sábado, 12 de octubre de 2013

LA ARQUITECTURA TROPICAL DE LAS TIERRAS VIETNAMITAS


LA ARQUITECTURA TROPICAL DE LAS TIERRAS VIETNAMITAS

Vietnam ha pasado de ser uno de los países más pobres y destrozados del mundo a ser una tierra que se desarrolla a un ritmo sostenible sin perder sus esencias. Es posible que dentro de unos años Ciudad Ho Chi Minh se parezca a Shanghái, pero hoy dista mucho de ello. Junto a sus ciudades, sigue habiendo un Vietnam rural que conserva la cultura de sus múltiples etnias de una forma natural. Creencias, ritos ropas y, sobre todo, construcciones, que pareciéndose mucho tienen diferencias que las hace interesantísimas.
Mi vuelo a Hanói hizo escala en Doha, capital de Catar, y en Bangkok antes de llegar a su destino. Vietnam está muy lejos de Madrid y el viaje se hace muy largo y pesado. Sólo recuerdo otro parecido volviendo de Pekín en un avión lleno de nuevos padres con sus hijas recién adoptadas, todas llorando al unísono.
Doha tiene, hasta que construyan la que será la terminal más importante de Oriente Próximo, un aeropuerto horroroso, con un desplazamiento a lo largo de sus interminables pistas en un autobús que va parando en todas las terminales. Tienes que estar muy atento y saber exactamente a dónde vas, algo complejo cuando se trata de una conexión, para no equivocarte. La terminal estaba abarrotada de gente y las colas para los aseos eran kilométricas. La gente se sentaba en los suelos a la espera de las conexiones con otros vuelos. Salvo que sea mi destino final en otra ocasión, algo que no descarto, intentaré evitar hacer escala en Catar.
Tras superar las escalas llegué a Hanói, la actual capital de la República Popular de Vietnam. La primera impresión, como casi siempre en estos países tropicales, es la de la bocanada de humedad que se percibe al salir del aeropuerto. Esa humedad te persigue, pero se hace un acompañante habitual, al que acabas por aguantar como a un familiar pesado. El cuerpo humano se acostumbra a todo en cuanto de le das tiempo.
Vietnam es un país que ha sufrido interminables invasiones y guerras con chinos, japoneses, franceses y norteamericanos. Dejaron mucho dolor, sobre todo en la última guerra en la que murieron tres millones de vietnamitas, pero también ha dejado un legado cultural y un patrimonio que ha forjado su ecléctica cultura. También dejaron uno de los países más pobres del mundo, pero como decía, desde hace unas décadas la economía ha crecido de una forma notable.
Han sido los chinos y los franceses los más influyentes como se puede ver en sus alfabetos. Los vietnamitas no tuvieron lenguaje escrito hasta el siglo XI, en el que se incorporó una variación de los símbolos chinos, algo más complejos y rebuscados por lo que puede apreciar en algún grabado antiguo. Pero en el siglo XVII, un grupo de monjes lo cambiaron por el alfabeto latino, lo que en mi opinión fue muy acertado; lo mismo haría Ataturc en el Imperio Otomano sustituyendo los caracteres árabes. El único problema es que la fonética de su idioma no se puede reproducir con los símbolos latinos y por ello necesitan todo tipo de acentos por encima y por debajo de las letras, en ocasiones superpuestos. De este modo son capaces de reproducir su compleja fonética. También se nota la influencia francesa en el pan. Aunque tienen que importar todo el trigo que consumen, se ven vendedores de pan por las calles llevando sus productos en bicicletas, sobre burros o en cestas sobre los hombros. Consumen arroz por encima de todo, pero puedes encontrar pan de trigo en muchos sitios.

Fig. 1. Vendedora ambulante de pan

Las temperaturas en esta zona norte del país siempre están en torno a los 34 ó 35 ºC, no excesivamente elevada, pero la humedad relativa raramente baja del 75%. El resultado es una sensación de calor de unos 38 ó 39 ºC. Se trata de un clásico clima tropical cálido húmedo, donde las temperaturas son altas pero sin llegar a los valores extremos de los climas cálido secos, con una humedad tal elevada y continua que genera una sensación de calor más elevada. Las temperaturas nocturnas generalmente no bajan, por lo que no hay posibilidad de compensar el calor del día realizando construcciones masivas que almacenaran el frescor de la noche. Sin embargo, en la montaña las temperaturas sí bajan algo por la noche y por eso utilizan tierra en sus muros de fachada.


La dificultad para alcanzar el confort en esas condiciones es que el cuerpo humano difícilmente pierde calor por convención hacia el aire, ya que durante casi todo el día las diferencias de calor entre el aire y el cuerpo no serán mayores de 2 ó 3 ºC. Por eso la única forma de perder el calor que genera en exceso el cuerpo es mediante la evaporación del sudor.  Se suda copiosamente pero no se puede evaporar bien ya que la humedad relativa es muy elevada. Eso provoca que el cuerpo, al seguir sintiendo la necesidad de perder calor, sude aún más, y aún más, y aún más. Permanentemente estaba empapado en sudor y con una necesidad imperiosa de recuperar los liquidos y sales que perdía constantemente. Una forma de reducir esa producción innecesaria de sudor es evaporando el que producimos y el procedimiento ideal es ponernos cerca de una corriente de aire, natural o forzada. Por eso era muy normal encontrar ventiladores en todas partes, incluso en las habitaciones de los hoteles, aunque ya tuvieran aire acondicionado.  Era fácil suponer que su arquitectura vernácula cuidaría ese aspecto y fomentaría la ventilación. En el recorrido entre el aeropuerto y la ciudad pude ver como las construcciones actuales cuidan esa ventilación con múltiples detalles que luego apreciaría durante todo el viaje.
 
En el norte del país hay una influencia arquitectónica de la región de Huanan, al sur de China. En concreto, los edificios en Hanói son muy estrechos, tanto que no puede dar a la calle más que una habitación, con un frente a veces incluso de sólo un par de metros. Por el contrario son muy profundas. Esta tipología se impuso en la dinastía Le entre los siglos XV y XVIII. Hoy en día tienen muchas plantas de altura y la gente las llama “casas cohete”, sobre todo cuando están exentas y su aspecto es de una gran inestabilidad. Esas fachadas estrechas se pueden ver en muchas partes del mundo y siempre tienen que ver con impuestos municipales. La combinación entre estrechez y profundidad no es buena para la ventilación cruzada, ya que el aire no puede ir de un extremo al otro de la vivienda; originalmente aunque eran así intercalaban patios por los que sí se podía ventilar.
 
  Fig. 2. Vista aérea de las estrechas y profundas “casa cohete” de Hanói.

En las cubiertas de gran parte de los estrechos edificios actuales hay extractores eólicos de aire. Estos aparatos funcionan moviéndose con el viento de tal modo que crean una corriente ascendente en giro en el interior del edificio. Con ello reproducen lo que ocurre en el interior de un tornado o un huracán, mejor decir tifón dada la parte del mundo en la que estaba. Hasta aquí algo normal que se puede ver en cualquier parte del mundo. La novedad radica en una pirámide de vidrio situada debajo del extractor. En esa pirámide se produce efecto invernadero, y puedo asegurar que muy intenso, que aumenta una barbaridad la temperatura del aire ocluido dentro ayudando a la extracción. Si con un sistema convencional se puede mover una gran cantidad de aire, con éste probablemente se mueva tres o cuatro veces más. Además, gracias al sol, funciona incluso cuando no hay viento.

   Fig. 3. Extractores de viento reforzados con efecto invernadero en las cubiertas de los edificios  de Hanói.

Vietnam es el país de las motos, o de las “hondas” como dicen ellos. Se intercalan con bicicletas y algunos coches cubriendo la totalidad de la calzada. No son grandes motos de potentes cilindradas sino pequeñas motos urbanas, en sintonía con las vietnamitas que las conducían, que son pequeñas y ligeras; no parece que ninguna pueda pesar más de 40 kg. Ya me habían hablado de la dificultad de cruzar sus calles, pero habiendo estado en El Cairo, donde tres millones de taxis recorren a pitidos la ciudad sin parar en ningún semáforo, Hanói no podía ser peor. Y efectivamente no lo era. Enseguida se aprende a cruzar. Hay que hacerlo muy despacio, sobre todo a una velocidad constante, para darles tiempo a que te sorteen. Resulta hasta divertido.


Fig. 4. Imágenes del intenso tráfico de motos en las ciudades vietnamitas. Aunque parezca caótico entras en sintonía inmediatamente con él.


Lo único que comparten las calles de El Cairo y de Hanói es el ruido de la cláxones que no dejan de sonar avisando de la presencia de los vehículos, día y noche.
El problema que les genera este tipo de circulación es la contaminación. Al cabo de unos minutos entre este tráfico percibes la opresión en los pulmones de los contaminantes. Los asiáticos, que de por sí son muy sensibles a las alergias, debían llevar tapada la boca y la nariz con una máscara. Deberían plantearse resolver ese problema y una solución fácil sería el empleo de motos eléctricas, más baratas, sencillas y desarrolladas que los coches eléctricos.
Cuando cae la tarde la gente sale a comer a la calle. Cocinan allí mismo, en el suelo, y comiendo sentados en unos pequeños taburetes de no más de 20 cm de altura. Es curioso cómo han sustituido el hábito de colocarse en cuclillas por el de sentarse casi también encuclillas. Es gracioso ver esas mesitas de juguete y esas sillitas en los establecimientos que ellos llaman cafés, manteniendo el nombre de la época francesa, aunque ahora sean casas de comidas.
Caminar por las ciudades vietnamitas es complicado. Las aceras siempre están ocupadas. Si no las ocupan las motos aparcadas lo hacen los vietnamitas comiendo en el suelo. La única opción posible es caminar por la calzada compartiendo el espacio con el tráfico.
La comida en Vietnam es exquisita. En el primer restaurante al que entré a cenar pedí la tradicional sopa Pho. Aunque ellos la toman de desayuno, como pude apreciar en los bufés de los hoteles, te la pueden servir en cualquier momento. También probé por primera vez los rollitos vietnamitas. Digo por primera vez porque en España había probado un sucedáneo. Me acompañaron en muchas comidas desde ese momento.
También disfruté mucho de la fruta. Siempre lo hago en países tropicales donde puedo probar una gran variedad de especies que no abundan en occidente. Por supuesto cocos y fruta de la pasión, pero también la fruta del árbol del pan, la fruta dragón o sus gigantescos pomelos.
En Hanói se puede visitar el mausoleo de Ho Chi Minh, incluida momia, pero lo que más me interesó fue la casa en la que vivía y trabajaba el que fuera presidente del país. Se trata de una casa sencilla, sobre palafitos, realizada al estilo de las construcciones populares de la etnia Tay. En Vietnam hay 54 etnias diferentes, manteniendo cada una de ellas sus propias construcciones populares. A pesar de los años pasados desde su construcción, es para mí el ejemplo de lo que se debe hacer también hoy en día: estudiar cómo se comporta la construcción autóctona y adaptarla a los nuevos usos. Como decía, era una casa muy sencilla de cuatro habitaciones, todas ellas dando a dos orientaciones, protegidas del sol y sin obstáculos en las fachadas para asegurar la ventilación y las vistas del maravilloso entorno que la rodea.



    Fig. 5. Edificio en el que trabajaba Ho Chi Minh en Hanói. El estilo con el que se construyó esta casa es el de la viviendas Tay, levantada del terreno mediante pilotes y muy abierta en todas las fachadas para asegurar la ventilación, pero al tiempo con los huecos protegidos de la radiación solar.

Desde Hanói, viajando hacia el norte, se llega a la bahía de Ha Long, un enclave único que por derecho propio puede formar parte de la media docena de los parajes más maravillosos del mundo. Se trata de un paisaje kárstico que ha dado lugar a miles de islas, perforadas de grutas, altas como pináculos encrespados e inaccesibles, cubiertos de una ligera vegetación, que se pierden en el horizonte creando múltiples planos como si de telones de un gran teatro se tratara. Viajar entre esas islas es un auténtico placer y ver cómo la gente se ha adaptado a vivir en ellas aún lo es más.


Fig. 6. La bahía de Ha Long, “donde el dragón se hundió”, con las vietnamitas desplazándose entre las islas con sus barcas de remos.


Ha Long, que quiere decir “donde el dragón se hundió” ya que las islas podrían ser los restos de la cresta y la cola de un dragón hundido en sus aguas que no deja vivir sobre las islas y obliga a la gente a vivir sobre el agua.


    Fig. 7. Las pequeñas y humildes construcciones flotan sobre bidones, ancladas al fondo en las zonas de la bahía protegidas de los tifones y cercanas a sus cultivos de ostras.

En una ensenada natural formada por un conjunto de islas, con la intención de protegerse de los tifones, se encuentra un poblado de casas hincadas en el agua. Originalmente formaban parte de un puerto natural donde los barcos fondeaban para dejar sus mercancías. Con el paso del tiempo se fue asentado como un pueblo dotándose de economía propia. Hoy en día se dedican a la pesca y, sobre todo, al cultivo de ostras perlíferas. A pesar de lo aisladas que se encuentran las casas, disponen de electricidad para cubrir sus necesidades, eso sí, mediante generadores de gasolina que contaminan aún más de lo que lo están estas aguas remansadas. Esa electricidad es imprescindible para mantener un nivel de vida razonable y dotar a las construcciones de las posibilidades que hoy en día queremos tener. Era muy bonito ver en el aula de la escuela como unos niños de unos cinco o seis años usaban sus ordenadores para jugar on-line. El niño jugaba a Age of Empires y la pareja de niñas se dedicaba a un juego en el tenían que matar a Bin Laden.


 Fig. 8. La tecnología actual no está reñida con el uso tradicional de las viviendas. Sin embargo, deben resolver el origen de su suministro eléctrico para evitar la contaminación de esas aguas.

Es una pena que no cuiden más esas aguas a las que llegan a diario centenares de visitantes, antes de que entren en colapso ecológico y su economía se venga abajo. Tendrían que plantearse la colocación de generadores fotovoltaicos que resolvería su dependencia energética y servirían para dar un paso adelante en la limpieza de esas aguas.
Dentro de las viviendas la vida parece plácida, casi contemplativa. Pero distan mucho de ser ermitaños. En algunas casas se veían antenas de televisión, ordenadores, equipos de música, pero hubo una imagen que me resulto esclarecedora. Visitando una de viviendas pude ver a través de la puerta de una de las habitaciones, como una adolescente estaba enfrascada en su móvil conectada probablemente con cualquier otra parte del mundo. La globalización alcanza todos los lugares y no está reñida con la arquitectura tradicional.

 Fig. 9. Todas las viviendas tienen bidones para la recogida del agua de lluvia que llega a las cubiertas o que se condensa por las noches. El cambio de las cubiertas tradicionales de bambú por las actuales de chapa, aunque no parece lo más recomendable, les ayuda en esta práctica.


Las construcciones actuales no son exactamente como las primitivas, al menos en los materiales. Las originales probablemente fueron de bambú, incluso en los suelos, empleándolo como elemento de flotación. Actualmente flotan gracias a grandes bidones de plástico, sus paredes son de madera pintada de color azul eléctrico y los techos de piezas metálicas, aunque con falsos techos de bambú, probablemente para generar una ventilación entre las dos capas. Alguna tiene en la cubierta hoja de palma, pero esto tampoco parece muy natural, ya que no se aprecian palmas en las islas y sin embargo sí se pueden ver plantas de bambú.
En estas viviendas se ve también el diferente poder adquisitivo de la gente. Hay algunas construcciones realmente humildes, mientras que en otras se ve que han colocado cubiertas más sofisticadas con ventilación e iluminación.


Fig. 10. A pesar de su gran similitud, algunas de las construcciones son más humildes que otras. La de la derecha es una de esas, mientras que la de la izquierda ha mejorado su cubierta por una con luz cenital y ventilación. No obstante, aunque sean humildes no olvidan uno de sus grandes acompañantes, el bonsái, como se puede ver en la foto.


Pero a pesar de esa transformación transmitida por la modernidad, siguen desplazándose en sus canoas tradicionales y recogiendo el agua de lluvia que cae sobre la cubierta.  Sin perder ninguno de los logros actuales, deberían utilizar recursos energéticos más limpios para no afectar a la sostenibilidad de la zona.

 Fig. 11. Planta de una casa Viet del pueblo de Tho Loc, con varios edificios en torno a un patio común.


La etnia predominante en Vietnam es la etnia Viet, también denominada Kihn, de origen mogol, que representa el 70% de la población. En este caso tal vez no se puede hablar de diferencias puramente étnicas con otros grupos de población, sino más bien culturales y sociales. De hecho viet quiere decir “centro”, haciendo referencia a la gente que vivía en las grandes poblaciones. Se extienden por la totalidad del territorio. En esta zona norte, la que los franceses llamaban Tonkín hay ejemplos de sus construcciones. En la comunidad de Tho Loc se construyó en 1906 un gran conjunto que fue ampliándose con el paso del tiempo.


 Fig. 12. Bloque principal de la casa Viet, el orientado a sur y que va a acoger los dormitorios, estancias y el altar de los ancestros. A pesar del porche protector hay una pantalla de bambú que lo protege aún más y que aporta intimidad a las dependencias, ya que llegan a estar completamente abiertas al exterior.


El conjunto consta de varios bloques. En el bloque principal hay una sala central donde estaba el cabeza de familia, se recibe a los invitados y se coloca el altar dedicado a los ancestros. También incluye una pequeña sala dedicada a aula, añadida en 1933, y dos dormitorios. Del conjunto, el edificio principal está orientado a sur, como en tantas partes del hemisferio norte. Junto a este edificio, cerrado un espacio central, otras dos edificaciones laterales dedicadas a cocina, la de la derecha, y a otros usos la de la izquierda. Un ingenioso sistema de canalones conectados entre sí permite la recogida de agua de lluvia que cae sobre la cubierta y su traslado a un aljibe colocado en la parte de atrás del conjunto.
                                    
                                    
  Fig. 13. Sistema de canalones que recogen en agua de lluvia de la cubierta de teja plana y que la llevan a un aljibe situado en la trasera de los bloques de la casa Viet.

Las cubiertas de las casas vietnamitas son muy diferentes dependiendo de la parte país y del recurso local; en este caso eran pequeñas tejas cerámicas que se ven directamente desde el interior. El frente de la casa estaba protegido por un porche, que llevaba delante unos paneles verticales de palma que actúan de protección solar y para dar intimidad cuando los portalones están abiertos. Los edificios en sí también llevan grandes portalones de madera que se abren completamente permitiendo una ventilación total; incluso cuando están cerrados una gran zona abierta bajo la estructura de la fachada permite ventilar la habitación.

    Fig. 14. Arriba las pequeñas tejas cerámicas de las cubiertas, colocadas sin ningún material de agarre. En el medio el interior de la vivienda y abajo la imagen de la fachada de uno de los bloque cuando durante el día mantienen completamente abiertos los grandes paneles que la conforman, pero dejando bajo el zócalo de madera un amplio espacio para la ventilación y tal vez la evacuación de agua de lluvia.


En este caso el suelo era directamente tierra. En otros lugares la casa se eleva del suelo con pilotes para evitar la entrada de agua de lluvia, formando unos suelos mucho más ligeros. No cabe duda de que si el clima lo permite, el suelo de tierra apisonada es más sencillo de ejecutar y más eficiente para absorber calor. El conjunto era de una sola planta para no superar en altura a la casa comunal de la población, algo muy habitual en todas las etnias, y para protegerse de los fuertes vientos de los tifones.
 Fig. 15. Una vivienda de la etnia Yao del pueblo de Khe Mu, sobre un pedestal de piedra.


Algo más al sur de Hanói pero aún en Tonkín aparecen los poblados de la etnia Yao; esta etnia se extiende fundamentalmente por China, pero también hay poblados en Laos y Vietnam, donde habitan 470 000 personas. Uno de los poblados ocupados por los Yao es Khe Mu. Allí las construcciones son mucho más sencillas que las Viet con un espacio único, aunque diferenciado, ya que según la importancia del miembro de la familia se reservaban unos u otros lugares en la sala. No falta tampoco el espacio para el altar de los ancestros donde los Yao veneran tres generaciones de ancestros.

 Fig. 16. Interiores de la vivienda Yao donde se pueden apreciar los trenzados de bambú de las fachadas, los tabiques y el suelo de los dormitorios.


En este caso la cubierta es de bambú cortado en sentido longitudinal y colocado como canal y cobija, aunque ellos prefieren referirlo como el ying y el yang; lo cambian cada cinco o seis años. El suelo es en parte de tierra batida y en parte de trenzado de bambú. Esta zona, que es donde se colocan las camas, está levantada del suelo mediante pilotes de un árbol local muy resistente, el tho. Ese mismo material  del suelo se utiliza para las fachadas, para permitir y asegurar la ventilación, ya que en estas casas a diferencias de la de los Viet no hay grandes huecos.

 
Fig. 17. Las cubiertas son de bambú, utilizado como canal y cobija, el ying y el yang.

La construcción de la cubierta es muy importante y le corresponde al jefe de familia. Una vez finalizada la tarea la golpea tres veces con un cuchillo preguntando “¿es ya de noche?”, a lo que responden si se ve perfectamente cubierto desde dentro “sí, ya es de noche”.
 Fig. 18. Viviendas de la etnia Hmong del pueblo de De Cho Chua, donde se pueden apreciar las cubiertas realizadas con grandes tejas de madera.

Aún en la zona norte, pero en las zonas de montaña, hay poblados de la etnia de los Hmong, que representan el 10% de la población de Vietnam; se les considera muy próximos a los Viet, como si fueran sus primos. Uno de esos pueblos de montaña es De Cho Chua en la provincia de Yen Bai. Allí el clima no es tan caluroso y no precisan de tanta ventilación como en otras zonas. Las casas están construidas completamente de madera. Como es una región de montaña, la madera es de conífera, del fokienia hodgiinsii, un pino localmente llamado pomu. La planta de la casa es rectangular sin separaciones físicas, sólo un simbólico pilar central separa la zona del dormitorio del resto. En él radica el genius loci, el espíritu protector del hogar. Pero no es el único genio de la casa, en el fuego del hogar también radica otro genio que se enoja si alguien escupe a las llamas o golpea el trípode donde se colocan las cacerolas; afortunadamente los vietnamitas no han adoptado la costumbre de los chinos de escupir porque enfadarían permanentemente a ese genio.  Los genios locales tienen mucho que ver con el bioclimatismo. Antes de construir un edificio bioclimático hay que encontrar al genio local, es decir, las cualidades del sitio, de su suelo, de su naturaleza, de su clima, de sus materiales, para aprovecharlo integrándolo en el diseño.

Fig. 19. Las paredes interiores son de tablas de madera colocadas de forma que no dejen escapar el calor de la chimenea. A la derecha se ve el palo central de la estructura donde reside el genius loci.

El animismo, con la veneración a los antepasados y a los espíritus que habitan en los objetos cotidianos de la casa, se extiende por todo Vietnam e influye en el diseño del edificio. Si el respeto a los ancestros proviene de los chinos y de las filosofías de Confucio, la presencia de los genios es propia del sureste asiático; de nuevo eclecticismo.

Los muros de la casa son de grandes tablas de madera unidas a hueso sin espacio entre ellas para evitar las infiltraciones del aire del invierno. No es una tabla muy gruesa, ya que no es necesario dado que las temperaturas no bajan demasiado. La cubierta la forman grandes tejas también de la misma madera, de 0,3 a 0,4 metros de ancho por 1,20 metros de largo. El suelo tampoco está elevado ni es permeable como en las tierras bajas, aquí es directamente de tierra. Dado que la cabaña no es muy grande, la zona del almacenaje para el arroz y el maíz la sitúan en altura en pequeñas entreplantas; así evitan la pudrición y que los animales puedan acceder a ella.
 


Fig. 20. Imagen del interior de la vivienda y del parche protegido de sol y vientos.


En un punto central de la casa está el hogar, en el que cocinan y con el que se calientan usando como combustible la misma madera empleada en la construcción. Dado que las tablas del techo a pesar de su tamaño no crean una estructura hermética continua, no tienen chimenea y dejan que el humo salga entre las tejas.

Son evidentes las diferencias con las casas de los Viet o de los Yao. Los motivos hay que encontrarlos en el clima de montaña, más fresco y menos estable, y en los materiales de construcción de la zona, en este caso madera de conífera.

Los Hmong preparan sus propias herramientas de hierro para arar los campos. Machacan el mineral con un mazo accionado por el contrapeso relleno con el agua de una corriente de agua. Uno muy parecido lo había visto en las sierras de Taramundi en Asturias; la creatividad humana no conoce fronteras. Luego lo llevan a un horno circular de arcilla que va dejando que la colada salga por uno de sus extremos.
Fig. 21. Sistema de machaqueo de minerales accionado por el agua de un río.

Todavía en el norte del país, en la región de Sapa, ocupando zonas de montaña y cerca de la frontera China, se encuentra la etnia de los Hani, con poco más de 20 000 personas. Sus casas son de tierra, de tapial, de 45 cm de espesor. Mezclan la tierra con piedras, para aumentar la resistencia a la compresión, y con fibra de bambú fresca para soportar las tracciones. El suelo también es de tierra y no disponen de más huecos que la puerta. Eso corresponde con un clima con diferencias de temperatura significativas entre el día y la noche, que pueden perfectamente compensarse con la inercia térmica de la tierra. Interiormente sus cabañas están compartimentadas en dormitorios diferentes, ya que viven en ellas familias de hasta tres generaciones. Resulta interesante ver cómo también tienen una habitación para invitados, algo que ya vi en las casas de los Viet y que es propio del carácter afable y acogedor de sus gentes.
Fig. 22. Viviendas de tierra de las aldeas de montaña de la etnia Hani. No hay más huecos que la puerta para no perder calor en el invierno. En el verano, la masa de las paredes les da estabilidad térmica y mantiene el frescor nocturno.
La compartimentación también está justificada porque no necesitan crear la ventilación continua de las viviendas de las zonas más húmedas y calurosas, y para aportar más masa en los tabiques interiores. El calor lo proporciona de nuevo la cocina, situada en el interior de la cabaña. La cubierta es vegetal de hierba agrupada en gavillas, de 45 cm de espesor, con varias capas de gavillas de hierba montada sobre una estructura de bambú.  Para esta casa de 85 m2 necesitaron 1 500 gavillas, lo que representa un peso de 10 toneladas. Evidentemente una cubierta tan pesada y gruesa era necesaria para aislarse del frío del invierno. Justo al lado de las cabañas para la familia construyen el establo, en este caso en madera y mucho más abierto.



Fig. 23. El interior también se resuelve con tierra, tanto en las particiones, sobre las que apoya la estructura, como en el suelo. De este modo aportan aún más masa térmica.

También se asientan en la región de Sapa, pero en este caso eligiendo los valles a los pies de las montañas para fijar sus poblados, los Tay, que no hay que confundir con los Thai. Es otro grupo numeroso, el segundo grupo más numeroso de Vietnam, 1 600 000 personas. La variación de clima va a dar lugar a una construcción muy diferente, bambú en lugar de tierra.
 Fig. 24. Planta de una vivienda Tay. Aunque interiormente hay usos diferenciados, todos los espacios se interconectan para asegurar la ventilación cruzada que tiene que producirse entre fachadas y que debe atravesar todas las habitaciones.

El bambú y la madera que emplean para construir la casa permanece entre 3 y 4 meses en agua fangosa antes de usarla, para hacerla más resistente a los mosquitos. 6 000 hojas de palmera cubren los 100 m2 de la cabaña, mucho más ligera que la de los Hani. Por tratarse de la zona calurosa y húmeda de los valles, las casas cuidan la protección solar y la ventilación por encima de todo. Las paredes están hechas con un trenzado de fibra de bambú que permite la autoventilación, pero hay tantos huecos que no haría falta. El suelo sorprendentemente es también de esa fibra de bambú y da una sensación de endeblez enorme cuando se camina sobre él; parece que hay que pisar suavemente y que hay que desplazarse despacio para no dañarlo. Dado que la casa se levanta sobre pilotes de más de 1,80 m, este suelo permite también la ventilación desde abajo y evita la pudrición que se produciría sí estuvieran más cerca del suelo. Los huecos tienen unas grandes contraventanas rígidas también de bambú que se levantan horizontalmente para ventilar al tiempo que evitan que entre el sol o la luminosidad sea excesiva. De nuevo, en el lugar principal de la casa se encuentra el altar de los ancestros.


Fig. 25. Todo está pensado para asegurar la ventilación. Las fachadas se abren al levantarse una protección de trenzado de bambú, como se ve en la primera foto. A pesar de ello los huecos no dejarán pasar el sol gracias a la propia contraventana y al gran voladizo de hoja de palma. Los suelos también son de trenzado de bambú para que pueda también haber ventilación desde el suelo, ya que hay una planta baja creada por los pilotes que levanta la casa, donde guardan el ganado.


Desde Hanói tomé un vuelo hacia la región central, la llamada Annam; la joven protagonista de la película Indochina era annamita. El vuelo llegó a Danang y desde allí me desplacé por carretera a Hoi An, la auténtica joya de la corona, como su propio nombre indica. Hoi An, que es ciudad patrimonio de la humanidad, conserva su estructura y sus casas de más de 200 años intactas. Todas esas casas responden a una tipología uniforme que hoy en día se puede estudiar perfectamente.

Fig. 26. La ciudad de Hoi An con una imagen del río Bo cuando la atraviesa.

La ciudad tiene un encanto único que te atrapa desde el primer momento. Tienes la sensación de moverte por la misma ciudad que hace cientos de años era un puerto comercial importante con China y Japón, tanto que los visitantes decidieron permanecer en la ciudad creando sus propios barrios. Enseguida te sientes bien en ella y deseas pasearla tranquilamente para disfrutar de su paisaje de sus tiendas y de su ambiente. Si la ves de día te gusta, pero cuando la ves de noche te gusta aún más. Por la noche los farolillos que cuelgan atravesando las calles la iluminan tenuemente y teatralmente, mezclándose con las luces que salen de las tiendas y con el deslumbrar de uno de los puentes que atraviesan el río Bo. Al río se arrojan pequeñas lamparillas de papel a modo de ofrendas que se dejan en su superficie para que se desplacen libremente. Niños y niñas sentados a su orilla te ofrecen las lamparillas para que las enciendas al tiempo que pides un deseo.

Fig. 27. Casas de una calle de Hoi An orientadas al sur. Abajo una cubierta doble ventilada y arriba un conjunto de casas con las cubiertas ligeramente desplazadas entre sí pero todas ellas con voladizo y muros laterales para asegurar la protección solar total.



Las casas de Hoi An recuerdan un poco a las estrechas viviendas de Hanói ya que son una sucesión de construcción, patio, construcción. El primer bloque, el que da a la calle, es donde se monta el negocio. En su origen era un negocio artesanal pero hoy en día son tiendas modernas y restaurantes. La adaptación del modelo al paso de los tiempos ha permitido que se mantenga viva la tipología y ha evitado que la ciudad se transforme en un museo subvencionado por organismos internacionales. Tuve ocasión de entrar en muchas de estas casas y ver cómo sigue existiendo el patio. Este patio permite ventilar el módulo exterior al tener huecos a dos fachadas opuestas. Dado que es un negocio y que debe cerrarse por completo por las noches, en la fachada siguen manteniéndose huecos fijos de ventilación. El tercer módulo era el de la vivienda del comerciante. En algunos casos sigue siéndolo, lo pude ver mientras compraba unas camisetas en uno de los negocios. En otros casos, reclamado por las necesidades de la tienda, se han convertido en dependencias comerciales.


Fig. 28. Algunas de las casas tienen dos plantas con una empinada escalera interior. Sobre la planta superior vuela una nueva cornisa que asegura la sombra.


Las calles del barrio antiguo son paralelas al río Bo, que al pasar por Hoi An mantiene la dirección este-oeste. Las casas pasantes, de calle a calle, se orientan por tanto norte-sur, teniendo siempre una fachada a norte y otra sur; varias fachadas si se tienen en cuenta las del patio. Esta correcta orientación permite diseñar de forma eficiente las fachadas. La estructura del edificio consta de dos muros de carga laterales de fábrica sobre los que se extiende el forjado de madera. Esos muros sobresalen del frente de la fachada creando dos alas laterales que, combinadas con el vuelo de la cubierta, crean un porche. Este conjunto de tres elementos opacos en torno a la fachada, protege a sus huecos de la radiación solar. El vuelo de la cubierta los protege del sol alto del mediodía y las alas laterales del sol más bajo y lateral de unos momentos antes y después.

En ocasiones existe una segunda planta. Esta planta también vuela y se convierte en la protección de la fachada. El objetivo bioclimático de estas construcciones es muy sencillo, que no entre el sol y que ventile bien, ambos están logrados y se han mantenido con el paso del tiempo.
Fig. 29. Casa con fachada norte, con protecciones solares menores. Tenemos que darnos cuenta de que en esta latitud el sol también da en la fachada norte.


La orientación oeste también se considera mala en las construcciones vietnamitas. Para los pragmáticos occidentales lo sería porque se trata de una fachada muy batida por el sol y muy difícil de proteger. Para los orientales, que siempre buscan el simbolismo en todos los aspectos de la vida, porque representa el ocaso del sol, el fin del día y la muerte. Así lo entiende todo el mundo sin necesidad de explicaciones energéticas.

Fig. 30. Imágenes del patio que tienen todas estas construcciones.
Las cubiertas son de teja, la que llaman teja china, y en ocasiones tienen una doble hoja, formando una cámara de aire entre ellas y evitando el sobrecalentamiento por el techo.

Fig. 31. Imágenes de bonsáis o pon-sai delante del palacio Thai Hoa de la ciudad prohibida en Hue.

Hay una presencia permanente en Vietnam, el bonsái, en este caso por influencia china. Tal vez no deban llamar exactamente bonsáis ya que se cultivan en macetas muy grandes al gusto chino y no en pequeñas bandejas como exige la ortodoxia de su cultivo japonés, pero lo cierto es que estos pequeños árboles se ven por todas partes. Los chinos, quienes los crearon, los llaman pun-sai. Para ellos tienen un carácter muy espiritual, se suponen que radica en ellos el alma de quien los cultiva y es un símbolo de eternidad y la unión entre lo divino y lo humano. Al principio me fijé en ellos en la tumba de Ho Chi Minh, luego los vi en los palacios y los templos, pero finalmente me di cuenta de que estaban en todas partes: flanqueando las puertas de un humilde comercio, en el jardín de una pequeña casa, en el balcón o la terraza de un inmueble, en todas partes. Incluso los vi en los barcos que recorren los ríos y las bahías. Un lugar donde me chocó fue verlos en las casas flotantes de la bahía de Ha Long. Allí recordaban al limonero que cuidaba con adoración Kevin Cosner en Waterworld. Intenté que me explicaran el motivo de esa presencia pero se limitaron a decirme que era por adornar, que les gustaba el aspecto que daban como elementos decorativos. Yo no me lo creí. Si les gusta la decoración podrían haber elegido entre millones de motivos, cada uno distinto. Yo creo que tiene algo más que tiene ver con la esencia del bonsái, con el culto a la naturaleza, con la intención de venerarla igual que lo hacen con el altar de los ancestros.


Fig. 32. Otras imágenes de bonsáis. Arriba, delante de un comercio de carretera y abajo en una de las barcazas que recorren el río Perfume.


Salvo excepciones todos estos arbolitos estaban muy mal cuidados, incluso los que supuestamente adornaban los palacios. Debido a los muchos años que llevo cuidando bonsáis me daba pena verlos tan descuidados. Tuve que contenerme en muchas ocasiones las ganas de corregir alguna rama, cortar un brote, arrancar una mala hierba de la tierra. Seguramente lo habrían interpretado mal. El único lugar donde encontré bonsáis bien cuidados, incluso plantados en las macetas adecuadas, fue en el templo budista de Thien Mu, donde no sólo había buenos ejemplares de ficus, el más abundante, sino de otras especies más complejas de cultivo.

Fig. 33. A la izquierda un bonsái de gran tamaño en un palacio en Hue y a la derecha el jardín de bonsáis de la pagoda de Thien Mu.


Desde Hoi An me desplacé por carretera hacia Hue, la antigua capital imperial. La circulación por carretera es muy lenta. La red de carreteras no es muy buena, pero sobre todo se trata del respeto escrupuloso de los límites de velocidad que mantienen. En el recorrido se pueden ver aún parajes paradisiacos y vírgenes, como el pueblo de pescadores de Lang Co. Supongo que el turismo no tardará mucho en personarse en estas tierras.

En ese desplazamiento por la carretera pude ver, entre los arrozales, como los campesinos colocan las tumbas de sus familiares en medio de las tierras que cultivan. En ocasiones parecen pequeños cementerios de cinco o seis tumbas, a veces son lujosos mausoleos. Tal vez sea otra forma de respeto a sus ancestros intentando tenerlos cerca. ¿Qué ocurrirá con los cadáveres en las zonas húmedas de arrozales o en las tierras con los niveles freáticos muy altos?

Fig. 34. Tumbas entre arrozales.


Como decía, Hue fue la capital imperial de Vietnam, con su palacio y su ciudad púrpura prohibida. No tiene ni de lejos la grandeza de la de Pekín pero mantiene una escala más humana y próxima a los ciudadanos. Sin embargo la ciudad es poco interesante, más moderna que Hoi An y sin ninguno de sus antiguos atributos imperiales. Sus palacios también están diseñados para que se ventilen, como las construcciones populares, pero a pesar de la gran necesidad de ventilación que tienen, pude ver delante de alguno de esos palacios y templos un muro cortavientos situados a una veintena de metros. Parece que también en oriente existen vientos que traen desgracias.

Lo mejor es que desde Hue se puede coger un barco para recorrer el río Perfume, nombre que le viene aparentemente por el buen olor que antaño desprendías las flores que lo flanqueaban. Hoy en día lo que se ve es jungla, que no puedes evitar que te recuerde a todas las películas que se han filmado sobre la guerra. En el recorrido te cruzan constantemente con barcazas que transportan arena y grava para la construcción extraídas del río. También hay muchos pescadores sobre pequeñas barquitas. El viaje resultó muy relajante, a pesar de los recuerdos de la guerra, ya que la vista se pierde entre el verde de una selva infranqueable y el azul oscuro del agua de ese caudaloso río.
Fig. 35. Pescadores en el río Perfume.

Un poco más al sur de la zona que recorrí con el barco, en la zona centro meridional del país, se encuentran los poblados de la etnia Bahnar, uno de los grupos étnicos más interesantes de Vietnam. Actualmente son más de un cuarto de millón de individuos, aunque es verdad que su población ha crecido mucho recientemente ya que en 1976 no llegaban a los 80 000. Tienen una lengua propia y siguen las costumbres religiosas de los animistas, igualmente con veneración a los ancestros.


Fig. 36. Casa comunal de la etnia Bahnar de la aldea de Kon Tumr.


Practican la cultura de la tala y quema para obtener zonas para cultivos y para asentar sus aldeas. Aunque parezca una práctica reprobable hay que pensar que están en una zona selvática donde no hay zonas libres y que las zonas afectadas son pequeñas. Para evitar que el fuego se propague incontroladamente, abren una trinchera de 1,5 a 2,0 metros en torno a la zona que van a quemar. Una vez realizadas las quemas las denominan buenas o malas según la calidad del suelo. La realizan sobre zonas boscosas con árboles entre 10 y 15 años de edad y fundamentalmente planas. Una vez limpios los terrenos, hacia el mes de abril, en la época seca, se dejan expuestos al sol durante un mes o mes y medio para que se estabilicen.

Sobre este terreno se siembra y se asienta el pueblo, en una zona colindante a ríos o riachuelos, ya que los límites de la aldea son siempre elementos naturales. Allí suelen levantarse 10 grandes cabañas, que acogen a unas 200 personas, y la casa comunal,  la Hnam rông, la construcción más importante del conjunto.

Fig. 37. Estructura típica de las aldeas bahnar, con las viviendas todas ellas orientadas al sur y la casa comunal en un extremo.


Las casas se agrupan las unas al lado de las otras dejando una separación mínima de “un tablero” y máxima de 50 m. Todas tiene la misma orientación y en un borde, normalmente, está la casa comunal. Lo más habitual es que el eje mayor de las casas sea este-oeste de modo que la puerta da a sur.

Las casas de los Bahnar se levantan sobre pilotes de 1,5 m. Tanto las particiones como el suelo se hacen con láminas de bambú anudadas entre sí con fibras vegetales. En el centro está la zona de estar y en los bordes los dormitorios. Cada casa tiene su propio hogar. Delante de la cabaña hay un porche que sombrea los huecos. Los materiales que emplean son los del entorno, fundamentalmente el bambú, pero también emplean troncos de otros árboles. La estructura se sostiene sobre dos pilares centrales de madera y la cubierta la forman vigas y viguetas atadas entre sí y con una cobertura de hoja de palma bastante gruesa. La construcción de las nuevas cabañas siempre se realiza en la estación seca, tras los trabajos en el campo. 


Fig. 38. El interior de la casa comunal bahnar es de trenzado de bambú para que pueda circular el aire a través de su estructura.
Como comentaba, la construcción más importante es la casa comunal. Debe ser la más alta de la aldea, y a veces sus pilotes tienen 3 ó 4 metros de altura. Esto unido a que la cubierta puede alcanzar 12, 15 ó 20 de altura, dan al conjunto un aspecto imponente. La casa comunal se emplea para diversas funciones. En ella duermen los jóvenes y hombres no casados de la aldea para que se vayan preparando para fundar una familia, pero también para evitar los frecuentes incestos. También es el lugar donde se entrenan para poder defender la aldea de agresiones exteriores y donde se reúnen los miembros de la comunidad para tomar decisiones colectivas. Finalmente, también se emplea para recibir a los invitados y alojarlos si permanecen varios días en la aldea.
Fig. 39. Las diferencias de presión que se alcanzan en el interior de la construcción, debido a su gran altura, fuerzan la entrada de aire por los huecos que se dejan en el arranque de la cubierta, como se ve a la derecha.


La gran altura de la techumbre y el gran volumen de aire que contiene evitan que la temperatura interior sea elevada, al disipar mejor el calor. Pero el mejor resultado es el que obtienen de su altura, que provoca un efecto chimenea. El aire tiende a moverse por diferencia de densidad y esto siempre se produce entre dos puntos con alturas diferentes. Si la temperatura también es diferente el movimiento del aire es aún mayor. En este caso las diferencias de temperatura son pequeñas, en el exterior están a los característicos 34 ºC y dentro podría bajar a unos 30 ºC.  Esto da lugar a una velocidad de desplazamiento de 0,5 m/s, si la cabaña tuviera sólo 3 m de altura. No es despreciable, pero en una construcción de 15 m de alto puede aumentar hasta los 1,2 m/s. Pero hay algo más que favorece la ventilación y es, por un lado, la permeabilidad de la piel de la construcción, ya que el suelo y las paredes son de caña de bambú trenzada con un alto grado de diafanidad, y que la cubierta es de palma, igualmente permeable. Por otra parte, esa cubierta se recalienta al recibir la radiación del sol hasta alcanzar temperaturas que pueden superar los 45 ºC. Si fuera así, la velocidad sería de 5,4 m/s, que es como colocarse delante de un ventilador, lo que reduce la sensación de calor en el interior en más de 6 ºC, llevándola a confort. En la realidad, yo medí velocidades menores, en torno a los 2 m/s, porque aunque el aire en la parte inferior entra por grandes huecos, luego tiene que atravesar la cubierta y no una claraboya, y esa dificultad reduce algo la velocidad. A pesar de ello es una estructura bioclimáticamente muy eficiente. Los grandes faldones de la cubierta son ligeramente cóncavos, lo que les da una mayor sensación de grandeza y altura. Me recuerda el éntasis de los griegos en sus columnas; sitios tan alejados usando las mismas argucias.

Compartiendo territorio con los Bahnar están las aldeas de la etnia de los Ede, con una población también significativa de unos 300 000 individuos. Probablemente sean de origen polinésico, algo que se puede intuir viendo la forma de sus cabañas y la decoración interior, llena de representaciones animales.


Fig. 40. Las casa larga de los Ede. Pequeños pilotes permiten que también se ventile desde abajo y que el agua de lluvia no entre al interior.
Los Ede viven en cabañas muy largas, de más hasta 200 m de longitud por 6 de ancho, aunque lo normal es que sean de 40, 50 ó 60 m nada más. Con esas dimensiones no es raro que se les denomine como “las casas largas”. Las aldeas se conforman con varias de esas casas, todas ellas orientadas norte-sur, a norte da la entrada de visitantes y a sur la zona destinada a la vivienda. Eso deja los dos grandes laterales a este y oeste, energéticamente las orientaciones más desfavorables, pero son casi ciegas y los huecos que se abren en la parte baja de fachada se protegen por el vuelo y una contraventana proyectante. Toda la estructura de la fachada y de las particiones es de fibra de bambú trenzada. La cubierta es vegetal también, pero en este caso de palma.

Fig. 41. Aunque los dos grandes laterales están orientados a este y oeste, los grandes vuelos de la cubierta evitan que pueda entrar el sol del amanecer o del anochecer.


En estas grandes casas viven varias familias juntas, todas ellas siguiendo la estructura cultural matrilineal típica de los Ede, es decir, es la línea materna la que se tiene en cuenta y la que se venera entre los ancestros.
Fig. 42. El altar de los ancestros en la casa larga de los Ede.


La última etapa en avión de mi viaje fue a la Ciudad Ho Chi Minh, nombre oficial de la antigua Saigón. A mí esos cambios de nombres artificiales de las ciudades o de los países, para recordar a alguien o algo, no me gustan. Con el paso del tiempo tienden a recuperarse los originales, como ocurrió en la Unión Soviética. Yo prefiero la denominación, aunque no sea correcta de Saigón.

Saigón es una ciudad joven si se la compara con la milenaria Hanói y eso se nota en su carácter cosmopolita, llena de modernos y altos edificios. Es posible que con el tiempo se convierta en otro enclave comercial como lo son ahora Singapur o Shanghái.  Esto nos es óbice para que tenga 6 000 000 de “hondas”, lo que la convierte en la ciudad con más motos del mundo. Se encuentra en la antigua Cochinchina, a la que España envió tropas entre 1858 y1862 para ayudar a los franceses en sus afanes coloniales sin recibir nada a cambio. Recuerdo haber oído muchas veces decir a mi madre que alguien se había ido a la Cochinchina, o que aquel sitio estaba en la Cochinchina, cuando se quería referir a un lugar muy, muy, muy lejano.

El clima en Saigón resultó sorprendentemente más soportable. Aunque las temperaturas no cambiaban mucho y se mantenían imperturbablemente en los 34 ºC, la humedad relativa era mucho más baja, entre el 40 y el 60%.

Parecían visitas obligadas los hoteles y lugares donde durante la guerra se reunían los corresponsales. Uno de ellos es la terraza del Hotel Continental. Sin embargo me decepcionó mucho porque el hotel ha entrado en decadencia y era imposible ponerse en situación. Sin embargo, el Hotel Rex sigue manteniéndose muy vivo. Desde su construcción en la década de los 50 fue lugar de reunión de la colonia francesa y luego de los corresponsales americanos, desde donde emitían “las mentiras de las cinco”; huelga explicar porque se llamaban así. Pasé una agradable velada en su azotea escuchando música y con la panorámica del Saigón nocturno.
Un aspecto que me gustó mucho de Vietnam, sobre todo cuando se trasnocha, es que llevan la hora solar, algo que resulta gratísimo para el control del tiempo y para equilibrar nuestros biorritmos. Por el contrario, el aspecto que menos me gustó fue la lluvia

Aunque llueve durante todo el año, también en esta zona, la época de las lluvias y de las inundaciones, que puede durar un mes, es de septiembre a diciembre. Las vacaciones escolares suelen coincidir con estas épocas en las que es tan difícil desplazarse, más aún en el mundo rural. Es muy normal ver a los niños uniformados desplazarse de un lado para otro a la entrada y salida del colegio.

 Fig. 43. Estructura de una vivienda Cham, con varios bloques en torno a un patio.


Un poco hacia el norte, en la costa situada entre Annan y Cochinchina, en el centro meridional del país, viven los Cham. Son un grupo de algo más de 160 000 personas con grandes influencias indias, lo que hace que algunos de los grupos Cham profesen el brahmanismo y otros la religión islámica. Las casas de los Cham son sencillas en sí, pero complejas en su estructura, de bloques independientes en torno a un patio abierto y con una fuerte carga simbólica. Los bloques que forman el conjunto son el sang ton, el sang mayau, el sang lam, el sang ye y el sang ging o cocina.

Fig. 44. Bloque del sang ye.


En el sang lam viven los cabeza de familia y es donde se acoge a los invitados. Su puerta está orientada a sur. Tradicionalmente sólo los aristócratas y los dignatarios religiosos podían tener este tipo de casa. Se hace de maderas nobles y se decora profusamente, hasta representar simbólicamente a un caballo fabuloso. La cubierta es doble, de forma que se crea una cámara de aire ventilada para evitar sobrecalentamiento. La hoja interior es de barro y paja, para aportar más inercia térmica y la exterior, sobre una estructura vegetal, es de tejas; así el riesgo de incendio es menor.


Fig. 45. El bloque principal, el sang lam, con una doble cubierta ventilada. La hoja interior es de tierra y la exterior de teja.

El bloque principal es el sang ton y se sitúa en el centro. Está destinada a personas señaladas y de más de 50 años. Su puerta está orientada a este, el amanecer del sol lo que para ellos representa riquezas. Su puerta no puede estar enfrentada a la del sang mayau, el bloque que está al otro lado del patio, porque se generarían disputas entre ellas y afectaría a la paz de la familia. Las paredes son de tierra, como en el resto de los bloques, pero el suelo es de tierra sólo en la cocina y de madera en el resto. La fachada, de madera, son paneles batientes que se pueden dejar completamente abiertos.

La cocina es la primera construcción que hace la familia y se sitúa en el lado noroeste. En el fuego hay tres piedras organizando el trípode de la cocina; allí residen los dioses del hogar. La puerta, que representa la boca,  debe estar enfrentada a la puerta de la sang ye.
Fig. 46. Bloque del sang ging o cocina.


El sang ye se sitúa al noreste, que es la orientación que representa fertilidad y crecimiento, por ese motivo debe comunicarse con la cocina. Al ser un bloque muy importante tiene una estructura antropomórfica en la que cada dependencia es una parte del cuerpo. La gran sala es la cabeza, la sala central el pecho y allí se ponen las camas. La última habitación es el abdomen, donde se guarda el grano y otros alimentos. La puerta lateral que da al sang mayau es la nariz, y la que se enfrenta a la cocina es la boca. La cumbrera representa la columna vertebral, las vigas son las costillas, los listones son los nudillos y la vegetación de la cubierta es el pelo. Como se ve, todo muy complicado.

Fig. 47. Estructura del porche para protegerse de la radiación solar y de los portalones de la fachada utilizados en todos los bloques.


Las fachadas principales de todos los bloque se protegen con un porche formado por el voladizo de la cubierta y, en ocasiones, cuando el sol bajo puede incidir sobre ellas, por una celosía vertical de madera.


Fig. 48. El agua de color chocolate de los brazos del delta del Mekong. Arriba una de las casas que se puede ver en la ribera.


Desde Saigón se puede acceder al inmenso delta del río Mekong, para navegar por alguno de sus intrincados ramales. El agua es color chocolate, ya que el río arrastra los lodos que dan fertilidad a las tierras que lo bañan. En el sinfín de islitas que se forman hay todo tipo de construcciones. Las que pude ver estaban realizadas aprovechando la totalidad de la palmera de cocos. Las cubiertas son de la hoja de la palma plegada en torno a un palo que la va sostenido y que deben reponer cada 4 o 5 años. La estructura estaba hecha con el tronco de la palmera e incluso el suelo, levantado del suelo como en otras construcciones que ya había visto para evitar la humedad y la subida del río, también es de su madera. Por supuesto el resto de la estructura está completamente abierta para asegurar la ventilación.



  Fig. 49. Las construcciones tradicionales del delta del Mekong aprovechan para su ejecución la totalidad de la palma, tronco, corteza y hojas.

También hay casas flotantes en el Mekong, como en Ha Long, sin embargo aquí no tienen una fijación definitiva, lo que las permite desanclarse y desplazarse por el río buscando otros asentamientos, cuando el comercio lo precisa; son por tanto construcciones transportables, como la yurta de los mongoles, pero por el agua.
Fig. 50. Construcciones sobre el agua en la ribera del delta del Mekong.

La ventilación me acompaño en todos los edificios que pude visitar, y en muchos de ellos la ventilación permanente se establecía a través de un símbolo vietnamita que no logré saber qué representaba. Tal vez salud o felicidad o fertilidad, no importa, se trata en cualquier caso de un símbolo que supone confort y bienestar. De nuevo el simbolismo que ayuda al correcto diseño bioclimático.


Fig. 51. La celosía, símbolo de la ventilación y el bienestar.

Otros aspectos comunes en las construcciones vietnamitas son la veneración a los ancestros y la geomancia. Esa  relación con la tierra los chinos la llaman feng-shui y en occidente geobiología, pero en todos los casos se trata de lo mismo, de buscar el lugar adecuado y realizar los edificios en sintonía con la tierra y con el paisaje, evitando zonas patógenas y buscando las más favorables. La relación con el sol, con el agua, con los vientos son evidentes, pero a mí lo que más me gusta es algo que defiendo como una parte de la arquitectura bioclimática, su integración en el entorno. Las construcciones en Vietnam buscan la armonía con el paisaje, evitando dominarlo, ni con las formas, ni con los colores, ni con los volúmenes.

Mi viaje de vuelta fue tan pesado como el de ida, pero el cansancio hace más llevaderos los largos recorridos. Creo que aprendí mucho de Vietnam, sobre todo que hay que buscar el genius loci para saber cómo construir; si no lo buscamos, o no lo encontramos, seguiremos haciendo la misma arquitectura alejada del lugar que se hace hoy en día.

miércoles, 31 de julio de 2013

LAS CASAS NORUEGAS DE MADERA CON TECHO DE PASTO


LAS CASAS NORUEGAS DE MADERA CON TECHO DE PASTO

En 1999 tuve la ocasión de recorrer Escandinavia con mi mujer y mis dos hijos adolescentes, subiendo por la costa atlántica hasta Cabo Norte, las tierras más septentrionales del mundo, y bajando por la costa báltica. Mi intención era ver la arquitectura nórdica de madera y entender cómo se acondicionaban y se protegían de las bajas temperaturas exteriores. De todo lo que vi, la tipología que mayor impresión me causo fue la de las casas de madera noruegas con techo vegetal de pasto. Esta tipología de casa es muy parecida a las que pueden verse en los otros países escandinavos, como Dinamarca, Suecia o Finlandia, pero en estas casas su techo vegetal le da un carácter especial. 


Fig. 1. Casas noruegas de techo de pasto confundidas con el entorno.
A pesar de su latitud, el clima de Noruega, que es continental subártico, frío y húmedo, es mucho más templado que en otras latitudes similares, como Alaska o Siberia, gracias a los efectos moderadores de las aguas cálidas de la deriva noratlántica de la corriente del Golfo de Méjico, que fluye a lo largo de la costa del país. Indudablemente la región es fría durante la mayor parte del tiempo, incluido el verano meteorológico, ya que las temperaturas se mantienen muy por debajo de cero ininterrumpidamente durante días o semanas, con una humedad absoluta muy alta que ayuda a incrementar la inconfortabilidad. Es decir, un clima con largos y duros inviernos pero con veranos suaves, que se convierten en fríos cuando superamos el Círculo Polar por falta de radiación solar.



Nuestro viaje comenzó en Oslo, aunque pasamos esa primera noche en Sandvika, un pueblo de los alrededores. No estaba muy lejos, pero para ir a Oslo teníamos que coger un tren que salía del centro del pueblo y que tardaba más de media hora en hacer el recorrido. Como eran más de las nueve de la noche y suponiendo que estaría todo cerrado en Oslo, preferimos quedarnos en Sandvika y tomar nuestro primer baño de cultura nórdica en este pequeño pueblo. Decidimos buscar algún sitio para cenar y lo único que encontramos abierto fue un supermercado, que permanecía abierto hasta muy tarde, según los hábitos noruegos. A partir de entonces fue un gesto repetido, no sólo porque comimos muchas veces de supermercado, sino porque siempre eran de la misma cadena, RIMI.


Oslo, situado al sur de Noruega, está a 59,92º de latitud. En esa latitud la altura máxima que alcanza el sol al mediodía del solsticio de verano, cuando todos los escandinavos celebran el día más largo del año y el sol de medianoche, es de poco más de 53º, frente a los más de 70º que en esos días tendríamos en la península. Eso provoca que los rayos solares, más inclinados y sesgados, tengan que atravesar mucha masa atmosférica, perdiendo energía en el camino y llegando a la tierra con poquísima intensidad. Por eso, como he dicho, sus veranos no son calurosos. Yo recuerdo que en ese viaje tenía que ir vestido parte del día con ropa invernal, aunque fuera verano.


Fig. 2. Rayos sesgados del verano sobre las tierras boreales.
En invierno, al mediodía del solsticio, la altura solar es de algo más de 6º, casi un rayo horizontal, como si estuviera amaneciendo permanentemente, incapaz de calentar o iluminar. En el Cabo Norte, al otro extremo del país, a 71º de latitud, en junio, en el solsticio, la altura de culminación sólo alcanza los 42º, pero en julio ya baja a 38º y en agosto, cuando en España pasamos un calor asfixiante por la gran cantidad de radiación que recibimos, allí se alcanzan sólo 29º, poco más de la altura solar en España, pero en el solsticio de invierno. Por supuesto, en el solsticio de invierno no llega amanecer y soportan 24 horas de oscuridad.



Fig. 3. Los rayos solares no dan sobre las tierras por encima del Círculo Polar cuando llega el invierno boreal.
Los círculos polares están situados a 66º 33’ y, como consecuencia de la inclinación del eje de rotación de la tierra con relación a su plano de desplazamiento en torno al sol, la eclíptica, se fijan como los puntos donde los rayos solares son tangentes a la superficie de la tierra en los solsticios. Como el ángulo de inclinación es de 23º 27’, su complementario, 66º 33’, fija la posición del círculo polar. Las tierras que se encuentran en la zona ártica son aquellas en las que se dará el día o la noche de 24 horas al menos una jornada al año.


Por eso en invierno no pueden aprovechar la radiación solar para calentarse y casi ni siquiera para iluminarse, mientras que sus veranos son más bien frescos o incluso fríos. Ante este dilema energético, la sabia arquitectura popular propuso allí aislar bien las casas, cerrarlas al exterior casi sin huecos, innecesarios por otro lado ya que no hay luz que aprovechar, calentarlas con un combustible sostenible como la biomasa, y emplear materiales constructivos adecuados para hacer un uso ajustado de esa biomasa y convertir su uso en plenamente adecuado.


Noruega es un país de historia propia reciente. Ha estado siempre en manos de suecos o daneses y sólo es independiente desde 1905. Tuvieron su época de mayor gloria en el periodo vikingo, en el que desde su territorio llegaban atemorizantes a casi todos los puntos de Europa. Por el Atlántico bordeando todo el continente, o navegando los grandes ríos europeos hasta el Caspio y el Mar Negro, incluso fue llamativa su presencia en la antigua Bizancio. También fueron capaces de llegar hasta América, a la que llamaron Vinland, y de poblar todas las islas del norte de Europa. En Oslo se conservan los tres únicos barcos vikingos que existen. Uno de ellos en muy buen estado porque se supone que fue el barco mortuorio de una princesa del siglo IX. Se le denomina el barco de Oseberg, mide 22 m de largo y estaba pensado para emplear a 30 remeros. En su interior se encontraron carros, trineos y un sinfín de objetos.


Al atardecer de uno de los días siguientes llegamos a Trondheim, que es una pequeña y ordenada ciudad, la tercera del país. Se organiza sobre una trama ortogonal, fruto de la urbanización que siguió a un incendio muy destructivo, ya que todas las casas eran de madera. A la orilla del río que atraviesa la ciudad, el Nidelva, vimos un conjunto de casas sobre palafitos sobre el mar, lo que no deja  de sorprenderme nunca. Hay que pensar que la estructura palafítica acuática, frecuente también en climas tropicales, no está justificada por el clima, sino por criterios comercial, ya que eran grandes almacenes que se abastecían desde el agua. En la plaza principal de la ciudad estaba la estatua del rey vikingo Olav I, fundador de la ciudad, protegiendo de los incendios con su mirada las nuevas casas de madera que conforman sus calles. Su cabeza estaba tocada por un casco sin cuernos, porque los cascos vikingos no llevaban cuernos, eran los cascos de los bretones los que los llevaban. En el puerto había una pequeña lonja de pescado que encontramos cerrada, pero que a la mañana siguiente pudimos visitar y ver lo que vendían, entre otras cosas gambas por litros, uno de los recursos de su monótona e insípida gastronomía.

Al final de la tarde llegamos a Mo-i-Rana, una ciudad industrial, en la que la trama parece responder más a un deseo de funcionalismo que a una concepción propiamente urbana. Los edificios se situaban sin hacer ciudad, simplemente colocados los unos cerca de los otros. Ya nos habíamos dado cuenta de que a pesar de ser ciudades con pocos habitantes, abultan mucho ya que los edificios se separan los unos de los otros ocupando ese territorio deshabitado del que disponen. Es esa la  esencia de la soledad propia de todos los escandinavos, encerrados en sus casas durante meses, sin luz y sin vecinos con los que hablar.

Fig. 4. Casa de madera con un solo hueco.
Recorrer Noruega es complicado. Ocupa las partes occidental y septentrional de la península Escandinava. Tiene una costa de origen glaciar muy recortada creando fiordos, con un territorio muy montañoso. Las carreteras son malísimas, no sólo por el trazado enrevesado al que obligan los fiordos, sino por el firme, que está siempre destrozado por las heladas, y por lo estrecho de la calzada que obliga a parar en ocasiones para dejar que pasen otros vehículos. Pero lo peor eran los noruegos, que conducen muy lentamente y muy mal en general. Era muy habitual que pasáramos horas circulando a cincuenta kilómetros por hora tras un potentísimo Volvo, sin poder adelantarlo.


Casi un tercio del país se encuentra al norte del Círculo Polar ártico, lo que quiere decir que al menos tiene un día al año sin que salga el sol. Su línea de costa es, en proporción con su área, mayor que la de cualquier otro gran país del mundo. Todos estos factores geográficos han tenido gran importancia en el desarrollo histórico y económico del país, más vinculado al mar que a la tierra, que por otro lado está limitada por la pequeña porción de tierra apta para el cultivo. Sin embargo, el mar ha influido en su desarrollo cultural, comercial y social, y ha tenido gran influencia en el contacto de los vikingos noruegos con otros pueblos.


La cercanía de los noruegos con la naturaleza está muy presente en su arquitectura tradicional, contribuyendo a sus peculiares características nacionales. Me refiero concretamente a la madera, que forma parte  de la cultura noruega. El hecho de que siempre haya estado al alcance de todos en cualquier lugar y para cualquier economía, en este clima las casas de piedra fueran simplemente un símbolo absurdo de riqueza, ya que requerían mucho esfuerzo para su construcción y mucho combustible para hacerlas habitables. Sin embargo, tanto las gentes del mar como los granjeros eran también carpinteros y construían sus propios barcos y casas.


Fig. 5. En la base del glaciar Svartisen.
A lo largo del recorrido alcanzamos a ver el glaciar de Svartisen; era la primera vez que veía de cerca un glaciar. El espectáculo era grandioso, de esas imágenes que te proporciona raramente la naturaleza y que te dejan el espíritu en vilo y la respiración en suspenso. Yo ya lo había sentido en otras ocasiones, ante las cataratas de Iguazú, donde se juntaba la imagen con el sonido y el aroma de la jungla, y en las dunas del desierto del Sahara, donde se mezcla la imagen con el silencio y el tacto de la arena. Aquí la sensación era la de ver a un gigantesco ser de otro tiempo, un dinosaurio de hielo, que se resiste a morir, y que se mueve con la lentitud de su edad y la tranquilidad del tiempo. No se ve su cabeza ni su cuerpo pero se siente que todas sus partes están vivas. Aprecias cómo se mueve lentamente, como se autodestruye convirtiéndose en agua y desgajando parte de su cuerpo para que nuevas masas nazcan arriba en la montaña, dándole nueva vida. A veces esa muerte, necesaria para dar vida a otros, es dolorosa, y el glaciar chilla y cruje con violencia, sin ocultar su dolor. Tuvimos ocasión de apreciar ese grito y verle llorar agua sobre el lago. Pero todo ello era para que la vida pudiera seguir su curso. Al recordarlo pienso también en la madera, su otro gran vínculo con la naturaleza, que también debe morir, descomponiéndose en nutrientes, alimentando a seres minúsculos y a la propia tierra, para que otros árboles puedan crecer y repetir el ciclo vital.


Fig. 6. Casa clásica de madera.
Aunque las construcciones noruegas responden perfectamente al dibujo infantil de una casa, si sabemos mirlas podemos encontrar en sus pequeños detalles tantos encantos como en un glaciar. Hay pocas diferencias tipológicas entre ellas, pero aunque podamos encontrar algunas que nos permitan clasificarlas todas tienen la compacidad como elemento común. Hay que pensar que los edificios pierden calor por su piel, y que cuanta menos superficie de piel necesiten menos energía perderán. Ésta es una de las bases del aislamiento, que su forma ayude a conservar el calor. La formas compactas, o con bajo factor de forma, son las más adecuadas. El factor de forma es el cociente entre la superficie exterior y el volumen interior habitable. La forma geométrica que tiene el factor de forma más bajo es la esfera, y por tanto las formas de planta cuadrada, que son las más asimilables a una esfera son las más compactas y eficientes energéticamente.

Fig. 7. Las formas de estas construcciones son siempre muy compactas.
A pesar de esa compacidad común a todas las viviendas, el número de plantas e, incluso la estructura interna, son variables. Aunque la cabaña de una sola habitación es el tipo más habitual, hay plantas compuestas de entradas con vestíbulo, pequeñas despensas o almacenes, cocinas independientes, dormitorios y estancias multiusos. Incluso hay muchas variaciones de esta planta más compleja, desde la vivienda de dos habitaciones simétricas con una segunda estancia a modo de sala, hasta las  casas más grandes con doble fila de habitaciones que se prolongan a lo ancho de la casa sin particiones longitudinales, o las de planta cuadrada dividida en cuatro salas. Existen incluso composiciones singulares de tres plantas,  en las que la planta baja se usa como establo y almacén, y las plantas superiores para los dormitorios y el resto de las estancias. Todo ello me hace pensar que las distribuciones interiores no son determinantes en el comportamiento bioclimático de las casa.

Fig. 8. Construcción de dos plantas.
Cuando hay un eje longitudinal, se suele sitúa en dirección este-oeste para orientar al sur los dormitorios y las estancias. En esta fachada es donde suelen estar las ventanas, si las hay, de modo que el sol invernal entre en los espacios interiores y aporte bienestar psicológico más que autentico calor.


Estas viviendas representan el edificio principal de las granjas. En  cuanto a la distribución geográfica, se pueden ver diferencias tipológicas en cuatro zonas, Gudbransdalen, Telemark, Trnødelag y Vestlandet.


Gudbransdale se encuentra al sur de Noruega. Es un valle de clima continental con inviernos fríos y nevados, y veranos templados y secos. La orientación divide los asentamientos en granjas que miran al suroeste, la más soleada, al norte del valle, y las que miran al noreste, en el lado opuesto del valle. Las plantas tipo en esta zona son sencillas y las casas normalmente tienen un hogar abierto en el centro de la habitación principal sin chimenea exterior. Las paredes de madera se trataban por el exterior con brea y aceites orgánicos, y duraban hasta doscientos años. El modelo predominante de asentamiento agrario es el de doble pario, donde las construcciones anejas a la granja se organizaban alrededor de los dos patios, uno para actividades humanas y el otro para los animales; entre medias se suelo colocar el establo. Los asentamientos sólo ocupaban las zonas llanas del valle y constituían entidades cerradas.


Telemark consta de un pequeño borde costero al sur de Noruega y multitud de ríos y valles que alcanzan las montañas del interior; sus condiciones climáticas varían de acuerdo a la geografía. Las granjas se construían sobre lugares abruptos y los edificios se agrupaban a menudo en dos filas a lo largo de una calle, quedando hacia el sol en la zona más elevada los destinados a viviendas. La construcción principal consistía en una zona de estar (stue) que podía tener tres habitaciones, dos pequeñas habitaciones al final del edificio utilizadas como entrada y dormitorio, y la tercera, la principal, la zona de estar de usos múltiples. Además, había construcciones aisladas, como establos, graneros y edificios pequeños para diversas labores de la granja.

Trnødelag se sitúa en el centro del país y tiene una amplia línea costera. Está dominada en su totalidad por un clima húmedo de inviernos relativamente templados. Las diferencias en el paisaje hacen que en los valles septentrionales las agrupaciones sean casas de campo organizadas en filas como en Telemark o como el modelo de doble patio de Gudbransdalen, sin embargo la granja más común es del tipo patio cerrado. El edificio más importante de la granja es el que alberga la zona de estar y los dormitorios, y es una evolución de la casa aislada de una habitación, a la de tres o incluso a la de seis u ocho alineadas. En las zonas costeras la localización y el diseño de las casas estaba en función del viento procedente del mar. Los almacenes se situaban en la zona más expuesta y se agrupaban en el muelle del puerto, mientras que las tiendas y viviendas se alejaban de la costa dando la espalda al viento, y protegiéndose con una trama espesa de árboles.

Finalmente Vestlandet comprende la costa oeste expuesta a las tormentas del Atlántico, con fuertes vientos y lluvias, pero con temperaturas más templadas y estables. Las comunidades tenían una economía mixta basada en la granja y la pesca, lo que muchas veces les suponía un desplazamiento estacional. Había dos estructuras básicas, las casas alargada y el agrupamiento de casas. Pese a que los edificios de estructura autoportante se conocían, el más característico es la fila de edificaciones de faldones continuos, que podían albergar varias funciones. En algunos casos los edificios se comunicaban con un corredor cubierto, con un almacén encima bajo cubierta orientado al sur. Cuando el terreno lo permitía, el edificio se colocaba para que la longitud no excediera de los 15 m en dirección a los vientos predominantes.  
Fig. 9. Campesina delante de su casa con techo de pasto.
Aunque pudo haber influencias foráneas importantes, el uso de la madera se mantuvo. Por ejemplo, el muelle Bryggen en Bergen, que está constituido por una fila de estrechas construcciones de madera alineadas a lo largo del muelle,  procede de los mercaderes de la Liga Hanseática alemana que originalmente tenía allí su base. Lo mismo pasó cuando en el siglo XVII el rey de Dinamarca fundó varias ciudades en Noruega. Dos de ellas, Kongsberg y Røros, se establecieron como apoyo a la explotación minera, con edificios de estilo barroco. Sin embargo, con la llegada del siglo XX, los arquitectos noruegos empezaron a inspirarse en la tradición popular en un intento de crear una arquitectura con carácter nacional.

Fig. 10. Casas de madera sobre palafitos en la orilla del río Nidelva.

Los noruegos desarrollaron perfectamente la técnica de construcción con troncos o lafting. Todas estas casas tradicionales de troncos de madera representan el uso de un material constructivo sostenible, ya que no se agota si se cultiva y explota coherentemente. Por otra parte es un producto local, es decir, responde a la segunda premisa de la sostenibilidad, el recurso del entorno inmediato. No se puede decir que se trate de un material estrictamente aislante, sin embargo, entre los materiales utilizados tradicionalmente en construcción es el que mejor se comporta cuando hay que protegerse del frío. Una madera frondosa y densa, de unos 750 kg/m3, tiene una conductividad  de 0,29 W/m·K, que podría llegar, en el mejor de los casos a 0,20 W/m·K, si se tratase de madera de una conífera. La resistencia de un muro de troncos de un espesor medio de 20 cm daría lugar a una transmitancia térmica entre 0,85 y 1,60 W/m2·K. Hoy en día, cuando nos exigen valores por debajo 0,50 W/m2·K no daríamos por buenos estos valores, pero hace años eran mucho más de lo que se podía esperar.  El granito tiene una conductividad diez veces mayor y la tierra es cinco veces peor, y aunque los espesores de los muros con estos materiales suelen ser mayores que los que se emplean con madera, la transmitancia térmica aún sería mucho mayor, entre  2,6 W/m2·K para la piedra y 2,2 W/m2·K para la tierra.


En algunas de las construcciones de mayor nivel, cuando los propietarios manejaban bien los útiles de carpintería o lo podían encargar a otros carpinteros, las casas tenían también un recubrimiento interior de tabla de madera, lo que generaba una cámara de aire aislante, aumentaba el espesor de la madera y reducía el riesgo de infiltraciones de aire frío; eran soluciones muchos más aislantes. Exteriormente se conserva el arbolado perenne del entorno y se crean, a modo de apoyo, nuevos cortavientos para evitar las infiltraciones y pérdidas de calor causadas por el viento frío.


Fig. 11. Interior recubierto con otra hoja de madera para mejorar el aspecto, la hermeticidad y el aislamiento.
El mayor problema que tenían las soluciones con troncos es la falta de hermeticidad y el riesgo de que el aire frío se colara entre las uniones. Por eso, la selección, el corte y el desbroce superficial de los troncos eran muy importantes. Para asegurar que los troncos encajaran bien los unos con los otros, en ocasiones, se cortaba uno de ellos por su parte inferior en forma de media luna para que encajara con el que tendría debajo. En otros casos se daban cortes rectos a los dos troncos para que el encaje fuera mejor. Fuera cual fuera la solución del corte, entre los troncos se colocaba una capa de musgo, muy abundante en la zona, para que sellara las uniones y redujera el efecto de las desigualdades de las superficies. También se confiaba en que el apilamiento de los maderos de la pared los fuera comprimiendo y las grietas se cerraran a medida que el peso de la cubierta se transmitiera a los troncos. Como es lógico, las uniones de los troncos en las esquinas o los remates al llegar a los huecos, eran muy importes y había que resolverlas muy bien; en caso contrario entraría agua y aire frío. El método más simple y seguro de unir los troncos en las esquinas es el cajeado de sus dos extremos, ya que la caja permite al tronco unirse más fuertemente al inferior cuando se seca. Es un método de conexión elástica para el que necesitaban que la madera estuviera aún verde. Para proteger la madera de la humedad y de los insectos, como he comentado, se aplicaban una serie de tratamientos superficiales usados en la construcción de barcos como ceras, brea o mezclas de resinas.
Fig. 12. Distintas formas de acoplar los troncos, con musgo entre ellos como sellante. A la izquierda con un corte curvo en la parte inferior del tronco, y a la derecha con un corte recto por arriba y por abajo.



Fig. 13. Detalle del encuentro entre troncos.
La cimentación debía asegurar que el agua no llegara al primer nivel de madera, y que la humedad y el hielo del suelo pudiera pudrirla. Con ese cometido, las casas tenían una cámara de aire ligeramente ventilada bajo el primer suelo que evitara un exceso de humedad y la condensación bajo el forjado de tablas.  


Fig. 14. En esta construcción se ve el arranque de piedra de la cimentación. También se ve la capa de corteza de abedul sobresaliendo de la cubierta.
Las cubiertas no podían realizarse del mismo modo que los muros, en primer lugar por el gran peso que supondría colocar los troncos en el tejado, y en segundo lugar porque no se conseguiría el efecto de compresión de unos sobre otros que finalmente permite asegurar la hermeticidad entre piezas. Para resolver el problema del peso optaron por un techo de tabla cortada o de troncos serrados de menor sección. Esta solución como es lógico no asegura ni hermeticidad, ni impermeabilidad, ni aislamiento. Para ir resolviendo estos problemas recurrieron a un material local para aportar la impermeabilidad: la corteza de los abedules. El abedul es el árbol más abundante en esta zona, y su corteza, completamente impermeable, se desprende de una forma muy sencilla del tronco. Es el árbol que usaban los finlandeses para sus saunas primitivas;  se puede ver a Max von Sydow construyendo una en la Suecia medieval en El manantial de la doncella, la película de Ingman Bergman. Al ir separando la corteza se van obtenido láminas impermeables que se colocan solapadamente como si se tratara de tejas o pizarras; habían resuelto el primero problema. El segundo parecía más serio, el aislamiento térmico, ya que en el entorno no hay materiales aislantes naturales, como podrían ser el corcho, la turba o el picón volcánico, propios de otros lugares; sin embargo disponen de enormes praderas. 
Fig. 15. Detalle de una cubierta de pasto.
La obtención de su solución aislante me parece uno de los ejemplos más admirables que he podido encontrar en la arquitectura popular a lo largo del tiempo, porque es el resultado de una gran imaginación y, al mismo tiempo, de entender dónde está el problema y cómo se puede resolver. Hoy en día entendemos que la solución está en el aire ocluido. Todos nuestros aislantes consisten en un material ligero lleno de aire ocluido, que es quien aísla. Sin embargo, esto, al igual que el factor de forma y las formas compactas, son conceptos abstractos. Tal vez pudieran encontrar la solución viendo la similitud con el efecto protector de un ropaje de piel y pelo de animal. No lo sé, pero lo cierto es que dieron con una solución magnífica. Arrancaron tepes del terreno y los colocaron sobre las láminas de abedul con la vegetación hacia abajo. Evidentemente esa vegetación se secaría en pocos días, pero eso era exactamente lo que querían conseguir. Cuando las hojitas que formas el pasto se secan crean una maraña vegetal llena de aire, igual que cuando hoy en día colocamos una manta de lana de vidrio o lana de roca. De haber dejado así la cubierta las primeras lluvias la habrían destruido. Había que protegerla y lo hicieron arrancado una nueva capa de pasto y colocado ese tepe con la vegetación hacia arriba; eso es lo que vemos y lo que nos podría dar la sensación que es lo que aísla, cuando no es así, aísla la capa invisible que está debajo. Esa última capa crea un recubrimiento continuo, según van creciendo las plantas, que también asegura la hermeticidad de la solución. El hecho de que está solución también les proteja del teórico calor del verano no creo que les preocupe demasiado. Su transmitancia térmica será variable, en función de que esté húmeda o seca, pero seguro que ronda en torno a  0,6 W/m2·K. 


Fig. 16. Detalle de un alero, donde se puede apreciar la impermeabilización con corteza de abedul y el tronco que sujeta la cubierta vegetal.

 
Fig. 17. Ejemplos de techos de pasto
 
La chimenea, que siempre se situaba lo más centrada posible para repartir bien el calor, normalmente disponía de tres aperturas; la superior para permitir la salida de humo, la central para poder calentar el agua y la inferior que era el propio horno. La bóveda del hogar se construía de modo que permitiese a las llamas pasar entre los ladrillos.

Fig. 18. Chimenea para cocinar y para calentarse

Para abastecer a estas chimeneas se utiliza un combustible sostenible, como es la biomasa primaria. Quemaban madera de la limpieza de los bosques, de restos de los trabajos de carpintería o de los árboles que talaban. La madera es un combustible sostenible porque no se agota si se hace un uso razonable, al tiempo que se considera no contaminante, ya que se entiende que el CO2 que genera su combustión es menor que el absorbido en la producción de biomasa durante su vida vegetativa. El único inconveniente es que se gaste de una forma desaforada sin dar posibilidad al desarrollo de nuevas plantaciones. Es decir, debían quemar poca madera para que eso no ocurriera. El aislamiento de su envolvente indudablemente ayuda, pero tal vez no fuera suficiente. Debían buscar una nueva estrategia y la encontraron otra vez en la madera. El acabado interior de madera tiene una baja difusividad térmica (a), concepto que mide la velocidad de calentamiento de un material.  La madera, por tanto, es de lento calentamiento, lo que hace que el calor quede en su superficie sin calentar las capas interiores. Eso permite que la energía proporcionada por la chimenea al ambiente, caliente casi exclusivamente el aire, sin que las paredes absorban calor, lo contrario que ocurre con paredes de piedra o de tierra. Por ese motivo el consumo de combustible es muy reducido.

Fig. 19. Acabados de madera del interior de las cabañas.
Personalmente tuve una experiencia con este tema que me dejo perfectamente claro la importancia de la difusividad térmica de los materiales de acabado, en este caso de la madera. En el viaje al que me estoy refiriendo, ya cerca de Cabo Norte, nos alojamos en Repvag en una cabañita nórdica individual de troncos. Fuera hacía frío, y cuando entramos vimos que para calentar la cabaña sólo había una pequeña estufa de infrarrojos de no más de 500 W de potencia. Pensando en el frío que íbamos a pasar por la noche encendimos la estufa y decidimos salir a cenar y a esperar que se caldeara ligeramente el interior; nuestra experiencia nos decía que una estufa de ese tipo no calienta bien una habitación. Nos fuimos a cenar la poca variada y poco sabrosa comida noruega, siempre en base al salmón, y regresamos una o dos horas después. Cuando abrimos la puerta de la vivienda pensamos que la cabaña había estado a punto de arder, porque el calor interior era brutal y las paredes no se podían tocar porque abrasaban. La causa había sido la difusividad térmica de la madera que había dejado toda la energía de la estufa en el aire y en la piel superficial de madera. Una estufa de 500 W produce 1000 Wh (3600 kJ) en dos horas. Si lo aplicamos exclusivamente al aire, que serían unos 100 m3, debido al calor especifico del aire, 1 kJ/kg·K, y a su densidad, más o menos 1,2 kg/m3, provoca un aumento de la temperatura de ¡¡30 ºC!! No era de extrañar la sorpresa y el susto que nos llevamos. Si esa estufa se hubiera encendido en una casa de piedra, de cerámica, de hormigón o de tierra, las paredes habrían absorbido la mayor parte de la energía y la temperatura del aire se habría templado ligerísimamente. Alguien pensará, ¡pues usemos acabados de madera en todas las casas en España y las podremos calentar sólo con pequeñas estufas! Pero es que en España podemos utilizar otras fuentes de energía muchos más baratas, como la del sol, que es gratis. También hay que pensar que después del invierno vienen nuestros duros veranos. El calor que entre en verano en una casa de madera, si fuera el caso de Noruega, que no lo es, también subirá la temperatura interior de una forma extrema, mientras que si son construcciones de los otros materiales, las paredes se encargarán de absorber el calor y evitar que el aire se caliente. Cada clima tiene sus propios materiales bioclimáticos.


Al atravesar el Círculo Polar parece que el tiempo cambia y las temperaturas bajan notablemente; parece que esa línea más o menos arbitraria sobre el mapa supiera de climas. También parece el límite de la zona de los renos. A partir de allí empezamos a ver muchos por la carretera, algunos en estado salvaje, pero la mayoría controlados; nos dimos cuenta porque llevaban cencerro. Los lapones viven de los renos y aprovechan de ellos todo, son los cerdos del norte. La piel, la carne, la leche, las astas, los huesos. Aunque vivan en estado libre están marcados; hay más de 16 000 marcas distintivas hechas en las orejas con diferentes tipos de muescas.

Fig. 20. Mi familia en la medianoche de Cabo Norte

El Cabo Norte se encuentra en una isla a la que se accede a través de un túnel submarino de 7 km de longitud, antiguo, estrecho y claustrofóbico, como todos por los que hay que pasar circulando por Noruega para llegar allí. Es una isla casi sin vegetación, algo de pasto y poco más, ya que el fuerte viento no permite que nada sobresalga del suelo. Toda la isla está recorrida por torrenteras que abastecen uno tras otro los pequeños lagos que, comunicándose al desbordarse, pueblan la isla. La estación de observación está en un borde, sobre una meseta tan plana que parece artificial.


La temperatura era bastante baja para lo que acostumbramos en esas fechas de verano, 5 ºC, pero lo que provocaba una sensación térmica realmente gélida era el fuerte viento que reinaba en el promontorio, en torno a los 10 m/s. La sensación térmica era de bajo cero y permanecer unos segundos quieto era una martirio. En ese momento ya era medianoche, y en el extremo del cabo, aunque el día estaba nublado y lluvioso, y no se podía ver claramente el sol y el atardecer, los rayos que se veían entre las nubes de borrasca creaban un espectáculo impresionante, con un océano Glaciar Ártico amenazador que se curvaba peligrosamente por los extremos, como si quisiera desbordarse e inundar el resto del globo. Cuando salimos de allí, a más de las 12:00 de la noche, incluso cuando llegamos a nuestra cabaña a la 1:30, aún no había anochecido, era el sol de medianoche; ese día sí se pondría el sol unas pocas horas, pero la luz del crepúsculo nos acompañaría durante todo el día.


Actualmente se sigue construyendo con madera. Los noruegos han mantenido y mejorado su técnica constructiva, haciendo sus casas más habitables gracias a su mejor aislamiento. Siguen empleando la madera de forma sostenible y eso les permitirá tener un recurso natural de forma inagotable.