jueves, 7 de mayo de 2020

EL COVID-19 Y LA NECESARIA SOSTENIBILIDAD


No sé si llegaremos a saber a ciencia cierta en algún momento cuál fue el origen exacto de la pandemia del COVID-19, hay demasiados intereses creados. Hay grandes países que se están arrojando el virus como un arma comercial y políticos que buscan en la enfermedad mayores posibilidades de éxito popular; nunca entenderé a los políticos criticando lo que se hace y lo que no se hace, exigiendo una actuación y luego rechazando vehementemente esa misma actuación. Tampoco sabremos si otras medidas diferentes de las tomadas habrían dado mejor resultado, no nos está permitido repetir el pasado en una segunda oportunidad, una lástima.
Tampoco tengo claro cuál será para la humanidad el aprendizaje de este tiempo en confinamiento y de tantas muertes; de hecho no sé si realmente aprenderemos y mejoraremos en algo. Sin embargo hay algo cierto: hemos sido capaces de cambiar rápidamente, de un día para otro, nuestros hábitos de vida con disciplina y convencimiento en general de que lo que hacíamos era lo correcto. ¿Por qué no seguir por ese camino desarrollando esos cambios profundos que creemos necesarios, pero que siempre hemos supuesto imposibles a corto plazo? Seguramente porque todos ansiamos nuestra normalidad perdida, aunque sea imperfecta; no sería fácil. De momento, si ese cambio de paradigma no se produjera, la posibilidad de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030 estará muy lejos de alcanzarse con una economía muy tocada.
¿Cambiaremos algo?, ¿la forma de pensar, de relacionarnos, de trabajar, de pasar el tiempo de ocio, de viajar? Los cambios que sí se han producido, para quedarse, son los de nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos; mentalmente nos resulta tan fácil contactar con un conocido situado en otro continente como con nuestro vecino de abajo, a todos los vemos igual de lejos. No sé qué pasará con los otros cambios que hemos asumido.
Pero lo que sí sé, o al menos intuyo, es que esta pandemia no será la última infección masiva que sufra la humanidad y que traspase las fronteras de unos pocos países pobres. Hasta ahora, el ébola sólo mataba a unos pobres africanos, y rara vez traspasaba las fronteras de esos países subdesarrollados. Pero creo que eso está cambiando, aunque sea con una letalidad menor.
Quizá haya que reconsiderar la idea sostenible de una ciudad densa y el objetivo de redensificación. Si bien ese concepto nos permite disponer de servicios de proximidad y asegurarnos su acceso con mínimos desplazamientos, esa ciudad no permite espacios abiertos para los movimientos que aseguren el distanciamiento social que ahora necesitamos. Caminar manteniendo las separaciones, aunque sea en las horas permitidas, resulta difícil. La idea de un hipotético futuro confinamiento debe estar también en la idea de la planificación de la ciudad sostenible.
Lo que estamos sufriendo en estos días a nivel mundial, ¿será el ensayo de una distopía futurista?, ¿algo que empezará a repetirse con regularidad y que nos mantendrá escondidos en nuestras madrigueras, sin relacionarnos? Espero realmente que no.
¿Pero qué es lo que realmente pienso del origen y las causas de esta pandemia? No tengo una base científica para asegurarlo, ni información secreta o confabuladora que lo avale, pero sí tengo clara una cosa: el cambio climático puede tener que ver con ello.
Ante la emergencia climática los que trabajamos en el mundo del edificio y de la ciudad buscamos minimizar los efectos del cambio climático, dentro de nuestras capacidades, y mejorar la resiliencia de personas, edificios, barrios y ciudades frente a esas alteraciones del clima. Seguramente no tendremos mucho problema en conseguirlo porque disponemos de la tecnología. Esa tecnología fruto del conocimiento es la que nos permitirá hacer mejores ciudades más habitables, con edificios probablemente más saludables y adaptados.
Pero, la tecnología de la naturaleza es la biológica. Y la naturaleza es brutal y también tiene que ser resistente y adaptarse a ese cambio climático. Muchas especies están desapareciendo y otras desaparecerán, para ser sustituidas por otras nuevas, más resistentes, más evolucionadas y adaptadas, fruto de una nueva evolución, que implicará a seres multicelulares, grandes y pequeños, y a seres unicelulares, e incluso con una estructura biológica elemental de proteínas como los virus.
Tras conocer la estructura del virus ya se descarta que el COVID-19 haya sido modificado genéticamente, aunque no se descarta que pudiera salir de un laboratorio chino, tal vez lo más probable es que lo trasmitiera un murciélago contaminado en el que mutó; en los murciélagos se han dado todo tipo de cepas del COVID. No lo sé, pero la posibilidad de que nuevos virus y bacterias, fruto de la evolución y la mutación para adaptarse a unas condiciones diferentes, más calurosas, más secas, más humedad, pero diferentes, vayan a entrar a formar parte del Olimpo de los nuevos dioses, es grande. Si consentimos que siga avanzando el cambio climático, el problema no estará en los recursos que se agotarán, ni en la inhabitabilidad de los nuevos climas, ni en la pérdida de biodiversidad, sino, tal vez también, en la aparición de nuevos patógenos más resistentes, más evolucionados y más adaptados que nosotros a ese cambio; quizá si se relacionara el COVID-19 con alteraciones del hábitat, tal vez nos preocuparíamos más por el cambio climático.
Por otro lado, la mala nutrición ya ha generado personas de mayor riesgo ante la enfermedad, obesos o con carencias nutricionales; entre ellos ha habido mayor mortandad. Recuperar la capacidad de las ciudades para producir algunos de los alimentos que necesitamos no solamente reducirá el impacto negativo sobre el planeta del transporte de esos alimentos desde lugares lejanos, sino que nos permitirá controlar mejor el proceso de cultivo de los mismos, y aunque de momento su impacto sea pequeño, redundará beneficiosamente sobre la salud y nuestra capacidad para soportar otra pandemia, y en la salud del planeta al reducir el impacto contaminante del transporte.
También habrá que reconsiderar el consumo que se produce en algunos países, como China, de especies salvajes de las que no se puede controlar la calidad y salubridad del producto, y que no deberían formar parte de nuestra dieta alimenticia. Ahí, muy posiblemente, haya estado el origen del COVID-19.
El ser humano ha influido muy negativamente en el clima del planeta al proveerse de alimentos. El hecho de que el ser humano haya necesitado de más espacio para el cultivo agrícola, el origen del cambio climático en el mundo al eliminar bosques por superficie desnuda para el cultivo, es determinante. A eso habría que añadir que también para la ganadería, ocupando espacios que antes ocupaban esas especies salvajes que pueden infectar al ganado y convertirse en las vías de mutación de los patógenos.
Yo no voy a poder trabajar preparando la deseada vacuna, ni en descubrir la cadena del ARN de este virus, pero sí voy a seguir trabajando, no para alcanzar una adaptación al cambio climático, sino para ayudar a mitigarlo. Aunque pudiéramos suponer que hay poca relación, la sostenibilidad, la arquitectura bioclimática la eficiencia energética, se vuelven cada vez más necesarias para evitar que esos nuevos inquilinos indeseados aparezcan en ese planeta que estamos perpetrando.

1 comentario:

  1. Estoy bastante de acuerdo con tu artículo. Y como de todos los males se pueden extraer algunas consecuencias positivas,esperemos que el COVID-19 contribuya al menos a la toma de conciencia sobre el cambio climático y la necesaria sostenibilidad.

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