicialmente. Sobre lo existente se coloca una última capa de mortero de
puzolana, que por sus propiedades hidráulicas impermeabiliza finalmente la
cubierta. Dada la escasez de lluvias y la forma curva de la bóveda que hace que
el agua de lluvia fluya rápidamente, no se genera riesgo de humedad en la
cubierta.
Fig. 18. Sistema de
recogida del agua de lluvia que fluya por las bóvedas.
Los laterales largos de la bóveda se
rematan con unas plataformas planas y estrechas que recogen el agua que fluye
por la bóveda y la trasladan a un aljibe. Dado el bajo régimen de lluvias, la
totalidad del agua de lluvia que cae sobre escaleras y terrazas, se recoge
mediante sistemas parecidos y se traslada a aljibes y cisternas.
Fig. 19. Piedra
volcánica compacta, negra y roja, empleada en dinteles y jambas.
Los dinteles y las jambas de los huecos
se construyen con una piedra volcánica muy densa, generalmente la piedra roja
compacta para los dinteles, ya que es la más resistente, y la negra para las
jambas. Para los muros se usa la piedra negra compacta y la volcánica porosa,
asentadas con un mortero similar al empleado en las cubiertas. Los muros quedan
de ese modo razonablemente aislados y aportan una gran inercia térmica.
Fig. 20. Detalle de
los muros de mamposteria de piedra volcanica antes de ser recubiertos e imagen
del relleno entre la bóveda y la parte aterrazada de una cubierta.
Las fachadas de las construcciones
exteriores, ya sean exentas o formando parte del complemento de las casa
cuevas, responden a una estructura fija: dos ventanas rectangulares de mediano
tamaño, una a cada lado de la puerta, y una ventana con forma semicircular
encima de la puerta. Esta forma se ajusta a la de la bóveda de cañón y permite
que se refleje uniformemente la luz en la parte interior de la bóveda y que
llegue a puntos profundos de la habitación, al tiempo que facilita la
ventilación.
Fig. 21. Combinación
de tres ventanas y puerta clásico de las casas de Santorini.
En una de esas casas cueva, a la que
pude acceder, medí 23 °C y un 70% de humedad relativa a unos 10 m hacia el
interior de la cueva; en ese mismo instante había 30 °C en el exterior.
Teniendo en cuenta que la temperatura de las paredes, techo y suelo es estable
todo el año, y está en torno a los 18 ºC, la sensación de calor que nos da la
temperatura operativa puede ser de 20 ó 21 ºC. Este es el resultado de la gran
inercia térmica de la cueva, de la protección aislante de muros con piedra
volcánica, de los acabados blancos y de los huecos pequeños. Esto es más que
suficiente para asegurar el confort en verano. En invierno el comportamiento no
es tan favorable, pero dado que las temperaturas no son muy bajas, el
aislamiento de los muros y lo pequeño de los huecos hace que su carga térmica
sea reducida. No hay chimenea, pero con la ropa adecuada y las cargas internas
se mantienen unas condiciones adecuadas. El combustible que utilizan son
arbustos o restos de la explotación de los viñedos, muy abundantes en la isla.
Otra de las aportaciones constructivas
cretenses a la sostenibilidad a través de las energías renovables fue su molino
de velas, que rápidamente se extendió por el Mediterráneo llegando incluso a
España. En el extremo noroeste de la isla, en la población de Oia aún existen
algunos de estos molinos perfectamente reconstruidos, impertérritos
espectadores de los turistas que se reúnen todas las tardes para ver la puesta
del sol.
Fig. 22. Molinos
cretenses en la población de Oia.
Probablemente Santorini sea un caso
excepcional en el mundo en el que el turismo ha ayudado a preservar la
arquitectura popular, ya que el encanto de la isla, y su potencial económico
por tanto, se basan en la imagen que ofrecen estas edificaciones. La
arquitectura actual, tanto la que se hace en el acantilado como la que se hace
en el interior de la isla, mantiene la forma aboveda de las cubiertas, la
estructura, tamaño, proporción de la edificación, el diseño de los huecos, y el
color de los acabados. Esto permite mantener una imagen uniforme entre la
arquitectura tradicional y la reciente, aunque algunas de sus funcionalidades
hayan desaparecido, como la recogida de aguas y las técnicas tradicionales de
construcción.
Las islas son siempre ecosistemas
cerrados y delicados, donde el uso de los recursos propios se convierte en
imprescindible, y el aprovechamiento de los recursos que ofrece la naturaleza
un arte.
Excelente artículo. Felicitaciones.
ResponderEliminarmuy bueno
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